Es solo ahora que, al perder los grandes robles sus hojas, llega algo de luz al antiguo molino situado junto al arroyuelo que salta entre grandes bloques de granito, teñidos de verde por el paso de los siglos: Galicia. O, al menos, la que la Xunta intenta vender fuera de aquí...
Galicia: mil aldeas de cien casas, las cien diferentes, las cien horrorosas. Aldeas de bloque de hormigón visto, uralita roñosa y cables de la luz que, como lianas, saltan una y otra vez de un lado a otro de las calles cementadas. Aldeas de perros mestizos que ladran, cobardes y desconfiados, al paso del visitante; perros que como en el resto del mundo se parecen a sus dueños.
Galicia: fincas en medio del monte, cercadas por somieres, rodeadas por los restos chamuscados de eucaliptos y pinos, entre los que arraigan ahora con alegría las mimosas, animadas por la luz y abonadas por la ceniza.
Galicia: ahora también, paraíso de la velutina, cuyos nidos como balones de papel destacan mucho ahora en lo alto de los árboles sin hojas. Esta Galicia mayoritaria no la promocionarán, no; ni se preocuparán de ordenarla lo mas mínimo... Pero esta Galicia, mucho más la fea que la idílica, es la que realmente entiendo como mía; aunque sea a través de la queja, sentimiento que por otra parte se nos supone connatural a los nativos...
Pero bueno, dejemos de triturarnos con dolor por un instante, para volver de nuevo la vista a la Galicia de los anuncios de la tele... Ayer por la mañana fui con JaviP a recorrer una ruta muy prometedora, con sus molinos históricos, espesuras y regatos.
Nos perdimos por corredoiras solitarias monte arriba del Ribeiro más vitivinícola, en tierras de Carballeda de Avia. Nos perdimos... literalmente, quiero decir: la información que habíamos encontrado por Internet, y la de los escasos carteles indicativos con que nos cruzamos, no casaba nada bien con lo que en realidad nos íbamos cruzando; y para estar de vuelta para comer como pensábamos tuvimos que desandar lo andado cuando apenas llevábamos un tercio de la misma.
Una segunda consulta a Internet ya después en casa desveló el origen del problema: a alguien se le olvidó poner un 1 delante de los 7 Km que se supone tendría que tener el recorrido completo...
Siete kilómetros, y aún ocho, son los que finalmente hicimos; y en honor a la verdad, buena parte de los mismos fueron por zonas la mar de bonitas. Nos quedamos con ganas de volver en otra ocasión, mejor pertrechados para acometer el sendero en su totalidad.
Pensativos ante el camino que nos queda por recorrer, y quemados, pero aún con vida, como el castaño de la imagen; una imagen que resume la mañana de ayer, y nuestro devenir vital, en general. Quejar nos quejaremos mucho, pero ¡que se prepare 2019!