jueves, 31 de agosto de 2017

Encuentros en la Tercera Planta


"¿Sois españoles?", nos preguntó una voz con acento español, dentro del ascensor. "Pues... a la vista está". La voz venía de detrás de dos cajas, y su propietaria resultó ser Carmen, mitad española y mitad suiza, y recién instalada en nuestra residencia. Y Carmen, que realiza una estancia postdoctoral de seis meses tratado temas de traducción, resultó no estar sola...


... sino que formaba parte de un pequeño colectivo, que desde ayer cuenta con dos integrantes más. Así que a fin de cuentas ni era yo el único español de la ciudad, ni había tan pocos como yo pensaba. Bien, bien; ya tocamos más a repartir, para cuando enviéis a que nos graben a los de algún programa de esos de expatriados...

miércoles, 30 de agosto de 2017

... y lo que opinen los demás no está de más

No hay como viajar y ver mundo para que se le quite a uno el pelo del eucaliptal... En Europa "no nos queda" naturaleza salvaje, y lo normal es que en nuestras reservas naturales siga habiendo aprovechamientos por parte de los locales; cuando no directamente gente viviendo dentro, incluso en parques nacionales como Picos de Europa. Pero en buena parte del mundo, los parques nacionales se establecieron allí donde ya no había nadie... o, como pasó en muchos lugares de África, Kruger incluido, en lugares donde sí había gente, pero a la que se expulsó sin muchos miramientos, antes de poner una verja alrededor. Y que te echen de tu casa para cuidar de unos bichos es el motivo más palmario que puede tener alguien para abjurar de un área protegida, claro. En los alrededores del Kruger vive ahora mismo más de un millón de personas, muchos de ellos descendientes de gente que antes vivía dentro del Parque. La mayoría viven en asentamientos chabolistas, están en paro y comen de subsidios; y de las pocas huertas o animales que puedan tener, que a veces caen presa de los depredadores que escapan por los huecos de la verja del Parque. Sin embargo, el sentimiento generalizado, al menos ahora, y entre los jóvenes, es el de que el Kruger es importante, y que los furtivos son criminales que "impedirán que nuestros nietos vean rinocerontes", como dice la gente a pesar de que ellos mismos, aunque hay días de visitas guiadas gratuitas, tampoco han intentado nunca ir a ver los rinocerontes en directo... Todas estas cosas van saliendo a la luz con el trabajo que tengo ahora entre manos: analizar los 600 cuestionarios que se han ido haciendo en el último par de años (en este, Leif) sobre las opiniones de la gente local sobre el Parque, con la idea de hacer propuestas de mejora los planes de gestión del mismo... ya veis: yo, que venía a trabajar con parásitos de aves, y me meto ahora a las ciencias sociales...

martes, 29 de agosto de 2017

En tres palabras

... Nunca llegasteis a confirmarme ninguno si el modelo de Google era estándar para todos o si en cambio variaba entre personas... bueno, al menos ahora ya sé que varía entre años. Me pillaba el anterior en París a toda (alta) velocidad camino del sur, de Dijon; y se ve que tan rápido fui que me pasé un poco de frenada, hasta acabar este año un poco más al sur, soplando por vez primera las velitas en invierno... metafóricamente, que tarta no hubo; ya con la de hace un par de semanas me conformo.

Ea, ya estoy apenas a 365 días de dejar atrás la horquilla de la juventud... pero bueno, no me noto especialmente cambiado con respecto a ayer; seguramente tampoco respecto de mañana. El mismo Antón de siempre...

lunes, 28 de agosto de 2017

Vientos de agosto

¡Y a ver de qué os hablo yo, ahora que ya he despachado las fotos del Kruger y las historias interesantes! Tendré que salir al campo otra vez pronto... Por aquí estamos ya terminando la temporada de los "vientos de agosto": vientos que preceden al final de la estación seca y que dejan el aire (y los muebles, y los coches, y el suelo, y tu ropa tendida, y tu boca cuando la abres...) lleno de polvillo rojizo. Ya casi nunca hiela por las noches, y de día la temperatura supera los 25 ºC. Empiezan a abrirse las yemas de los árboles de hoja caduca, y de la noche a la mañana el campus se ha llenado de nuevo de abubillas-arbóreas, que hacía meses que no se dejaban ver por aquí y cuya risa como de cucaburra se oye ahora por doquier...

