viernes, 30 de septiembre de 2016

"Convivialité"

 Este lunes recibí la siguiente invitación en mi correo de la uni:

Bien, ¿no? Por fin una oportunidad de conocer gente que esté más o menos en mi misma situación, y con ganas de charlar un rato. A ver qué tal sale... salir, lo que es la la uB, le va a salir gratis: encantado con el anuncio de una cuchipanda gratuita, pero preocupado porque no pidiesen confirmación para ver con cuánta gente contar ("por que claro, si organizan cuchipanda para... 20, y al final vamos 50, pues qué mal"), escribí al correo que veis en la imagen, confirmando a lo zaino mi asistencia para que contasen con el número de personas, para la comida. Y el hombre me contestó haciéndome notar un detalle no menor: que en la versión en francés del anuncio, pero no en la inglesa, venía indicado que cada cual tenía que llevarse su comida. Que la universidad pone la invitación y el césped para sentarse, vaya...

En fin. A ver si alguien defiende una tesis pronto o algo de eso, que tengo ganas de pinchos.

jueves, 29 de septiembre de 2016

"Tileopardo"

Al buscar ayer la entrada de las mandarinas que enlacé, me hizo gracia (pero no me sorprendió, que sé que soy bastante previsible) ver que casi cada año había escrito una entrada mencionándolas, con la excusa del cambio de fruta aparejado al devenir de las estaciones. Ligándolas a veces con los chopos, que junto con los castaños de Indias de que hablé el domingo son de los primeros árboles en empezar a perder el verde. Mirando los chopos del Botánico de Ciudad Universitaria desde la ventana del baño, cada día al lavarme los dientes, aprendí que los árboles en general tienden a amarillear "de fuera a dentro": esto es, que las hojas de las puntas (de la punta del árbol, y de la punta de las ramas intermedias) amarillean antes que las del interior; buscad, buscad un chopo lombardo cerca de vosotros al que controlar cada día, que con la forma columnar que tienen se ve mucho mejor. Por la calle en Dijon en cambio muchos chopos no hay, pero sí abundan en cambio los tilos, y me he dado cuenta de que, extravagantes ellos, no se amoldan a esa norma general, sino que se van poniendo amarillos "de forma aleatoria": ahora mismo se arrima uno a un tilo cualquiera y, entre el verdor general, hay toda una serie de ramitas que se han puesto amarillas por entero, mientras que las que tienen al lado no muestran ni las trazas. De modo que lucen ahora, vistos en perspectiva, como felinos exóticos y excéntricos: grandes animales verdes moteados de amarillo, bastante mal camuflados contra el fondo de edificios grises...

Madre mía, a ver si salgo al campo pronto.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Minneolas

Minneola. Porque supongo que "mandarina de tetilla" no quedaría bien en el cartel de la frutería... ¡Qué bien, que ya comienza la temporada de las frutas fácilmente transportables en la mochila!

PD. Feliz cumpleaños, JaviP; ésta te la dedico, que sé que estas entradas "de relleno", "chorras", te gustan especialmente...

lunes, 26 de septiembre de 2016

Apuntarse a un bombardeo

Me dio por jugar un poco a la "ruleta rusa" ayer al salir de Misa... Hacía un día de lo más agradable, con un sol templado luciendo en el cielo azul (nada que ver con el pasado domingo, de diluvio helador), pero al pasear por la avenida arbolada de vuelta a casa, de vez en cuando se escuchaba el ruido de algo contundente impactando contra el suelo, ruido que se multiplicaba si se levantaba algo de brisa. Sabía lo que era, y aún así ni cambié de acera, ni de ritmo. Ni miré hacia arriba tampoco, que siempre será mejor recibir un castañazo en la cocorota que en las gafas o la nariz. Eso eran: castaños de Indias, regando la calle con su cosecha anual.

Wikifoto
Son cosas que no acabo de entender: que desde la oficina que toque en el ayuntamiento no piensen en no plantar en las calles especies que pueden ser claramente molestas para los viandantes, con la de árboles que hay para escoger de tamaño moderado (mejor que te caiga una rama encima... que una "rama" del tamaño de un arbolito), hojas pequeñas (o mejor, perennes) y frutos secos y pequeños... Esperando una vez en autobús en Orense, en el parque de San Lázaro, me cayó no ya una castaña, sino un erizo entero de estos, y maldita gracia que me hizo. ¿Por qué pues ayer me comporté como lo hice? Bueno, pues no sabría explicarlo; supongo sin más que hay veces en que el cuerpo te pide vivir un poco al límite...

domingo, 25 de septiembre de 2016

sábado, 24 de septiembre de 2016

La 109, ¿la 110, la...?

