sábado, 31 de marzo de 2018

"Esta es la noche": Vigilia Pascual con aturuxos

Vigilia en inglés, claro. Y pequeña decepción: el inglés no pega bien con el gregoriano, y el Pregón Pascual me ha sonado muy raro. Y por lo demás he echado en falta esas frases que, por épicas, me adelanto a repetir mentalmente y casi de palabra, como cuando está uno escuchando una canción que le gusta: esos animales que tacharse según sus especies, y esos carros, caballos y jinetes de los que ni uno solo se salvó...

Bautismos, ocho. Ganamos por goleada a la Vigilia en Dijón de hace dos años. Mismos comentarios que de aquellas (y compruebo de paso cómo de aquellas comenté explícitamente lo que ayer mencioné solo de pasada...). Y reflexión de en qué idioma escucharé los Oficios el año que viene. Tengo dos candidatos en mente...

El arzobispo, al terminar, desea felices Pascuas "como el Papa" (sic), en varios idiomas. Un grupo de mujeres se arrancan a ulular cuando lo hace en zulú. Nadie contesta cuando lo hace en francés, y alguno que no localicé lo hizo cuando habló en italiano. Si llega a saludar en gallego yo también le habría soltado un aturuxo...

Y con esto y un bizcocho, Cristo ha resucitado =)

...Alethos anesti!

viernes, 30 de marzo de 2018

Viernes Santo con matraca y tribulaciones

Segundo día de Triduo Pascual en la catedral. En general al preparar la liturgia se mantienen muy fieles a las rúbricas del Misal; cosa que me gusta más que cuando se ponen a experimentar e innovar. Que para algo están, y su sentido tienen (¿soy un viejo cascarrabias, ya?). Aunque alguna cosa curiosa sí hay: al ir a buscar hoy la comunión al Monumento, el monaguillo que iba precediendo la pequeña procesión iba haciendo sonar una matraca (por ponerle algún nombre) bastante peculiar: eran dos pedazos de madera, sin más, como dos pequeños listones (pero no cutres: se veía que estaban barnizados, con inscripciones y unidos por un cordel granate; vamos, que los habían fabricado así); que hacía sonar golpeándolos entre sí.

Recitaron todas las plegarias de la Oración Universal. Hacía tiempo que no escuchaba la que se reza por los que se encuentran en alguna tribulación:

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, 
por todos los que en el mundo 
sufren las consecuencias del pecado, 
para que cure a los enfermos, 
dé alimento a los que padecen hambre, 
libere a de la injusticia a los perseguidos, 
redima a los encarcelados, 
conceda volver a casa a los emigrantes y desterrados, 
proteja a los que viajan, 
y dé la salvación a los moribundos.

Me quedé dándole vueltas a lo de que el emigrante quiera volver a casa, que da como por hecho que, por muy a gusto que esté en su nuevo destino, no termine de estar a gusto del todo... Pues eso.

jueves, 29 de marzo de 2018

Jueves Santo sin pelícanos

Jueves Santo en la catedral. Visto el llenazo del Domingo de Ramos (y ya suele estar llena normalmente), supuse que esta tarde estaría la cosa imposible; pero no, se ve que este pequeño puente* muchos bloemfontenianos se han ido de vacaciones...

Monseñor Jabulani**, el arzobispo, predicó sobre un tema que me gusta mucho: el Dios palpable, y palpador. Jesús no es una columna de fuego, un vendaval u otro ente tan magnífico como ajeno a la naturaleza humana, sino un Dios que toca: que toca el pan y el vino, Y la lengua y los oídos del sordomudo, y los pies de los discípulos. Un Dios al que Tomás mete la mano en el costado, y que aunque lo agobie la multitud siente cómo la hemorroísa lo toca. Y el tacto, la caricia, en la base del amor.

Adoro te devote, en inglés. Cantando como suelen cantar aquí himnos ingleses decimonónicos, tan solemnes y bonitos como desconocidos para mí, me dio mucha alegría escuchar una música conocida. La letra muy bien traducida, pero se saltaron la estrofa del pelícano, mi favorita. Cantaron también el Tantum ergo en alguna lengua bantú que no entendía... hasta que me di cuenta de que era latín.

* Aquí son festivos nacionales el viernes y el lunes, y toda la semana que viene es no lectiva.

** Sí, como el balón.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Indicaciones a la costa (CO VII)

 Tras tres días de búsqueda intensiva de tortugas, amaneció finalmente el día en que debíamos dejar Grahamstown. Un día lluvioso, como bien veis, en que no daban muchas ganas de salir fuera a hacer compañía a las palomas de Guinea Columba guinea. Pero tras reparar en un taller el neumático pinchado con que nos habíamos desayunado nada más llegar cuatro días antes, partimos rumbo al sur... 
No sé si habéis jugado alguna vez a GeoGuessr. Básicamente, es una web en la que apareces en alguna carretera del mundo (ya en medio de un desierto, ya medio de una megalópolis) tal cual se ve en el StreetView de GoogleMaps, y tienes que adivinar en dónde estás. Pues bien: si la aplicación me hubiese mostrado la pequeña carretera por la que cubrimos el breve trayecto entre Grahamstown y Port Alfred, y más en un día de niebla como el que nos tocó, creo que sin dudarlo mucho hubiese dicho que estábamos en Galicia: un día de perros y una carretera maluja con un muro de eucaliptos y mimosas a cada lado, y de arbustos de flores amarillas que, mal vistos a través de las ventanas mojadas, parecían talmente tojos. Y asomando a intervalos al final del camino, el mar:

 Aunque no cualquier mar. Pues aunque ni el día ni la forma de la costa se prestaban a contemplas vastos horizontes, acababa de subir a mi lista de "cosas" el Índico. Y mirando desde la playa hacia el sur en línea recta, sin nada que estorbe de por medio, la Antártida. Suficiente como para pasar un rato contemplando el mar.