 Me mudé de puesto yo, de junto a la ventana al intermedio del despacho: a mí me molestaba el brillo de fuera en la pantalla y tenía las cortinas corridas, y Joaquín tenía frío y las prefería descorridas; así que lo lógico era intercambiar mesa. Desde hoy dejo además por fin de cargar con el portátil y estreno ordenador, solo dos meses después de pedirlo...

Y poco a poco va llegándome también el material de laboratorio que he pedido, con el que empezar a trabajar con las muestras de sangre. Pero aunque yo creía que ya a la vuelta del Kruger iba a empezar con esto, no toca aún: mi jefe cada día encuentra nuevas tareas de ordenador que encomendarme, con lo que se va retrasando lo de volver a darle a la pipeta... Ya os iré contando en qué cosas ando metido, que si ya lo de las termitas me pilló fuera de mi zona de confort, lo de ahora tampoco se queda corto.

domingo, 27 de agosto de 2017

El coto de los Sutherland (PNK, y XV)

¡Perdón! Perdón por lo desatendidos que os he tenido estos días. No es que haya estado especialmente liado, pero quería rematar con las entradas del Kruger, y eso implicaba hacer una cierta selección y edición de fotografías, lo que siempre lleva más tiempo que preparar una entrada únicamente con texto... y además me habéis pillado la mar de vago estos días. Pero bueno, aunque este fin de semana no me he detenido mucho tiempo delante del ordenador, al final he rascado tiempo para acabar esta serie de quince entradas, tantas como días pasamos allá. Aunque termino de hecho con el relato de una visita que hicimos fuera del Parque, a casa de los Sutherland. Como ya os dije en la primera entrada de esta serie, el primer día de viaje no fuimos al Kruger directamente, sino que nos alojamos con la familia de Klinette, en White River. A mayores de un negocio de pozos y barrenas, los Sutherland alquilan un gran coto de caza, y allí fuimos a pasar un día de fin de semana con ellos, dejando el Parque por unas horas.

El terreno, para estándares gallegos, no sé para extremeños o andaluces, era gigantesco. Pero la familia lo alquila, no lo tiene en propiedad, para evitar las complicaciones que surgirían si en algún momento a alguien se le diese por establecer en el terreno un asentamiento chabolista; cosa que pasa de vez en cuando, y que ya desarrollaré en alguna otra entrada. El coto poseía varias especies de antílopes cazables y alguna cebra semidoméstica que se acercaba a ver si teníamos naranjas que darles; pero no animales peligrosos, por lo que uno podía moverse por allí con tranquilidad.

Los principales clientes del mismo son cazadores locales o extranjeros; pero el terreno cuenta además con varias casas capaces de albergar grupos grandes, de modo que se alquila también como lugar para retiros o seminarios de empresas, y también para campamentos de colegio. En especial para actividades de "supervivencia y cultura tradicional" para las jóvenes generaciones de afrikaners, que van allí varios días a caminar por el monte, a aprender a orientarse, a hacer hogueras y a disparar, entre otras cosas. Leif (en la foto) y el que esto escribe tuvimos la oportunidad (que no me llamaba especialmente, pero que me parecía feo despreciar) de practicar con un rifle en la galería de tiro que tenían, disparando "al estilo bóer": desde la parte de atrás de una ranchera.

Colinas: se agradecía ver algo de relieve, siendo como son el entorno de Bloemfontein y el propio Kruger unas zonas tan llanas. La verdad es que los Sutherland nos trataron maravillosamente bien, organizándonos todo el día de excursión, con barbacoa (cómo no...) incluida. Pero vistos desde un prisma europeo los afrikaners son un pueblo de lo mas peculiar, sobre los que espero explayarme también con más detalle en entradas venideras: una gente muy enamorada de su tierra, y a la vez muy envenenada con una especie de fatalismo precolombino, una visión de que el mundo que conocen se despeña cuesta abajo sin solución...

Para otros se despeñó antes que ellos, en todo caso. A lo largo y ancho del coto, cuando queman parcelas para que rebrote la hierba aparecen aquí y allá pequeños cuadrados de piedras, el equivalente sudafricano de los castros; y son tantos los molinos de mano que se encuentran que ya ni los recogen...

Despido esta entrada y esta serie ya con un par de imágenes de los chavales que dieron sentido a estas dos semanas, pues a fin de cuentas fuimos allí "por ellos": para que Leif, el americanito, hiciese sus prácticas de verano de Sociología haciendo encuestas entre la población del entorno del Parque (y sus prácticas de español conmigo)...