Giran las manecillas del reloj, van pasando las hojas del calendario, y siendo más o menos conscientes de ello, nos plantamos hace nada en un nuevo otoño. Otoño que en Dijon ha comenzado con sol y temperaturas diurnas agradables, tras un último fin de semana de verano de diluvio y calefacción encendida. Con el discurrir de los meses, se acerca también pasito a pasito el final de mi estancia aquí. Y aunque eso pueda alegrarme en algunos aspectos, no es menos cierto que trae aparejado un "y después, ¿qué?", que de momento se ve como una nubecilla apenas perceptible allá en el horizonte, pero que sin duda irá creciendo con los días, veremos si transformándose en huracán. De momento, yo voy poniendo de mi parte lo que buenamente puedo: tras sacudir las telarañas del pedrusco, Sísifo comienza poco a poco a hacer girar la roca de nuevo. La 109 llegó ayer al Reino Unido, la 110 llegará hoy a Suiza, la 111...

viernes, 23 de septiembre de 2016

Purple Cactus

Espero que me perdonéis un poco de pose y de querer aparentar en esta foto: de alguna manera tengo que compensar haber quedado en la entrada de ayer a la altura del betún... Además que el objetivo de ésta es dar un cierre adecuado a las dos series sobre viajes: la de Francia y la de Bélgica. Si ambos viajes fueron posibles ha sido gracias al cada vez menos nuevo coche de Álex y Andrea: el simpático Cactus morado de la foto. Una feliz coincidencia además que su color coincida con el del coche de la canción "definitoria" de ambos viajes. Ea pues, a ver cuándo volvemos a pisar el campo; ¡que sea pronto!

jueves, 22 de septiembre de 2016

"Not today!"

 Continuando con el relato de ayer, tras pasar la mañana persiguiendo despreocupadamente ranas y sapos, quisimos hacer después de comer una de las rutas del sur del parque nacional. La misma empezaba como una pista a través de un bosque no muy distinto al de por la mañana, con charcas entremezcladas, y tras dar un giro salía del bosque y lo rodeaba, dejando al otro lado una suave pendiente cubierta de brezos y arbolillos jóvenes que descendía hacia un embalse. Nadando en el mismo, y posados en sus orillas, inconfundibles por su aspecto patilargo y desgarbado, había varios grupos de gansos del Nilo Alopochen aegyptiacus, una especie introducida bastante común en los Países Bajos. Todo era paz y tranquilidad: ni un alma a la vista, al contrario que durante la mañana. El sol que empezaba a caer resaltando los tonos anaranjados del matorral y los gansos…

… Lo que sucedió a continuación te sorprenderá.

 Mientras íbamos paseando por la pista, ya poco a poco de vuelta al coche, y coincidiendo curiosamente con un momento en que hablábamos de comer carne de caballo, empezamos a oír relinchos provenientes del bosque. Ya cuando estábamos dentro habíamos visto en algunas partes huellas de herraduras y montones de estiércol equino, así que no es que fuese una sorpresa. Seguimos andando, y al poco rato nos dimos cuenta de que a algo menos de cien metros por detrás de nosotros salía del bosque al camino, piafando mucho, un semental con pinta de Konik, o alguna otra raza de caballos antigua. Como es cada vez más frecuente que en las reservas haya hatos en libertad de caballos o vacas para mantener controlada la vegetación, pues tampoco le dimos mayor importancia. Pero el caballo relinchó con fuerza un par de veces mirando al horizonte… y después se giró hacia nosotros y, al vernos, aceleró el paso, mientras que con la cabeza gacha y las orejas hacia atrás, enseñando los dientes nos dirigía cariñosos relinchos que no hacían presagiar nada bueno…