 Pero tampoco demasiado, pues como nuestro asiático capataz nos recordaba de continuo, allí habíamos ido a trabajar. Buscando tortugas le habíamos dado buen uso a las piernas, pateando las granjas de arriba a abajo, y ahora tocaba entrenar un poco el tren superior: lo que íbamos buscando vive enterrado entre la hojarasca y en los primeros centímetros de sustrato de las zonas cercanas al mar de esta región de Sudáfrica, y tuvimos que darle duro a los rastrillos para irlos haciendo asomar.

 Se trataba en concreto de dos tipos de lagartos ápodos, dos especies (o tal vez más, esa es la historia) de eslizones anguiliformes con las que en el grupo de Joaquín quieren hacer estudios genéticos: el diminuto Scelotes anguineus, apenas mayor que un dedo y fino como un fideo...

... y el no mucho más grande Acontias lineicauda/meleagris/orientalis (un caos, esta "especie"), de bonito colorido a rayas negras y amarillas que no sé para qué le sirve, pasando la vida enterrado. Muestreamos a intervalos regulares toda la costa de las bahías de Algoa y Jeffreys, y se nos dio más o menos bien según las localidades; bastante hicimos, teniendo en cuenta que íbamos un poco a ciegas. A ciegas y a la par con la vista fija en el suelo y en los rastrillos, porque los desgraciados estos se enterraban de nuevo y desaparecían a la velocidad del rayo. Así que, si ya pocas aves y otros bichos nuevos vi mientras buscábamos tortugas, menos aún en estos días sucesivos. Pero para alguna entrada que otra ya me dará...

lunes, 26 de marzo de 2018

Como ovejas sin pastor... (CO VI)

De muestreo en praderas de hierba verde caméfitos suculentos
El arranque de Semana Santa se me antoja un buen momento para contaros el momento más místico de nuestro muestreo de tortugas, allá por las granjas de Grahamstown... Aunque el muestreo iba más o menos planeado desde casa, con una serie de sitios donde pararnos a buscar, a la hora de la verdad siempre hay que tener algo de cintura: un sitio que antaño parecía bueno ya no lo es tanto, el camino por el que había que meterse aquí ahora resulta que está cerrado... cosas así. De modo que pasamos buena parte del primer día de muestreo visitando sitios un poco a salto de mata, y hablando con granjeros para que nos dejasen ver qué pinta tenían sus propiedades y evaluar si merecía la pena echar el rato buscando allí o no.
Socializar de este modo y en este entorno da para cruzarse con más de un tipo curioso... recuerdo ahora a un hombre que de tan gordo que estaba parecía una pera con patas, que apenas podía hablar por lo abotargado y que compartía un antro rezumante de mierda de vaca con no menos de quince perros... Pero la guinda de lo bizarro nos la encontramos al llegar a una granja en la que, bajo una gran carpa en el jardín como para celebrar una boda, unas cuantas mujeres estaban colocando sillas, micrófonos y demás. La lideresa se acercó a interesarse por nosotros, nuestro asiático líder le contó lo que buscábamos, apareció la verdadera dueña de la granja, repetimos de nuevo nuestras explicaciones tortugueras, y nos dimos de bruces con la amarga realidad de que, aunque "granjeras", aquellas mujeres eran más de ciudad que otra cosa (no es muy raro por aquí que gente de ciudad se compre, no ya una casa con jardín, sino directamente una granja a la que retirarse) y no tenían mucha idea de si había o no tortugas por allí. A todo esto, por las ventanas de la carpa, y las de la propia vivienda, no dejaban de asomar cabezas que nos miraban con curiosidad, todas femeninas, la mayoría de muy buen ver... Nos sacó de dudas nuestra primera interlocutora al explicarnos que eran parte de "una congregación" que se habían juntado allí el fin de semana para profundizar en su fe, y entenderla desde el punto de vista femenino (sic), y siguió con que "¿no es una extraordinaria casualidad que estén aquí estos chicos, Maripili*? ¿No recuerdas cómo en nuestra reunión en Randomburgh* estaba aquella mujer a la que le fascinaban las tortugas...? No creo que estos chicos estén aquí por casualidad... si nos lo permitís, nos gustaría rezar por vosotros y por vuestro trabajo." Tras preguntarnos nuestros nombres, la pastora (ojos cerrados, una mano en el pecho y la otra dirigida hacia cada uno de nosotros) inició una oración, secundada por las presentes con amenes regulares, en la que ex abundantia cordis iba dando gracias al Señor y pidiendo bendiciones para nosotros: "gracias Señor porque he conocido hoy a este chico de nombre tan raro. Tú hablas todas las lenguas y nos hablas directo al corazón..." "... porque desde que era pequeñito, allí en España, te fijaste en él, y lo fuiste guiando hasta que acabó aquí en la otra punta del mundo, con nosotras, y eso no es casualidad..." "... estos chicos, que pasan las horas contemplando Tu creación, y que deben de ver Tu belleza de maneras que nosotras ni imaginamos..."... así. Así un buen rato con cada uno. De las cosas más raras que me han pasado muestreando, pero ni mucho menos de las más desagradables; antes bien, se agradece que piensen en uno y en cómo ayudar. Lástima que de tortugas allí no pareciese haber ni rastro; hubiéramos sido una adición la mar de interesante a su fin de semana...