... y para que Mariska y Klinette llevasen a cabo los trabajos que ya os comenté en el tiempo que tenían libre entre café y café. Y yo entremedias tachando bichos como un loco :-) Que también me hacía falta...

lunes, 21 de agosto de 2017

Dándole al áloe (PNK, XIV)

Al llegar el invierno, Sudáfrica se viste de rojo y amarillo: es la época de floración de los áloes Aloe spp., género que en este país está tremendamente diversificado, y que además de los típicos "aloes vera" incluye desde plantas rastreras hasta árboles de varios metros. Pero todos coinciden en poseer flores tubulares, sin aroma y de colores llamativos: el prototipo de flor ornitófila.

Y a lo largo y ancho de los trópicos del Viejo Mundo, una de las familias de aves que más ganas tenía de ver, los suimangas, llevan un estilo de vida parejo al de los colibríes americanos, alimentándose principalmente de néctar. Néctar que consumen posadas y no al vuelo, pero por lo demás comparten con los colibríes el ser (los machos) de brillantes colores metalizados. Durante mi estancia en el Kruger vi un total de cuatro especies: esta de la foto es una hembra de suimanga pechiblanco Cinnyris talatala, y a su pareja podéis verla en la foto anterior.

Otra más de las quince especies de suimanga del país: un suimanga acollarado Hedydipna collaris. Tiene el pico más corto y recto que la anterior, lo que refleja una cierta segregación de nichos: cada especie tenderá a preferir alimentarse en aquellas especies de plantas a las que su pico les da un acceso más sencillo. De todas maneras, cuando florecen algunas especies que ofrecen néctar a porrillo para quien lo quiera tomar, estas diferencias de nicho se olvidan, y pueden verse varias especies juntas en las mismas plantas.

Suimangas y lo que no son suimangas, pues esta oropéndola encapuchada Oriolus larvatus no tuvo reparos en unirse al festín, asustando a sus competidores más pequeños. Aunque tampoco es que me importase mucho tenerla a tiro de cámara, vaya...

Y de igual modo que no solo los suimangas le dan al áloe, tampoco estos se centran solo en este tipo de plantas, que a  fin de cuentas los áloes florecen sobre todo en invierno, y comer hay que comer todo el año. Otra especie que también estaba muy bonita ahora, y llena de suimangas, era el árbol del coral Erythrina sp.; que en este caso estaba siendo visitado por un suimanga pechiescarlata Chalcomitra senegalensis. Que aquí apenas veis bien porque la foto, a contraluz, ha salido horrorosa, pero es un bicho impresionantemente bonito...

Y acabo esta breve entrada con una perogrullada (y un pareado no buscado): donde hay flores, acaba habiendo frutos. Y donde hay flores todo el año, frutos hay todo el año también, y a igual que algunas aves se especializan en alimentarse de néctar, otras se vuelven frugívoras. Y aquí tenéis un par: un vinago africano oriental Treron delalandii, miembro de un grupo de palomas frugívoras verdes que tenía también muchas ganas de ver; y un bulbul naranjero Pycnonotus (barbatus) tricolor, que aunque come un poco de todo no le hace ascos a las bayas.

Y ya nos queda solo una entrada sobre el Kruger...

sábado, 19 de agosto de 2017

... Y algo de escama (PNK, XIII)

Como bien aventuraba JaviP en su comentario a mi entrada anterior, en esta iba a tocar hablar un poco de las escamas... y solo de las escamas, pues estando como esta(ba)mos e "lo peor" del invierno y la estación seca, ranas no vimos ninguna. Pero en homenaje a su ausencia, y enlazando con el material de la entrada anterior, inicio esta con un par de animales anfibios que toman el sol sobre otro anfibio más grande todavía: son un par de galápagos de bisagra Pelusios sinuatus. El nombre les viene de que, una vez que retraen la cabeza en el caparazón, este es capaz de "cerrarse" por delante, como veis en esta foto...

... lo que ofrece una protección añadida frente a las atenciones de otros depredadores, también anfibios, con los que comparten hábitat. No vimos muchos cocodrilos del Nilo Crocodylus niloticus durante las dos semanas, porque tampoco pasamos mucho tiempo cerca del agua, y los dos de arriba, rojizos como el barro que los rodea (de hecho casi ni los veo) son los únicos que pude fotografiar, aunque vimos de lejos y de pasada alguno bastante más grande e impresionante.