 “Tú, que está todo cabreado, ¡vámonos!”, o algo así debí de decirle a Álex. Pero cuando empezamos a andar con paso ligero, el caballo hizo lo propio, redoblando sus señas de enfado… ¿Qué haríais vosotros en esa situación? Os digo lo que hice yo, que no soy precisamente la persona más valiente del mundo, y que no me siento especialmente relajado rodeado de animales mayores que una oveja: perdí completamente los nervios. Tras evaluar la situación en una fracción de segundo y darme cuenta de que el único árbol que quedaba cerca era un tronco muerto de abedul, podrido y sin ramas, eché a correr ladera abajo y alejándome del engendro hacia el embalse, con la idea de, si conseguía llegar antes de que nos alcanzase, saltar al agua. Tras unos primeros segundos en blanco, recuerdo ver por el rabillo del ojo cómo 1) Álex me seguía, y 2) que iba cada vez más despacio. Me sentí entonces a la vez horriblemente mal por haber echado a correr sin prestarle al pobre la menor atención, y tremendamente enfadado con él porque se estuviese parando. Me giré a decirle que se moviese y, según sus propias palabras, él descubrió entonces la literalidad de la expresión “rostro desencajado de terror” (¡qué bochorno…!). Me di cuenta de que no se escuchaba a la bestia, pero estaba terriblemente nervioso porque, al haber descendido por la ladera, ahora los arbustos impedían ver qué había más allá de unos pocos metros, y temía que la criatura saliese de repente de nuevo de entre los mismos, sin darnos tiempo a reaccionar y a seguir corriendo. Álex dijo que él al correr sí iba mirando hacia atrás, y que había visto cómo el  caballo llegaba hasta donde habíamos estado nosotros y que entraba en el matorral, pero que le parecía que se había detenido unos pocos metros después. Haciendo una evaluación rápida de la situación, Álex era partidario de remontar hacia el bosque, porque según él en campo abierto el caballo nos alcanzaría sin dificultad, mientras que en el bosque esquivando los árboles le costaría más correr, y además siempre podríamos subir a alguno. A mí el bosque no me había parecido tan denso como para frenar el avance de un caballo asesino, y además, dado que el caballo había salido de él, me parecía más juicioso seguir caminado por entre los arbustos y cerca del agua, para poder saltar dentro si venía, siguiendo la peregrina lógica de que el caballo no querría tanto matarnos como “echarnos de allí”, y que el agua le parecería ya “fuera” de su territorio. Y además, como el propio Álex recalcó (je, je), de todos es sabido que los caballos, como los hipopótamos, odian el agua. Como quiera que mi estado de nerviosismo no me permitía mover las piernas hacia arriba de vuelta al bosque, pues seguimos andando pegados al agua, contra el parecer de Álex. La verdad es que estuve tentado de darle la razón más de una vez, ya que la zona por la que íbamos caminando ahora entre los arbustos estaba llena de pisadas y bostas de caballo, pero a Dios gracias no nos cruzamos con ninguno más, que no sé cómo hubiera reaccionado yo. Llegamos eventualmente a un punto donde un pequeño arroyo que moría en el embalse había excavado un pequeño barranco y, tras cruzar esa pequeña barrera psicológica, me sentí por fin un poco más tranquilo.

De la manera más absurda, apareció entonces una señora de mediana edad en bañador preguntándonos cosas en flamenco, que cambió luego al inglés para decirnos que si éramos nosotros los que estábamos antes al fondo en la orilla del embalse… “sí, supongo que sí” “Pero ¿erais los que estabais nadando?” “¿? No” “Ah, no, nada entonces. Es que está prohibido nadar en el embalse…”. Genial, señora. La dejamos allí velando por la ley y deseando por un instante que el caballo nos estuviera siguiendo, y después de un rato, tras cruzar la verja que antes habíamos atravesado para empezar el recorrido, me sentí por fin a salvo.

Bueno, pues hasta aquí la historia. Espero que os haya gustado, y que no os estéis atragantando con la risa, como parece que le sucedió a todos los que les contamos esta near-death experience por wasap justo después de que nos sucediese ¬¬. Intentando darle algo de sentido a por qué el caballo se comportó así con nosotros, me puse a buscar por Internet cosas sobre ataques de caballos, y llegué a la página de este curioso hombrecillo, que parece saber mucho de caballos. Seducido por su parecido con John Hammond, le escribí contándole un resumen de lo de arriba y pidiéndole su parecer; por lo demás sin muchas esperanzas de que siguiese vivo contestase alguna vez, visto el moderno estilo de su web. Inopinadamente no sólo me contestó en pocas horas, sino que de hecho lo hizo poniendo la historia a disposición de todo el mundo (al menos borró mi nombre, ejem). Así que, si antes contestasteis mentalmente a la pregunta de qué hubierais hecho, mirad ahora si concuerda con la respuesta de un experto mundial en la materia. Yo desde luego no puedo estar más de acuerdo con su decisión final de qué hacer con el caballo. Con patatas, si puede ser...