PS. Por lo demás, me dio mucha alegría ayer comprobar cómo, como en Francia, como en España, las carreras por coger sitio y los golpes a traición con los ramos en la cabeza del vecino parecen ser patrimonio de la Iglesia universal. Pocas formas mejores de entender la catolicidad que a través del desenfado...

* Nombre ficticio

sábado, 24 de marzo de 2018

Pa que te lo planteas siquiera...

 2.374 horas... pongamos que caminar ocho horas por día es algo asumible. Salen 297 días. Casi diez meses a pata...

... Sí, supongo que a mis queridos y añorados compañeros mostaceros les ha salido más a cuenta enviar mi inesperado regalo de cumpleaños por correo que habérmelo traído andando. A fin de cuentas, solo ha tardado siete meses en llegar...

... pero la alegría compensa sin duda el que casi todos los elementos comestibles hayan llegado tiempo ha caducados. Pecaría de humildad en todo caso si dijese que "no me lo merezco", que bastante tuve que aguantarlos a lo largo del interminable invierno borgoñón. Y con todo y con eso... ¡anda que no os echo de menos! Mil gracias :'-)

miércoles, 21 de marzo de 2018

Alas sobre el karoo (CO V)

 Una cabra de angora. O por ser más exacto, lo que queda de ella... El ambiente árido de la granja en que echamos la mayor parte del tiempo de muestreo no favorecía grandes despliegues faunísticos, y casi todo lo que vimos era pequeño, marrón y huidizo; o estaba muerto. Pero todo se recicla, claro: ¿veis que de lo que queda de las vainas de queratina de los cuernos de la cabra salen multitud de tubitos? Son los capullos de las polillas que se la van comiendo, igual que se comían antaño la queratina del pelo de las mantas de lana.


 Polillas, mariposas... nunca he pretendido ser un experto en lepidópteros (lo digo tanto reconociendo el pasado, como previendo el futuro), pero gracias a la cámara, sí puedo ir poniendo nombre a las especies más características. Esta es una hembra de pensamiento amarillo Junonia hierta, bastante maltrecha. Una mariposa con una distribución muy amplia, que ocupa las regiones tropicales de toda África y Asia; casi como el torillo de la entrada anterior.


 ¡La cámara! ¡Bendita cámara! ¡Lo útiles que me resultan las fotos, aunque sean malas, para poner nombre a posteriori a los bichos marrones que veo por el campo! Y marrones eran casi todos los pájaros con que nos cruzamos... Tras una revisión cuidadosa de ftos, vídeos y reclamos, estos dos se suben a mi lista sudafricana como cistícola dorsigrís Cisticola subruficapilla y bisbita africano Anthus cinnamomeus. Estoy muy orgulloso de mi lista de cistícolas y especies afines, pues aunque no llevaré ni un tercio de las locales, son bichos que me parecen tan complicados que cada uno nuevo que identifico me resulta de lo más satisfactorio. Y lo mismo podría decir de los bisbitas, pero es que apenas me los cruzo por en campo en condiciones...

Por suerte, no todos los LBJ eran tan difíciles de identificar que tuviese que esperarme a estar de vuelta en casa para consultar todas las guías, escuchar reclamos y demás; algunos ya me dieron la satisfacción de llevármelos tachados del campo, como este serín gorgiblanco Crithagra albogularis, una especie de canario bastante gorda y cantarina.

Y otros no eran nuevos, pero gusta verlos de nuevo, y que además posen confiados para uno. Este jovenzuelo de collalba familiar Oenanthe familiaris me recuerda además mucho de cara a Üzüm, que está más o menos ahora en el mismo estadio vital, con restos de boqueras y el pecho punteado típico de los mirlos y papamoscas recién emancipados (je, aunque el nuestro no parece querer irse de casa aún...).

 Los bordes de la granja venían definidos, a mayores de por la verja, por un seto de pitas más o menos continuo. Me hizo gracia ver cómo, a falta de árboles en buena parte de la zona, las aves más pequeñas de las que nidifican en cavidades de la madera muerta utilizaban los tallos secos de las flores de estos agaves para nidificar. Claro que dichos tallos muy anchos no son, por lo que los nidos que encontré, que no fueron pocos, estaban todos a apenas un metro sobre el suelo, donde había el espesor justo para que aves como el carpintero cardenal o el barbudo pío Tricholaema leucomelas pudiesen excavar su nido. Estos barbudos tienen un reclamo muy gracioso, como de trompetilla, que poco a poco voy aprendiendo a reconocer.