A esta otra tortuga en cambio de poco le podría valer su caparazón si un coche la llega a golpear cruzando la carretera (o si un elefante la pisa, que eran casi igual de frecuentes). Es una tortuga leopardo Stigmochelys pardalis, una de las tortugas terrestres más frecuentes de África y también la más grande del continente, aunque la que vimos era pequeñaja.

Cruzando la misma carretera nos encontramos también a este camaleón orejero Chamaeleo dilepis, que era incluso más lento que la tortuga de arriba, pues los camaleones caminan siempre como bamboleándose, como dando el mismo paso varias veces... A este pobre desgraciado de hecho nos lo hubiéramos llevado por delante de no ser porque había ya otro coche parado mirándolo, que nos avisó de que esperásemos.

"Coche", digo, porque ya sabéis que sin guarda uno no puede bajarse de los vehículos por el Kruger adelante, ni siquiera a apartar "un segundito" a un lado al camaleón o la tortuga de turno. Nunca sabes qué puede haber justo al borde de la carretera; eso es algo que me quedó meridianamente claro estas dos semanas. Pero dentro del campamento de investigadores al menos sí que pude sacar unas cuantas fotos de "lagartijos" con más comodidad.

Este de la foto es un eslizón listado Trachylepis striata; un adulto, en el que se ven peor las marcas que en el juvenil de la misma especie de la foto anterior. Hay otra especie de eslizón a rayas crema y chocolate en el Parque, el de cola azul T. margaritifera, muy abundante (aunque no llegué a hacerle fotos...), que tiene una raya crema más que este y además la cola de un intenso color azul cielo en los juveniles y en las hembras, que no en los machos adultos, como bien veis en esta foto.

Eslizones del género Trachylepis de hecho hay un porrón de especies en Sudáfrica, donde ocupan un poco el nicho ecológico de los lacértidos europeos, tanto por el suelo como entre las rocas (también hay lacértidos de verdad en esta parte del mundo, pero son especies más bien de zonas rocosas de montaña). Este por ejemplo es otro distinto: un eslizón variable T. varia.

Los eslizones se dejaban ver de día, y de noche los gecos, como esta salamanquesa casera Hemidactylus mabouia casi traslúcida, que rondaba la bombilla del exterior de la casa cebándose en los insectillos que acudían atraídos por la luz. Esta especie ha conseguido dispersarse desde África hasta América embarcada accidentalmente en cargamentos de mercancías, y se la puede encontrar por prácticamente todo el continente.

Y termino ya con esta simpática foto de un bicho que ya habéis visto antes por aquí: un geco enano del Cabo Lygodactylus capensis. Serpientes no vimos ninguna, mal que me pese. En realidad tampoco es tan sencillo, no solo porque de natural las serpientes sean bastante más huidizas que los lagartos, sino también porque al no caminar realmente uno por ahí, pues tampoco es tan sencillo encontrárselas. Pero ya veremos en la próxima visita, que yo también quiero mi parte de historias de mambas negras y cobras escupidoras...

jueves, 17 de agosto de 2017

Algo de pelo (PNK, XII)

Tengo fotos de pájaros con las que aburriros durante días, pero voy a ser bueno y cambiar un poco de tercio. La zona del campamento no se quedaba manca en lo que a observaciones de mamíferos se refiere: ver no vimos depredadores más allá de las hienas, pero ya os dije que por el río adelante trasegaban día sí día también búfalos y elefantes, y solo con echar la vista fuera de la verja raro era no ver también algún antílope; como estos impalas Aepyceros melampus, que en el colindante poblado de trabajadores del Parque se paseaban directamente por los jardines.

Un macho de niala Tragelaphus angasii: un mucho muy llamativo, muy oscuro y absurdamente peludo para estándares tropicales. Los Tragelaphus spp., como este, como los kudus que ya he mencionado en otras entradas, son un género bastante diverso de antílopes subsaharianos, todos muy bonitos, los machos con los cuernos ene spiral más o menos abierta, ramoneadores como los ciervos, y que oscilan bastante en talla, entre la de un alce y la de un corzo.

Entre los carrizos ramoneaban precisamente de vez en cuando representantes de una de las especies pequeñas: los bushbuck, o antílopes jeroglífico T. scriptus. Este macho adulto no se dejó ver en terreno descubierto...