PD. Para los que os estéis preguntando quién narices es la señora de las fotos, os dejo con Michelle Dobyne.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Hoge Kempen

¡Por fin, termino ya con las entradas sobre mis viajes recientes! Parece mentira: otras veces me pilla la vida falto de ideas para escribir y desearía tener al menos fotos que comentar; y ahora que sí las tenía, las iba dejando en la recámara de un día para otro... no sé si será porque no son muy buenas, pero en fin, eso tampoco es sorpresa...

 Os contaba en la entrada anterior que el domingo 11 nos despertamos en una Lovaina lluviosa y tristona, pero el día anterior no: el sábado lució un sol radiante durante toda la jornada. Y por la mañana fuimos a visitar el Parque Nacional de Hoge Kempen, lindando ya con la frontera de Holanda.

 En España asociamos "parque nacional" con grandes paisajes agrestes, montañosos las más veces, y en general con poca presencia humana. Las montañas, claro, son mas difíciles de colonizar y transformar que el llano. Por eso aquí en Centroeuropa los parques nacionales son bastante más modestitos: bosques de llanura, que se salvaron (o, más bien, recuperaron) de la tala, y tampoco demasiado grandes. Hoge Kempen en concreto es un terreno bastante arenoso, y por ello poco apto para cultivar: dunas fósiles de cuando el mar estaba más metido en los Países Bajos, cubiertas ahora por brezales de brecina y bosques más o menos mixtos y repoblados de pino albar y robles variados.

 Bosques en donde lo avanzado de la hora a la que fuimos, y la afluencia notable de paseantes, no nos dejaron realizar grandes observaciones ornitológicas (aunque sí escuchamos durante bastante tiempo reclamar y tamborilear un picamaderos negro). Suerte que, a falta de cielo, siempre queda el suelo para echar un ojo. Y más nosotros, que nos entretenemos fácil, ya sea con un Carabus sp. grande y brillante...

 ... o intentando perseguir una rana bermeja Rana temporaria, mucho más ágil entre los zarzales que nosotros.

Por supuesto no faltaban tampoco las charcas en que echar un ojo a todo lo que pululaba fuera y dentro del agua.

 Por fin pudimos por ejemplo echarle un ojo a las ranas verdes, pero... nos quedamos casi como estábamos. Os cuento el problema: en buena parte de Centroeuropa hay dos especies de rana verde, la mayor Pelophylax ridibundus y la menor P. lessonae, relativamente similares, y que se diferencian en una serie de detalles de la coloración y la morfometría (en mano, digo, que si me dejasen un laboratorio un momentito otro gallo cantaría...). Pero a mayores hay un taxón híbrido, la rana verde comestible P. kl. esculentus derivado de las otras dos, con caracteres intermedios entre ambas. Estas ranas en realidad no son híbridos "sin más", sino cleptones, una cosa que ya sería muy larga de explicar (pero os dejo un enlace)... pero bueno, a lo que voy: que sin tener la experiencia previa de haber cogido y medido muchas de estas ranas, uno coge las pocas a las que pudimos echar el guante, y se queda como estaba. Así que ahí arriba tenéis una rana que no había visto antes, pero ¿cuál? A saber...

Menos mal que los sapos corredores Epidalea calamita son mucho más sencillos de identificar, y le calman a uno los nervios. A éstos nos los encontramos enterrados un poco por todas partes cerca de las charcas, escapando del calor del mediodía. Y todavía nos quedaba un encuentro con otro vertebrado, uno que sin duda seguiremos recordando cuando ya no nos acordemos de si vimos ranas o no... pero ya lo dejo para la siguiente entrada.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Lovaina

 Llovía hace una semana en Lovaina, el domingo por la mañana, cuando salimos a recorrerla Álex y yo. Llovía, pero menos que ayer en Dijon, y en todo caso, aunque salga en las fotos el cielo siempre quemado (meses hace que la tengo, y aún no me he sentado a mirar las instrucciones...) y gotas de agua del objetivo, tengo que enseñaros un poco cómo es la bonita ciudad en la que se va a pasar el chico de estancia estos tres meses.