Y termino ya con la rapaz no migratoria que más me estoy encontrando por estos lares: el azor lagartijero claro Melierax canorus (lo de "canorus", por esto); un bicho que más que a azor a mí me recuerda a un aguilucho, con esos zancos largos y desnudos que se gasta para sacar a sus presas de entre las matas espinosas y las macollas de hierba donde puedan intentar esconderse. Pobre bicho, ¡qué calor se le veía que estaba pasando, el único día en que sí nos hizo sol durante el muestreo! Y no era el único...

domingo, 18 de marzo de 2018

Medio pie

 Ayer sábado volví a Soetdoring: la reserva cerca de Bloemfontein donde ya estuve hace algo más de un mes con los postdocs. Día de clima similar, alternando momentos de cielos despejados con otros de nubes densas amenazando tormenta, pero con temperaturas en descenso ya, que enseguida se nos echa encima el otoño. Y además con el campo menos verde, pues todas las herbáceas empiezan ya a madurar y a secarse. Momento ese del año que siempre temo en España, pues las espiguillas secas se le meten a uno por todos los resquicios de calcetines y calzado y tornan cualquier caminata por el campo en un martirio... Curiosamente no es así aquí, cosa que me ha sorprendido gratamente: casi todas las gramíneas parecen tener espigas muy suaves y plumosas, y no se enganchan en la ropa (al contrario que otras plantitas que también están empezando a fructificar por el Campus y a dar la lata).

 Si caminamos ayer, en vez de ir viendo bichos desde el coche, es porque fue una visita "académica": parte de las prácticas de campo de la asignatura de Conservation Ecology, de la que di también esas clases de hace dos semanas. Hacer la verdad no hicimos mucho, y lo que hicimos tuvo más de 'ecología' que de 'conservación', pero creo que los alumnos lo pasaron bien. Y yo encantado de salir al campo con ellos, vaya, que siempre me lo paso bien viendo cómo les cambia la cara con cada pequeño descubrimiento.

 Bichos por lo demás vimos algunos más que en mi visita anterior, aunque no nos fuimos parando a hacerles fotos, que no era lo que tocaba. Sí pude hacerle alguna a este mono vervet Chlorocebus pygerythrus que esperaba junto a la puerta de acceso a la reserva a que le cayese algo desde las ventanillas de los coches.

 Y en un momento en que los alumnos estaban ocupados midiendo espinas de acacias, también pude escaparme yo a ver qué caía. Este macho de alcaudón dorsirrojo Lanius collurio, que no sé qué hace que no está ya camino de Europa, estaba también atento a lo que se pudiera mover entre la hierba, que como el día estaba fresco y ventoso no era mucho. Pero aún soy lo suficientemente neófito en este país como para seguir sumando especies cada vez que salgo de la ciudad: en este caso una nueva para el país (pero común en Europa, el andarríos chico) y una nueva para la categoría "absoluta" (la terrera capirotada Calandrella cinerea, una alondra muy apañada y, cosa rara, fácil de identificar)...

... y una más. Una de las pocas para las que habría que establecer categoría nueva de "no me creo la suerte que he tenido" o algo así, seguramente con algún taco intercalado. Caminando por la zona de la imagen, de manchas de arbustos y hierba más o menos crecida, alternando con los senderos abiertos por los antílopes, salió de repente casi de mis pies una "codorniz". Pero que no gritó al levantarse como suelen hacer, y que voló apenas una decena de metros antes de dejarse caer, en vez de volar bastante más lejos, como suelen. Y con las cobertoras apreciablemente más pálidas que el resto de las plumas del ala... en fin. Sabía lo que era casi desde el principio, pero "no podía ser". Y tuve que levantar otro más antes de convencerme a mi pesar de que, sin planteármelo ni remotamente, acababa de tacharme el torillo Turnix sylvaticus, el que debe de ser el pájaro más enigmático del Paleártico occidental. Los torillos son limícolas con pinta de codorniz, que viven en regiones abiertas de los trópicos del Viejo Mundo. Cosa rara (pero como en otros grupos de limícolas) tienen dimorfismo sexual invertido: las hembras son el sexo más ornamentado, el que emite de noche el canto retumbante que les ha valido su nombre común para atraer a los machos (aunque más que a toro, suenan a alguien soplando en una botella). Más curiosidades: sus patas parecen las de pequeñas avutardas porque no tienen dedo posterior, lo que les valió el nombre inglés de hemipodes. Y no excretan urea (blanca) junto con las heces como casi todas las aves, sino urato (azul).

Solo una especie aparece/ía también en Europa: el torillo andaluz, que vive además en toda África subsahariana (incluido Soetdoring, por lo que se ve), la India, Filipinas y el Sureste asiático. Los torillos vivían en el Paleártico en torno al Mediterráneo en un hábitat muy concreto: zonas de vegetación muy abierta cerca de la costa, normalmente palmitares. Y como estas zonas han dado paso en su mayor parte a urbanizaciones, pues allá fueron los torillos. O no, no se sabe: salvo en época de cría es una especie muy difícil de detectar, que se sabe que queda en un par de sitios contados de Marruecos y que probablemente ha desaparecido ya de la Península. O a saber... Vaya, que con tanta suposición en torno a la especie, os podéis imaginar lo poco que contaba yo con verlos... un reto vital menos.

viernes, 16 de marzo de 2018

(Herpetos) Medianos

Como no me da la vida (para variar) para sentarme con las fotos del viaje al Cabo Oriental y seguir organizándolas, vamos a meter una entrada algo diferente, aunque no muy desligada del tema de los herpetos. Ya sabéis que Bloemfontein es famosa (es un decir) entre otras cosas por ser el lugar de nacimiento del amigo Tolkien. Y aunque el escritor dejó el hemisferio sur con solo tres años, la ciudad y el país se enorgullecen de haberle visto dar sus primeros pasos: su casa natal se la llevó por delante una riada, pero sus restos se conservan en un hostal no lejos de la universidad. Y son tres (que yo sepa) las especies de herpetos locales bautizadas en honor a sus personajes más queridos: los hobbits.