... pero este otro macho joven sí lo hizo,para que pudiese verlo yo y para que podáis verlo vosotros.

Y basta ya de ovejas, que también se dejaron ver otras cosas: como las mangostas rayadas Mungos mungo. Muchas especies de mangosta tropicales, como esta, como los conocidos suricatos, o como las simpáticas mangostas enanas, que vimos a menudo también asomando de los termiteros donde suelen hacer sus madrigueras; viven formando grupos. Y uno de esta especie aparecía de vez en cuando por delante de casa también, excavando en el lecho seco del Nwaswitshaka, supongo que buscando insectos o ranas que estuviesen a la espera de la estación de lluvias.

Los mamíferos, en todo caso, se dejaban ver también dentro del campamento. De vez en cuando se cuelan antílopes de varias clases (y hace unos meses un elefante), pero los primates lo tienen mucho más sencillo para pasar por encima de la verja. Ya os hablé en otra entrada de la visita de un gálago, y algunas veces son las tropas itinerantes de babuinos las que se meten a destrozarlo todo; pero los más frecuentes, que se ven a diario, son los monos verdes Chlorocebus pygerythrus. Hay que tener bastante cuidado de dejar puertas y ventanas cerradas y aseguradas cuando uno sale de las casas, pues estos malandrines no tienen problema en abrirlas desde fuera para colarse dentro para hurgar a ver qué encuentran; a veces incluso aunque no estén vacías.

A nosotros en todo caso no nos dieron disgustos durante las dos semanas que echamos allí; se les veía bastante desconfiados, y mucho más pendientes de comer de los frutos de las higueras de no sé qué especie que crecían dentro del campamento.

Interés compartido con los turacos crestimorados Gallirex porphyreolophus. Sé que prometí no sacar más aves, pero es que estos bichos eran condenadamente bonitos...

Y acabo esta entrada sobre bichos peludos con el más mono de todos: el ratón pigmeo Mus minutoides, el roedor más pequeño del mundo, que veis en esta foto a tamaño superior al natural; tan enano era... Nos los cruzábamos de vez en cuando por la noche al ir de una casa a otra, dando saltos más que corriendo, y quedándose petrificados si los enfocabas con la linterna. Tengo ganas ya de verlos de nuevo...

martes, 15 de agosto de 2017

Algo de pluma (PNK, XI)

Un azulito angoleño Uraeginthus angolensis. Pequeñito, apenas como un mosquitero, pero colorido y fácil de distinguir. La idea general de los legos es que todas las aves tropicales son así, vistosas. Pero mucho me temo que eso está bien lejos de ser cierto...

... más bien, la inmensa mayoría de los pájaros que ve uno por Sudáfrica (por todo el mundo) adelante son como este: manchas marrones, y además lejanas. A santo de qué si no iba a existir mi nueva guía favorita... El primer día en que me quedé solo en el campamento y pude dedicarme a pajarear, la verdad es que lo pasé bastante mal. Poco a poco gracias a Dios, a medida que fueron pasando los días y, merced a la experiencia, comencé a poder distinguir cincuenta sombras de ocre, empecé también a poder poner nombre a las distintas manchas marrones. La cámara ayudó mucho, permitiéndome repasar luego con más calma los bichos más lejanos, como la prinia modesta Prinia subflava de la imagen (que resultó ser a la postre de las aves más frecuentes del campamento). La verdad es que a carpeta de fotos del Parque está llena rebosar de fotos malas de bichos de lo más soso, pero tranquilos, que no os daré la lata con ellas...

Cierto es por otra parte que encuentro a los bichos sudafricanos en general más confiados que los europeos, que se dejan acercar más, y también por consiguiente hacer mejores fotos. El bicho de la foto, con pinta de curruca mosquitera alargada, era un bulbul terrestre Phyllastrephus terrestris, que se entretenía deshaciéndonos el tejado de la cabaña junto con el resto de su cuadrilla. Esto de las fotos me está empezando a gustar... y a la vez, no: me siento un poco traidor, yo que era más bien de la cuerda de los que decían que "por intentar sacar una buena foto, dejáis realmente de observar al bicho"...