 Bonita lo es, un rato largo, pues aunque los monumentos principales estén todos muy concentrados, las construcciones son en general muy armónicas y agradables de ver y pasear. Entre los monumentos destaca sobre todo el ayuntamiento gótico, protagonista de buena parte de las postales de la ciudad. Es curioso señalar que todas las estatuas de la fachada, de santos y notables locales, son un añadido muy posterior, pues datan del S. XIX.

 Puerta con puerta con el ayuntamiento, compartiendo plaza, está la catedral de San Pedro; aunque resulta difícil mostrarla como merecería, porque no tiene "aire", está muy rodeada de edificios por todas partes. Por dentro además estaba en obras y no hubo mucho que se pudiese fotografiar.

 De cualquier modo, al igual que en ciudades como Santiago o Salamanca, Lovaina "es" la universidad. Y si bien el edificio del Rectorado comparte espacio con los otros monumentos, el resto de facultades y residencias se esparcen por todos los barrios, llenando la ciudad de juventud.

 Y entre las residencias destaca sobremanera ésta, el Gran Beguinaje. Los beguinajes, o beaterios, muy típicos del área flamenca, eran comunidades de mujeres, las más de las veces viudas, que sin llegar a ser religiosas vivían en comunidad en un ambiente de oración, y manteniéndose a través de distintos trabajos.

 Tras sucesivos periodos de esplendor y decadencia, el beguijane ya abandonado de Lovaina, toda una pequeña ciudad intramuros, estuvo a punto de ser demolido para construir un barrio moderno, pero finalmente fue adquirido por la Universidad en 1964 y rehabilitado como residencia estudiantil.

 Trescientos apartamentos en total repartidos en unas cien casitas, con sus callejuelas, plazas, jardines, pequeños canales y demás. ¡Lástima que ya no hubiese sitio cuando Álex buscó dónde alojarse...!

Y nadando en el canal de arriba éstos que creo son cachos Squalius cephalus; o tal vez no, que lo que sobran en Centroeuropa son especies de ciprínidos. Pero algún bicho había que meter en la entrada... ya la siguiente la dedicaremos por entero al campo.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Le Teich

¡Por fin! Tres semanas más tarde, por fin termino de contaros el último capítulo de nuestro viaje desde Madrid a París. El domingo 28, tras pasar la mañana en el botánico de Burdeos, fuimos a comer y a echar nuestra última tarde en la reserva ornitológica de Le Teich (se accede por el "canoë" que sale en el mapa).

 ¿Cómo os describiría el sitio, con términos ibéricos? Es un poco como los recorridos del P. Nac. de las Tablas de Daimiel. La reserva, de propiedad municipal, engloba una serie de estanques de una antigua piscifactoría. En función de su cercanía y comunicación con la inmediata bahía de Arcachón, los estanques son más o menos salobres, y se deja sentir en ellos el efecto de las mareas o no. Un recorrido de una longitud total de unos 10 Km va bordeándolos todos y conectando un rosario de observatorios. Hay que pagar para acceder (8,5 € si mal no recuerdo), pero bien los vale. El dinero se invierte en mantener los propios estanques (reparar diques, arreglar caminos, manejo de la vegetación) y las instalaciones de observatorios, aseos y demás; y el resultado, dicho en pocas palabras, es que uno disfruta al máximo del pajareo.

 Cierto es que los primeros estanques del recorrido, de agua dulce, acusaban el "aburrimiento" del verano, y apenas albergaban más que unas cuantas fochas y azulones... y un ragondin, un coipo de culo gordo y dientes naranjas, para gran alegría de Andrea y Álex. Y mientras ellos se entretenían con la rata gorda, yo me entretuve con las lagartijas roqueras Podarcis muralis que corrían de seto en seto atravesando el camino.