Wikifoto
 Empezando por la rana de tormenta de Bilbo Breviceps bagginsi. Las ranas de tormenta son anfibios muy pequeños y propios de zonas arenosas que pasan casi toda su existencia enterrados (por lo que son muy difíciles de detectar; esta especie en concreto se describió aún en 2003), a la espera de que caiga alguna tormenta excepcionalmente intensa. Entonces salen en tropel de sus refugios, se reproducen, y desaparecen de nuevo. No sin antes dejar tras de sí un reguero de renacuajos y de fotos curiosas.

CC - SAIAB
 También muy pequeña, difícil de detectar y descrita hace nada (en 2014) es esta otra rana, el caco de Thorin Cacosternum thorini, rey de los enanos. Los cacos son unas ranas, ejem, enanas, que salen de la nada en cuanto llueve y forman coros ensordecedores en las charcas donde crían... coros tan ensordecedores como exasperantes, pues incluso teniendo la nariz pegada al agua son casi imposibles de ver, pues cantan camufladas entre la vegetación flotante sin apenas asomar a la superficie.

Wikifoto
 Acabamos la entrada con una bestia parda, el lagarto armadillo gigante Smaug giganteus, de notable parecido con un dragón. A pesar de su tamaño, es también tristemente muy difícil de ver, pues sus poblaciones se han visto muy diezmadas por el mercado de mascotas. Viven en grupos familiares en madrigueras, en zonas de praderas de montaña, y por la mañana salen a solearse a la entrada de las mismas, estirados hacia arriba en una postura característica que les ha valido su nombre inglés: sungazers, "los que miran fijamente al sol". Un nombre que bien podría firmar el que ha inspirado esta entrada...

Y cierro ya la entrada con una foto de Radagast el Pardo, cuidando de una de sus criaturas, cagona y casi tan apestosa como él...

lunes, 12 de marzo de 2018

Clasificado

Tres clases, tres
"Ah, que se me olvidaba. La semana que viene [que fue la semana pasada] me voy al Kruger a un congreso. Das tú mis clases, ¿vale...?"

... pues "vale", claro, qué le vamos a hacer; ni que fuese yo el primer postdoc al que le caen ocho horas de clase sin apenas tiempo para prepararlas... al menos se supone que es algo que me gusta. Y de las ocho horas, dos eran repetir otras dos: es lo que tiene que haya un grupo de inglés y otro de afrikaans. Lo que me dio más dolores de cabeza fue pensar en de qué hablarles durante el seminario de tres horas del jueves por la tarde... tenía que ser algún tema de biología de la conservación que no se tocase en el temario oficial, y a poder ser algo medianamente moderno y entretenido. tras sopesar varias opciones, decidí que "Ciencia ciudadana" era un tema tan bueno como cualquier otro; y además especialmente interesante para los que siempre andamos escasos de dinero y agradecemos especialmente que alguien se preste a echarnos una mano por nuestra cara bonita.

Pero lo que quería comentaros era que, para rellenar mejor el hueco de clases, estuve buscando algún documental que hablase del tema; y me encontré no ya con uno, sino con una serie de cuatro: The Crowd and the Cloud, que se pueden ver gratuitamente por Internet (y con subtítulos incorporados). Me parecieron una buena forma de conocer iniciativas de gente la mar de avispada: desde usar datos de los inhaladores de los asmáticos para medir los niveles de contaminación en tiempo real, hasta instalar sensores en tablas de surf para registrar cambios en el agua de las zonas costeras; pasando por los programas de censos de aves llevados a cabo por voluntarios, que son los proyectos de ciencia ciudadana que más tiempo llevan de forma ininterrumpida. Echadles un ojo una tarde de lluvia que os aburráis...

sábado, 10 de marzo de 2018

Otras criaturas rastreras (CO IV)

 Otro día en una granja cualquiera al norte de Grahamstown. Otro día en que al ver el cielo engañosamente cubierto creemos vernos a salvo del sol, pero en que las quemaduras en la nuca al acabar la jornada nos recuerdan que siempre hay que protegerse, y más en estas latitudes. "Quemaduras en la nuca" porque, como ya intuís, para buscar tortugas hay que echar el rato mirando al suelo...