... aunque cierto es que, sin los aumentos de la cámara (y sin esta imagen, vaya), este bicho se hubiese quedado sin identificar como un juvenil de azor tachiro Accipiter tachiro. Aprovecho de paso para comentar que, al menos por comparación con lo que cuenta la gente en crónicas de visitas naturalísticas al Kruger que he leído, me pareció que había muy pocas aves rapaces; y no solo porque faltasen los milanos y águilas que deberían llegar aquí numerosos desde el hemisferio norte a no mucho tardar, sino porque no vi muchas de las especies "comunes". Bueno, a ver cuando volvamos dentro de unos meses, si están los bichos más activos, liados con la reproducción y eso...

La inmensa mayoría de las aves no eran nuevas para mí solo por su aspecto, sino también por sus voces; y tan trabajoso fue ligar imágenes con nombres, como lo fue hacerlo con los sonidos. Aunque he de reconocer que di prioridad a los ojos, y que no me atreví a tacharme nada de oído. Por eso me alegré bastante cuando, a base de perseverancia, conseguí identificar los sonidos más característicos del campamento con las aves que los emitían, ya fuesen los gárrulos barbudos que os enseñaba ayer, ya el curioso canto de este gladiador cabecigrís Malaconotus blanchoti, al que apenas sí pude ver entre el ramaje.

Por suerte, tras encadenar varias decepciones siempre acababa apareciendo alguna especie que salvase la sesión: algún bicho medianamente grande, bonito y tranquilo, que además se dejase retratar bien, como este alción cabecipardo Halcyon albiventris, una de tantas especies (la mayoría, de hecho) de martines-pescadores que, por raro que nos parezca a los europeos, no pesca, sino que caza: que vive en medios arbolados, capturando grandes invertebrados, lagartos o ratones.

Aves en los árboles y aves en el suelo también, recorriendo arriba y abajo la autopista del río seco. Este francolín de Natal Pternistis natalensis tan bonito venía acompañado de una recua de pollos a medio crecer, que atravesaron el claro entre los carrizos en menos de un suspiro.

Y nada, cierro ya con esta foto de un alzacola dorsirrojo Cercotrichas leucophrys cantando al sol poniente; pariente cercano del alzacola rojizo, la especie menos rara de "no-rareza" que me queda por ver en España,y que por consiguiente más ganas tengo de ver. Ya veremos cuánto tarda en llegar...

lunes, 14 de agosto de 2017

El "N'Waswitshaka Research Camp" (PNK, X)

Como os dije en alguna de las entradas anteriores, durante las dos semanas que pasamos en el Kruger nos alojamos en un pequeño campamento reservado para investigadores que está junto al núcleo de Skukuza, a la vera de un río bastante amplio, aunque seco ahora, que lo separa del poblado de los trabajadores del Parque. Por motivos de disponibilidad de plazas, pasamos la primera semana en la casita de arriba, con salón-cocina y dos habitaciones dobles con baño...

... y la segunda en esta otra tienda de campaña permanente, con... bueno, con pocas cosas. Pero tenía hormigas, la otra no; en eso le aventaja. Carecía en cambio de las salamanquesas de la otra, que pasaban el día entre las vigas de madera y la cubierta de paja, dejando caer aleatoriamente sobre las camas sus pequeñas cagaditas duras, hechas de piezas de insecto, como un TENTE sin montar.

Vivir en el campamento fue una experiencia curiosa: la mayor parte de los residentes eran investigadores jóvenes que estaban allí haciendo trabajo de campo, cada cual el suyo; en el momento en que más nos juntamos había una alemana, dos americanos y dos australianos, a mayores de nosotros, y normalmente nos las apañábamos para cenar juntos y echar luego un rato de sobremesa, comentando la jornada, casi como si en vez de estar "en un campamento" estuviésemos de campamento... Lo que más me llamó la atención fue que eran todos muy jóvenes: estudiantes de carrera o de máster. y no solo eso, sino que estaban allí solos. Me cuesta mucho imaginar un grupo de investigación español que tenga tanto dinero como para mandar estudiantillos de tres al cuarto al otro lado del mundo, y donde por otra parte se confíe tanto en que los estudiantes sabrán desenvolverse solos como para mandarlos sin un director... la verdad es que me resulta tan extraño que no sé hasta qué punto eso me parece señal de que los estudiantes de otros países son la caña, o me parece en cambio una apuesta demasiado arriesgada con la que es muy fácil desperdiciar el dinero; no sé.