 La cosa de todos modos empezó a animarse muy pronto, al ir abriéndose los estanques al mar y cargarse de nutrientes, y con ellos de bichos, y con ellos de limícolas, a las que sorprendimos en pleno paso postnupcial. ¡Pena de telescopio, al que le hubiéramos dado muy buen uso! Pero a falta del mismo, en condiciones tranquilas como en las que estábamos el zoom de la cámara que me regalasteis al irme de postdoc se comporta aceptablemente bien, y sirve tanto para retratar los bichos lejanos, como para enseñárselos a la gente señalando en la pantalla.

 Entre otras muchas limícolas, había por ejemplo buenos números de archibebes oscuros Tringa erythropus, una especie que estoy mucho más acostumbrado a ver de uno en uno. El "oscuro" de su nombre se lo ganan mientras crían, pues el resto del año lucen de hecho mucho más pálidos que el archibebe común de dentro de unas fotos, al que más se parecen, o incluso que los archibebes claros.

 Junto a ellos había también buenos números de agujas colinegras Limosa limosa, tanto adultos ya más o menos mudados al plumaje no reproductor grisáceo, como algunos juveniles todavía bastante leonados. Y mientras distinguíamos unos bichos de otros, Álex me señaló un animal que pasó en vuelo cerca del observatorio reclamando roncamente, con hechuras y tamaño de pterodáctilo... y me dio un vuelco el corazón. Desde luego por fechas y localidad entraba dentro de lo probable verlo, pero iba yo tan poco mentalizado de tacharme algo que la alegría, que ya de por sí habría sido indescriptible, lo fue si cabe todavía más.

 Lo malo fue, porca miseria, que desde ese observatorio, aunque cerca, sólo las vimos volando, y durante un espacio de tiempo insoportablemente breve. A Dios gracias, pudimos volver a verlas desde otro observatorio. Y para que veáis el partido que le pude sacar al zoom de la cámara, haceos una idea de que las bichas que nos interesaban estaban posadas entre las gaviotas reidoras del fondo de la foto, esa miríada de minúsculos puntitos blancos contra los tarajes verdes.

 Pero ¡helas aquí, gracias a la técnica! Dos (había algunas más) pagazas piquirrojas Hydroprogne caspia, un adulto y un juvenil de pico aún naranja. Los charranes más grandes del mundo, del tamaño de una gaviota sombría; una especie cosmopolita que cría tanto en latitudes boreales como en los trópicos, con poblaciones migradoras y sedentarias. En Europa se concentra sobre todo en torno al mar Negro y en las costas del Báltico, y son las aves que migran entre este mar y el oeste de África las que se dejan ver por nuestras costas (aunque también en el interior) tanto en primavera como en otoño, también a veces durante el invierno, y con mayor probabilidad cuanto más al este. Una especie pues con la que me he podido cruzar unas cuantas veces, pero con la que no coincidí hasta la víspera de mi 33 cumpleaños. Desde luego que, aunque fuese de forma involuntaria, no me habrían podido preparar un mejor regalo...

 El parque la verdad es que es grande, y tras detenernos demasiado (aunque con gusto, vaya; además que había mucho que ver) en los primeros observatorios, tuvimos que pasar por el resto del recorrido un poco a la carrera, deteniéndonos sólo si en algún vistazo rápido veíamos alguna especie nueva que enseñarle a mis compañeros. Fueron así pasando delante de nuestros prismáticos y de la cámara aves marinas como el gavión atlántico Larus marinus, la mayor gaviota de todas...

 ... o patos como la cerceta común Anas crecca, de los más pequeños de Europa.

 Pero principalmente muchas limícolas, si no de todos los colores, sí de todos los tamaños (y tamaños de pico). Limícolas medianas como el archibebe común Tringa totanus...

 ... diminutas, como el correlimos menudo Calidris minuta, que no abulta más que un gorrión...

 ... o corpulentas como el correlimos combatiente Calidris pugnax.