 ... y mirando, mirando, uno acaba sorprendiendo a otras cuantas criaturas, que desprovistas de concha, y más ligeras, desaparecen en menos que canta un gallo. Fue toda una prueba de paciencia intentar fotografiar lagartos durante el muestreo, pues las más de las veces lo único que llegaba a ver era una centella desapareciendo entre las matas. Pero yo venía ya curtido de trabajar con lagartijas en condiciones similares en Aranjuez, y sé que si uno se aproxima milímetro a milímetro consigue acercarse lo suficiente como para dejar constancia de por ejemplo un encuentro con un Trachylepis variegata; otro escinco más de este género tan rico en especies en Sudáfrica, cuyos componentes parecen cubrir todo el rango de hábitats disponibles.

 Me hizo especial ilusión conseguir fotografiar (como herramienta imprescindible para poder identificarlas, pues mi exigua experiencia local no me da como para poner nombre a un lagarto de solo un vistazo) esta lagartija "de verdad", el primer lacértido que me tacho en Sudáfrica: un Pedioplanis (lineoocellata) pulchella. Hay en Sudáfrica muchas lagartijas como esta que de un primer vistazo recuerdan a nuestras (je, "nuestras" ¿de quién? ¿De dónde?) lagartijas colirrojas, con las que comparten querencia por los terrenos muy abiertos, todas muy parecidas. Y todas muy pequeñajas: me refiero a que todos los lagartitos que vi a lo largo de esos días eran bien pequeños, no creo que ninguno pesase lo suficiente como para pillarlos con un lazo, y por lo demás eran todos endiabladamente rápidos y desconfiados; ni hablar de cogerlos a mano. Supongo que de querer muestrearlos habría que hacerlo con trampas de caída, que otra no se me ocurre...

 ... bueno, claro, o si acaso con ametralladoras. Pues junto a las sabandijas diminutas de antes, nos encontramos también con varios varanos, leguaan por su nombre local, tanto del Nilo (que ya había visto) como de roca Varanus albigularisel mayor lagarto del continente; como la mala bestia de arriba, que con facilidad sobrepasaba el metro y medio.

 Para calmar un poco los calores de la jornada, nada mejor que dar una vuelta tras la puesta del sol, pues Grahamstown es una ciudad bastante segura. Convenientemente duchados y avituallados en el Rat and Parrot, que parecía ser el lugar de referencia de toda la juventud local, nos fuimos una noche a recorrer el jardín botánico, situado junto a la universidad y de acceso libre. Nos cruzamos con varios sapos como este, que tras dudar de si no serían Sclerophrys pardalis los di al final por S. rangeri, la especie que también tenemos más al norte.

 Este pequeñín al menos sí era nuevo: un bebé de geco, un Pachydactylus maculatus (otro género con muchas -demasiadas- especies en este país) que se asustó tanto al vernos que soltó la cola sin que lo tocásemos siquiera.

Mas lo que en realidad íbamos buscando en el jardín era otra especie, pequeña también, pero porque así es su naturaleza: un camaleón enano Bradypodion ventrale; una de las varias especies de este género endémicas de Sudáfrica, la mayoría con distribuciones tremendamente reducidas. No es que sean bichos nocturnos, pero de noche se vuelven blanquecinos y resultan mucho más fáciles de divisar entre la hierba alta y los arbustos que de día. Y además, que se va uno a la cama mucho más contento tras sumar a la lista un bicho tan carismático como un cama-león...

viernes, 9 de marzo de 2018

Pollo con espinas

Foto de su orgullosa madre adoptiva
 Üzüm, "uva" en turco, es la adición más reciente a nuestro heterogéneo círculo social de postdocs y similares. La secretaria del departamento vino hace un par de días al despacho con una caja de folios vacía; bueno, no vacía, con Üzüm dentro, y nos lo dejó para que nos ocupásemos de él. Tras cebarlo un poco con los tenebrios que tenemos para los reptiles, y ver que las tragaderas del bicho no parecían tener fin, decidí que sería más juicioso encalomárselo cedérselo a alguien con sobrada experiencia en sacar pollos adelante y un amor por los animales mucho más sentimental que el mío (pues yo habría dejado a Üzüm a merced de los depredadores, que también tienen derecho a comer, los pobres): Duygu.

Así le abre la boca el malcriado, pidiendo comida. Üzüm es un zorzal del karoo Turdus smithi, y como muchas otras aves que se alimentan de presas escurridizas (como los pingüinos, por ejemplo) tiene el paladar forrado de espinas que apuntan hacia abajo y que ayudan a que la lombriz sepa por dónde tiene que bajar, haciendo un poco las veces de dientes.

Üzum debe de ser ya de las últimas hornadas de pollos de esta temporada por aquí abajo. Pero como ahí arriba estáis a punto de empezarla, nunca está de más recordar qué hacer cuando uno se cruza con un pollito desvalido (spoiler: la respuesta no es "traérmelo"). Echadle un ojo.

jueves, 8 de marzo de 2018

Revistas borrascosas

 Hoy ha sucedido lo que muy pocas veces desde que estoy en Bloemfontein: ha amanecido nublado. Y no solo nublado, sino lloviendo incluso. Me he acordado de todas las tormentas y temporales que habéis pasado este invierno por ahí arriba; y me he acordado también de Ramón, el editor de Es Madrid no Madriz. Puede que hayáis echado en falta el número de febrero; es que no llegó a salir. Pero tras haber tenido que luchar contra los elementos, Ramón ha sacado adelante el número de marzo, y seguro que después de leerlo estaréis ya esperando el de abril. Este que toca ahora va sin colaboración mía, pero eso es lo de menos, que el resto del contenido es tan interesante como siempre. Que lo disfrutéis.


