Por lo poco que os he podido enseñar en las entradas anteriores, habéis visto que Terceira es una isla bonita. No es con todo la que tiene los paisajes más espectaculares de Azores, ni tampoco, por desgracia, la que alberga la única especie de ave terrestre endémica del archipiélago: nuestro querido priolo Pyrrhula murina. Así que tocará volver, al menos a São Miguel, y ojalá que más pronto que tarde... De todas maneras, a pesar del tempo limitado que tuvimos, la verdad es que el pajareo se dio bastante bien, y sí pude ver todas las aves terrestres de las islas, desde las subespecies endémicas hasta las especies introducidas; y además muchas de ellas se dejaron fotografiar. Vamos pues con una serie de fotos, para dar por concluida la serie de entradas sobre el congreso...
A mayores del camachuelo que comentaba antes, sin duda el pájaro más diferenciado del archipiélago, y que más ganas tenía de ver, es la subespecie azoreana de pinzón vulgar Fringilla coelebs moreletti. Como sucede con las otras razas diferenciadas de esta especie (en el resto de Macaronesia, y en el norte de África), las hembras son indistinguibles de las continentales, pero los machos sí son llamativamente distintos, con la espalda gris verdosa en vez de marrón, el pecho de color mucho más discreto y el pico apreciablemente más grande.
Otro más, oculto entre el follaje de un cedro japonés. El canto de estos bichos también se me hacía distinto; al menos el de algunos, que emitían un trino tan simple que me recordaban bastante a un escribano soteño. En fin, bichos curiosos... pájaros que por otra parte no es que fuesen escasos, pero según pone en las guías me los esperaba más abundantes y urbanos, además.
A ellos y a los canarios silvestres Serinus canaria, que contaba yo con verlos en los jardines de Angra, como en Tenerife, y no siendo el día que hicimos la ruta de Mistérios Negros creo que no los vi más.
Los mirlos Turdus merula azorensis en cambio sí eran mucho más frecuentes. Al contrario que con los pinzones, aquí no es el macho como el de la foto, sino la hembra, la que resulta más distinta de las continentales; bastante más oscura.
De todas maneras, como os dije en alguna entrada anterior, las Azores son unas islas en general bastante jóvenes, y muchas de las "subespecies" locales están tan poco diferenciadas que no son pocas las obras que ni las reconocen. Ajenos a estas disquisiciones, los estorninos pintos Sturnus vulgaris granti venían a dar la lata al muro de la finca mientras desayunábamos.
Un par de palomas torcaces Columba palumbus azorica, de color en general más oscuro que las continentales, y con la mancha blanca del cuello más reducida; pero en general bastante reconocibles...
Y cómo no, un machete bien majo de curruca capirotada Sylvia atricapilla gularis, que parecía un tanto tristón al verme, ahora que ya no me dedico a estudiarlas. De pajarillos pequeños autóctonos, también vi, pero me quedé sin fotos, las lavanderas cascadeñas y los reyezuelos sencillos. También vi un par de busardos ratoneros (los "azores" que en origen dieron nombre a estas islas), únicos depredadores nativos del archipiélago junto con...
... los búhos chicos Asio otus, que desde luego no contaba yo con ver. Pero había una pareja criando en una morera del patio de una guardería en Praia da Vitória, y se les veía perfectamente desde la calle. Me hizo mucha ilusión la verdad, pues es una especie que he visto muy pocas veces, y nunca tan bien.
Completaban el elenco de aves terrestres las dos especies introducidas más ubiquistas, gorriones comunes y palomas domésticas, y además jilgueros, y los picos de coral, de los que vimos unos cuantos en el paúl de Praia da Vitória. Este humedal es, como os decía hace unas cuantas entradas, un imán para las rarezas americanas durante la estación fría. Ahora en verano también tenía su bicho raro, para que no nos fuéramos de vacío:
Un morito común Plegadis falcinellus. No es que me muriese de alegría al verlo precisamente, pero oye, una rareza es siempre una rareza, aunque no sea rara allá de donde viene uno. Como cuando "me taché" las urracas o el escribano montesino en Mallorca. Aquí en el paúl criaban además ánades azulones, fochas comunes y gallinetas comunes, que son las tres colonizadoras relativamente recientes de las islas. No vi en cambio ni agachadizas comunes ni becadas, las dos limícolas reproductoras en Azores, que no me hubiese importado nada añadir a la lista...
Pasamos de las aves terrestres a las acuáticas, y entre éstas de las dulceacuícolas a las marinas, de las que hay una buena representación en este archipiélago. Empezando por la subespecie local de gaviota patiamarilla Larus michahellis atlantis, de dorso más oscuro que las peninsulares, y que además tiene el capuchón oscuro que se les pone a muchas gaviotas grandes en invierno mucho más extendido, y durante más tiempo, que éstas (foto comparativa); recordando así un poco a una gaviota sombría.
Ya entre los juveniles, había mucha variación, pero algunos eran desde luego llamativamente oscuros, tanto que estoy seguro de que harían sudar a más de uno si apareciesen de esta guisa en el continente...
Pero no había muchas gaviotas, al menos en Terceira, cosa que me sorprendió un poco. Los charranes comunes Sterna hirundo, que crían dispersos por todas las islas, incluso en el puerto de Angra, eran mucho más abundantes de hecho. Entremezclados con ellos crían además los charranes rosados, que tienen en Azores su principal lugar de reproducción en el Atlántico norte; pero ésos, ¡ay!, me los comí con patatas. Crían también en Azores varias especies de paíños y pardelas, pero que no se dejan ver mucho por Terceira (y menos de día, claro, pues estas aves acuden a las colonias por la noche): sí vimos al menos, y sobre todo escuchamos, pardelas cenicientas llegando del mar a sus nidos en los acantilados, alumbradas por la Luna...
Por terminar con el apartado de endemismos azoreanos me gustaría hablaros del único mamífero autóctono, que es claro está un murciélago: el nóctulo de Azores Nyctalus azoreum. Con ser el más pequeño de los nóctulos europeos, sigue siendo sin embargo bastante mayor que muchos de los murciélagos "corrientes", y sobre todo llamaba la atención porque en estas islas, donde no hay ni gavilanes o halcones que se los puedan comer, ni golondrinas o vencejos con los que competir, salen a alimentarse cuando todavía quedan bastantes horas para que se extinga la luz, y los veíamos cada tarde revoloteando frente al centro de congresos o las terrazas del puerto, para gran admiración de muchos congresistas... nada, una última pequeña maravilla más de estas islas, un último apunte de un viaje al que fui, visto el poco tiempo libre que íbamos a tener, con unas expectativas muy pobres; lo que me sirvió para verlas felizmente sobrepasadas. Tengo que aprender, para expediciones posteriores.