A mitad del recorrido, el sendero se acerca a las aguas más abiertas del la bahía. Contábamos por la mañana con habernos adentrado también en ella, con haber subido a la mayor duna de Europa y tal vez con habernos dado un último baño estival en la playa. Pero, como siempre nos pasa en el campo, hay tantas cosas que ver que nos faltan horas, y ya la tarde iba de caída cuando aún quedaban muchos bichos por ver. Y los que nos quedarán en el futuro...

viernes, 16 de septiembre de 2016

Y con éste, ya van tres años

Y al igual que el aniversario de ayer me pillaba de buenas, el de hoy... bueno, de menos buenas. Es lo que tiene esto, que por mucho que tu madre te diga que prepares oposiciones, uno tiene a veces la irrefrenable curiosidad de saber qué pasa al apretar el gatillo. Y mientras uno vive a veces con la sensación de ser un eterno universitario, tus amigos de fuera de la cárcel keep a movin' y hay veces en que uno parece que sólo ve pasar el tren. En fin, hasta los cuarenta años y un día terminan, y ya llegará el día de la plaza titular, el día de tomar café y fumar puros. O al menos, de continuar viaje a San Antón. A Dios gracias, ése se puede hacer por muchas vías distintas...

Y además, pese a todo, cada vez me gusta más esta canción.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Aniversario mostacero (VII)

Siete meses en Dijon, y algo más de dos semanas tras haber vuelto de vacaciones. Sois varios los que, por ahí abajo, y pretendiendo leer este blog entre líneas, me preguntasteis si "estás bien ahí", con cara de "si me dices que 'sí', no me lo voy a creer". Bueno, pues aun a riesgo de espolear vuestra incredulidad, me reafirmo en mi respuesta:  (... aunque podría estar mejor, claro está). De todas maneras, todas las pegas que se me ocurren tienen su aspecto positivo: es verdad que os echo mucho de menos, a todos mis amigos; y hacer planes con vosotros, salir a ver bichos... pero también es verdad que, aunque pocos y con preferencia por la vida independiente, mis compañeros aquí son buena gente, que sonríen y con los que no me amarga compartir el tiempo en la facultad. Es verdad que cuanto más tiempo paso fuera, me gusta más Madrid... pero tiene su gracia cambiar de aires y de ambiente biogeográfico (a ver el invierno cómo se da, je). Y supongo que el aire está más limpio. Es verdad que me fastidia bastante que esta postdoc suponga una mera continuación de la línea argumental de mi tesis, y no estar aprendiendo técnicas u otras cosas cualitativamente nuevas... pero ¡tengo una postdoc! Y es que parece que ya no me acuerdo de lo imposible que parecía eso, hace apenas unos meses, cuando sumaba en vano solicitudes... Son verdad, todas esas cosas. Y según el día, a veces parecen demasiado verdad. Pero, aunque no sea a veces también por las cosas más tontas, quien no encuentra con qué animarse es porque no quiere. Nos sobran los motivos...

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Pues sí que había juventud...

A fuerza de entretenerme con los afanes de cada día, tengo atascadas varias entradas de ésas que os gustan, de viajes y bichos con sus fotografías: la última del viaje de España a Francia y las de este fin de semana en Bélgica. Y no me preocuparía el asunto de no ser porque, por lo demás, mi vida en Dijon estos días está siendo tan aburridamente normal que no da para comentar muchas cosas... por eso que hubiese ayer, para romper con la monotonía y la sequía de entradas, una reunión de doctorandos y postdocs del Departamento. La mayor sorpresa fue prácticamente enterarme de que ¡hay doctorandos y postdocs! Que no es moco de pavo, pues varios me habéis oído quejarme de que apenas se ve juventud por los pasillos. La cosa tiene su explicación, en todo caso: aunque la facultad es pequeña, mi departamento no lo es, pues a base de aglutinar biólogos y geólogos de diversas ramas, prácticamente equivale a la mitad de la misma, por lo que al final suma personal. Ésa es una razón; la otra, de la que cada vez voy siendo más consciente, es que a mayores los de mi reducido grupo de investigación (con los que me muevo para comer y demás historias) no son muy de mezclarse con los demás.. Sea por lo que fuere, muchas de las personas que conocí ayer no las había visto nunca. Espero, por otra parte, volverlas a ver, y que eso suponga un cierto cambio en lo que respecta a la parte social, aunque ya se me haya pasado buena parte de la postdoc: la reunión era para comenzar a preparar la segunda edición de un congreso de jóvenes investigadores (como el de Madrid), por lo que si era la primera, necesariamente tiene que haber más. A ver.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Breve viaje belga

Como con el vino bueno en las bodas de Caná, he dejado lo mejor del viaje de Madrid a París para el final... pero vais a tener que esperar un poquillo para que os lo cuente, me temo: tras decidirlo bastante sobre la marcha, este fin de semana vuelvo a verme con Álex, pero en Bélgica esta vez: subo en tren a Lovaina esta tarde de fin de semana, aprovechando que, desde aquí, no queda tan a desmano. Más historias que contaros en futuras entradas pues, consolaos con eso.

jueves, 8 de septiembre de 2016

El Burdeos de agua dulce

 El domingo 28 por la mañana pasamos de ver edificios de vuelta al lado silvestre, pero sin llegar a salir de la ciudad: fuimos al Jardín Botánico.