martes, 6 de marzo de 2018

A paso de tortuga (CO III)

Me estoy dando cuenta de que todavía no os he dicho qué fuimos a buscar entre las matas de plantas suculentas de la costa sur de Sudáfrica... la respuesta es "tortugas". Pero no cualquier tortuga, sino tortugas onduladas Psammobates tentorius: unas criaturas preciosas, no más grandes de adultas que una mano, con un dibujo radial en amarillo y negro en cada una de las escamas abultadas de su caparazón. Zhao, el estudiante de doctorado del grupo de Joaquín, realiza su tesis sobre las relaciones de parentesco entre las tortugas de este género; y esta especie en concreto se describió a partir de ejemplares capturados en las granjas del valle del Great Fish al norte de Grahamstown, por lo que Zhao quería muestras de tortugas de esta zona para asegurarse de estar asignando el perfil genético correcto a los ejemplares de esta especie.

Y paseamos granjas de arriba a abajo y de lado a lado, soportando sol, niebla y tormentas; y que nuestro jefe oriental no conociese el dicho de mi antiguo jefe ibérico (al grito de "al campo venimos a currar, no a sufrir" solíamos trabajar mucho, sí, pero recuperar fuerzas luego a mantel puesto). Y encima, para no encontrar ninguna tortuga... bueno, ninguna de las que nos interesaban, pues sí nos encontramos muchas tortugas anguladas Chersina angulata, especie endémica del fynbos sudafricano.

Una pareja. Al contrario que en casi todas las tortugas terrestres, en la angulada los machos son mayores que las hembras, y tienen además ese llamativo espolón en la parte frontal del peto, como el de una galera, que utilizan para intentar voltear a sus rivales en la liza por las hembras (hacia la mitad del vídeo).

Estas tortugas resultaron ser relativamente frecuentes, ya veis, y además presentaban un colorido algo variable. También les cogimos muestra de ADN, para otro proyecto del grupo de Joaquín.

Aunque en número menor, también nos encontramos varias tortugas leopardo Stigmochelys pardalis, muchas de ellas de tamaño gigantesco. Al igual que con tantos otros animales,sorprende lo cerca que puede tener uno un bicho así de masivo sin enterarse de que está ahí.

Sorprendimos incluso a un par de grandes hembras de esta especie en pleno proceso de prepararles la cuna a las futuras generaciones. Nos quedamos bastante rato mirando, pero no llegamos a ver la puesta en sí; parecía que no se quedaban nunca satisfechas de seguir excavando y profundizando el hoyo, aunque apenas ya si llegasen a alcazar el fondo con las patas...

Nos cruzamos incluso con más de un galápago Pelomedusa subrufa de excursión temeraria a través de las carreteras de grava. Podéis ver en la foto lo que os comenté en su día de la diferencia entre pleurodiros como este y criptodiros.

Finalmente, al atardecer del último día de muestreo, cuando ya dábamos todo por perdido, Zhao localizó los restos de una tortuga ondulada, muerta tiempo ha, pero mostrando aún su coloración característica. Y nos los trajimos para ver si aún había algo de ADN que rascar, que menos da una piedra... igual hasta dan para una sopa.

domingo, 4 de marzo de 2018

Inculturización

Fotografía de aquí
 No soy yo mucho de practicar deportes; mucho menos de verlos, ya me conocéis. Pero como la presión social pega fuerte, me dejé liar ayer para ir a ver un partido de rugby; igual que en Dijon fui aquella vez a ver uno de hockey sobre hielo.

En todo caso, el rugby tiene por estas tierras un arraigo mucho mayor (entre los afrikaner, cierto es) que el que tiene el hockey en Borgoña, aunque las gradas del Toyota Stadium estaban tan vacías que no daba la impresión de que los Cheetahs levanten grandes pasiones... Tal vez sea porque el equipo visitante era irlandés (los Connacht, de Galway); por algún motivo que desconozco (me lo explicaron y lo olvidé...) este año los Cheetahs juegan contra equipos europeos. El equipo local empezó ganando, pero los irlandeses remontaron y mantuvieron una ventaja cada vez más exigua a lo largo de todo el partido, hasta que en la última jugada cometieron una falta, y al tirarla los Cheetahs marcaron, se adelantaron en el marcador y sonó la campana.

 De la calidad del partido en sí no puedo decir mucho, claro, pues no sé prácticamente nada de las normas de este deporte. Me lo esperaba más "movido", no sé; daba la impresión de que a cada rato se estaba deteniendo el juego por una falta, un fuera, una asistencia médica o similar. Y en cada una de estas ocasiones el campo se llenaba de utilleros y otro personal técnico, dándole un aire un tanto informal al encuentro.

 De hecho la división entre las gradas y el campo era nula: cosa que agradecimos al estar sentados casi en primera fila, pues era una primera fila real; aunque cuando volaban balones del campo a los espectadores no pareciese tan buena idea... Al acabar el partido, el público saltó al campo con total tranquilidad para felicitar a los jugadores y hacerse selfies con ellos, y los padres para jugar con sus hijos con los balones que se habían traído de casa y así; todo como muy de pueblo en el buen sentido, muy relajado. Y no es que pierda el culo por repetir, pero al igual que con el hockey, tampoco me importaría. Además que lo mejor del evento para mí estaba fuera del campo: me duele el cuello hoy de mirar hacia arriba a cada rato, contemplando  embelesado cómo sobre el terreno de juego varios cernícalos del Amur* hacían cabriolas para capturar al vuelo los insectos atraídos por los focos... Dad gracias a Duygu por las imágenes de esta entrada, que yo me quedé sin batería intentando grabar los halconcitos.

