Vivir frente al estadio de la universidad es entretenido: siempre hay alguien haciendo cosas, y puede uno comentar la jugada, cual viejo viendo una obra. Pero tiene su parte mala también, que es que uno se come todas las celebraciones y competiciones que tienen lugar en él, tanto las que empiezan pronto, como las que acaban tarde.
De las matutinas tuvimos una buena sesión en enero: las distintas escuelas de la ciudad escogieron el estadio para hacer sus actos de apertura de curso, y juegos y concursos con los chavales y sus padres; actos que algunas veces empezaban con barbacoas y música atronadora ya desde las seis de la mañana...
Y de las vespertinas nos la estamos comiendo una ahora mismo; es la de las fotos de esta entrada: son los nuevos residentes de las distintas residencias del campus, que llevan desde media tarde de festival, cada uno vestido de un color. Y siguen ahora, que ya es de noche, con las niñas gritando y la música cada vez a mayor volumen... ni que estuvieran compitiendo por ver quién nos toca más las narices.
A ver; a ver a qué hora acaban. Que mañana los doctores tenemos que madrugar...
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