 Sin ser especialmente grande, el botánico de Burdeos destaca por la relevancia que tienen en él las especies acuáticas: al borde de un gran estanque, una serie de cuadrículas delimitan espacios dedicados a las distintas especies.

 Llaman enseguida la atención las muchas especies y variedades de nenúfar que hay, como esta Nymphaea odorata, americana, que efectivamente olía muy bien...

 ... pero a mayores hay otras muchas plantas que, aunque al gran vulgo le puedan parecer eso, vulgares, a uno que ha sido perro viejo en el mundo de los acuarios y demás le hace mucha ilusión ver y reconocer: como Marsilea quadrifolia, que ahí donde lo veis con toda su pinta de trébol de cuatro hojas es de hecho... ¡un helecho!, y uno de hecho extinguido en España además.

 Además de los estanques de arriba había otros de hecho mucho más divertidos: toda una serie de rectángulos, como grandes acuarios vistos desde arriba, en los que había un poco de todo. No parecían de hecho estar sometidos a mucho mantenimiento: la cantidad de agua variaba mucho, estando algunos casi secos, y otros con plantas, otros sin ellas...

 ... pero todos rebosantes de esa profusión de vida diminuta de las charcas con la que muchos niños empezamos a alucinar con la biodiversidad antes incluso de que existiese esa palabra: "el mundo en una gota de agua", Teodoro Stefanides y demás. Los pequeños bultitos de la imagen son ostrácodos, unos crustáceos diminutos con pinta de pulga de agua dentro de una almeja, que deambulaban nerviosamente paciendo del tapiz de algas microscópicas, como ovejas cafeinómanas.

 Un gran caracol de estanque Lymnaea stagnalis, abandonando el sustrato, se desliza sobre la superficie del agua alimentándose del biofilm: la película de organismos unicelulares que crece sustentada en la tensión superficial del líquido. Y nadando a su alrededor, como si fuese una enorme isla animada, se distinguen pulgas de agua y cíclopes.

 Descansando apoyadas sobre una masa de utricularia, una planta carnívora subacuática, tres chinches barquero hacen tal vez la digestión, tras alimentarse de alguna criatura que hubiese caído al agua.

 Pasando ya a criaturas algo mayores, en otros estanques eran peces mosquito Gambusia holbrooki los que se escabullían entre las plantas, en este caso una pluma de papagayo Myriophyllum sp. Resultaba de hecho bastante curioso e instructivo ver cómo en los estanques en que había estos pequeños pero muy voraces peces, el agua estaba mucho más transparente, desprovista de la bruma de criaturas planctónicas de los estanques sin ellos.

 Y desprovistos también de renacuajos, a los que estos peces también se comen, quedando sólo las ranas adultas que ya son suficientemente grandes. Burdeos esta todavía demasiado al su biogeográficamente hablando y la especie de rana verde (y tan verde) que le corresponde es la ibérica, la Pelophylax perezi; algún día conseguiré tacharme alguna de las especies centroeuropeas...

Este jardín botánico destaca como os decía por sus colecciones de plantas acuáticas, pero también las había terrestres. Y junto a parterres de flores y grupos de árboles más habituales, nos sorprendió mucho encontrar en otra zona esta especie de islas de hormigón.

 Y es una pena, porque estaban un tanto descuidados, pero resultaron ser algo bastante ingenioso: eran realmente como islas, como gigantescas macetas elevadas que contenían cada una lo que venía a ser un pedazo de hábitat representativo de alguno de los ambientes de Aquitania, con las especies silvestres más características, desde hierbas a árboles: plantas de zonas húmedas, plantas de dunas, bosques de pinos...

No era muy grande el jardín, pero ¡hay que ver el partido que le sacamos! Y qué ganas me entraron a cada paso, de tener acuarios otra vez...