*Para variar... una especie tan icónica que, vista la primera vez, parece volverse de lo más común y vulgar...

viernes, 2 de marzo de 2018

Los mil colores del mapa (CO II)

Junto a la puerta del despacho del que apenas salgo estos días (de ahí el poco caso que os hago) hay colgado un mapa similar a este con los tipos de vegetación de Sudáfrica; si me apuráis aún con más colores. A simple vista ya se ve que, si bien la zona centro del país, donde vivo, se ve bastante homogénea (en el mapa, y sacando la cabeza por la ventana), a medida que uno se va acercando a la costa sur el mapa se llena de parches. Y esos parches teóricos os aseguro que se corresponden con lo que uno ve en la realidad.

 El "Great Escarpment" (Gran Risco), del que la cordillera de los Drakensberg al este es la sección más conocida, limita la meseta central sudafricana. Hacia el sur va perdiendo altura a base de pliegues y más pliegues paralelos, casi como un cartón ondulado, el "Cape Fold Belt" (el Cinturón de Pliegues del Cabo). Y en esa zona, que merced a tanto capricho geográfico y al clima alberga una diversidad de vegetación excepcional, pasamos los tres primeros días de nuestro muestreo.

 Si bien la vegetación propia del entorno de Grahamstown, ciudad universitaria donde dormíamos, muy agradable y animada (tanto que hasta burros y vacas había por las aceras, comiendo directamente de las papeleras), es el "Albany thicket"; las granjas cercanas al río Great Fish, que cruzábamos constantemente a lo largo del día, presentaban una vegetación de aspecto mucho más desértico. Pasamos literalmente kilómetros y kilómetros de masas de "cactus"...

... que resultaban luego no ser tales sino masas de euforbias que, enfrentadas a las mismas presiones ambientales, evolucionaron hasta adaptar morfologías muy similares a las de sus lejanísimos parientes americanos.

Y la verdad es que en algunas especies el parecido resultaba realmente notable. Son muchas las euforbias (género que incluye otras especies tan distintas como la flor de Pascua, o las humildes lechetreznas europeas) que en África (incluidas las islas Canarias) han adoptado esta peculiar y espinosa morfología, llegando algunas a crecer como arbolillos de varios metros de alto.

En realidad también hay cactus de verdad en Sudáfrica, pero como especies invasoras. A lo largo del muestreo nosotros nos las vimos y nos las deseamos sobre todo con una especie de chumbera de tallos cilíndricos en vez de aplanados, Opuntia aurantiaca, que a la que uno se descuidaba se llevaba una desagradable caricia en las piernas.

En otras zonas (sería por el suelo, por la cantidad de agua... no sé), la degradación del matorral de Albany no devenía en matorrales de euforbias, sino en masas más o menos cerradas de aloes arborescentes de varias especies, que imagino deben de formar todo un espectáculo cuando florezcan a la vez en pleno invierno austral.


 Por tener teníamos hasta bosques "de verdad" a orillas del Great Fish: el bosque subtropical de las costas sudafricanas del Índico, que alberga muchas especies de aves y otros animales exclusivas, comienza a crecer aquí y se va volviendo cada vez más dominante cuanto más al este y al norte.

A propósito de este río, y de los verdes paisajes de la entrada anterior, me gustaría comentar una curiosidad: el Great Fish es un río grande, permanente; pero muchos de los ríos del interior del país son de cauce más bien efímero, y es ahora en verano, en la estación lluviosa, cuando deberían bajar con agua. Pero estaban todos secos, a pesar de las tormentas que se suceden con regularidad cada tarde. Aparentemente antes llovía más "a la gallega", de forma continua, con los cielos cubiertos; pero cada vez las lluvias llegan más en forma de tormenta. Tormentas que empapan la tierra y riegan las plantas, y por eso uno ve todo verde en derredor, pero cuya humedad seca luego rápido el sol que brilla de continuo, por lo que el agua no llega a los ríos. Aquí en Bloemfontein vamos camino de la estación seca, y a tenor de los avisos municipales no parece que las reservas de agua se hayan enterado de que hemos pasado la húmeda... a ver qué tal pinta este invierno.

En cualquier caso, lo que nosotros íbamos buscando era las zonas más secas de entre las secas, allí donde la vegetación aparecía dominada por pequeñas matas de plantas de hojas carnosas: los primers trazos de karoo suculento, el bioma dominante de la costa oeste sudafricana.

 Y buscábamos este ambiente porque las masas de mesembriantemo, con su aspecto a medio camino entre mata de tomillo y uña de gato, y flores de margarita (lo del centro de la foto no; eso con forma de anémona o de estrella de mar es otro tipo de euforbia, otra más...), que dominan en ese ambiente, son el alimento favorito del bicho que pretendíamos muestrear. Que ya quedará para la siguiente entrada...