Tanto la casa como la tienda (todos los demás alojamientos... todos los de Sudáfrica, me da) tenían sendas barbacoas, que usamos casi cada tres días; pero la primera tenía además esta agradable zona de terraza con vistas al río donde pasar el rato. Se supone que el campamento era una zona "segura", en la que uno podía caminar sin peligro, merced a una verja electrificada que lo rodeaba. La necesidad de la verja era evidente, pues por delante mismo de esta zona de patio pasaban de vez en cuando elefantes (y cuando digo "por delante mismo" lo digo de verdad; podría uno darles una palmada), y un par de veces nos cruzamos con leones en el camino justo a las puertas del campamento. Eso no era muy tranquilizador, ya que la puerta automática de la verja a veces se atascaba y se quedaba abierta, vaya usted a saber por cuánto tiempo... y por otra parte, viendo el estado en que estaba la verja en sí, la verdad es que dudábamos mucho de que realmente estuviese operativa... pero claro, cualquiera la toca para comprobarlo. Tuvo que ser una de las noches de barbacoa cuando por fin Leif, el americanito, más joven y echao p'alante, le echó la mano a la verja, y comprobamos así que estaba más desconectada que las de Parque Jurásico. Le echamos la mano unas cuantas veces más los días siguientes, la verdad no sé por qué, siempre con la aprensión del que hurga en la herida que sabe que no tiene que tocar; pero nunca pasó nada... se ve que tenía que tocarme a mí: intrigado por un ruido, no sé si de ranita o de insecto, que sonaba justo por fuera del cercado, una noche me apoyé inadvertidamente sobre la cerca, y esta resultó estar ya reparada. Me dio un fogonazo que me tiró al suelo durante un rato y me hizo cerrar la boca de golpe, y encima me dejó solo una marca ridícula en el brazo, de la que ni siquiera puedo presumir.

En fin... el gran Tim, la Tostada Humana. Sigo vivo, al menos. El río. Ya he dicho que el Nwaswitshaka no llevaba agua en julio, pero sí fluía: del orto al ocaso, las bandadas de queleas no paraban de pasar, río arriba, río abajo...

... y el trajín aéreo venía acompañado de otro a ras de tierra: los búfalos y los elefantes de que os hablaba antes pasaban de vez en cuando frente a la casa, ocupados en sus cosas. Y resultaba fascinante, a la par que desazonador, ver cómo una cortinilla de carrizos mínima llegaba a ocultar completamente un bicho tan grande y peligroso, que uno tenía además al lado. Al olor de la barbacoa se acercaban por la noche las hienas también justo hasta la verja, y se quedaban luego rondando, dándonos la serenata con sus risotadas; y una noche en que Mdu nos estaba calentando la cabeza con historias de ataques de leopardos, como si estuviese ensayado, saltó de un árbol hacia nuestra mesa un gálago de cola ancha, que en la oscuridad parecía algo mucho más gordo y peligroso, y que hizo gritar a la gente en consecuencia, espantando a su vez al pobre bicho antes de que pudiese hacerle ninguna foto. Pero sí las tengo de otros muchos animales...

... en especial de aves, como este barbudo acollarado Lybius torquatus, y que darán para unas cuantas entradas más. Pues en función de qué vehículo estuviese disponible, no siempre pudimos hacer todos todas las jornadas de trabajo de campo fuera del campamento, y más de una vez tocó quedarse dentro, sumando horas ociosas... esto es, ociosas para el que no tiene una cámara, unos prismáticos, y todos los bichos de un país para aprenderse. Espero no aburriros mucho en los días que vienen...

domingo, 13 de agosto de 2017

Jornadas Gastronómicas

 No estaré en Galicia, y no estamos tampoco en verano, pero el ritmo que llevamos últimamente de cuchipandas aquí en Sudáfrica bien podría estar a la altura del rosario de fiestas gastronómicas y verbenas propias del agosto breogantino...

 Empezamos el viernes por la mañana con el "Té de Departamento": por algún motivo, cada dos semanas uno de los grupos de investigación del Departamento está encargado de organizar una especie de brunch a media mañana, que suele dar pie a que la gente se pique y que cada grupo intente superar al anterior. Nosotros la verdad íbamos con (y trasmitíamos) unas expectativas bastante bajas, pero al final, a base de recetas robadas (la tarta de queso de Sofía y la empanada de Cefe), creo que sorprendimos tanto a los demás como a nosotros mismos...

 El viernes por la tarde, el jefe de Joaquín quiso organizarle en su casa una barbacoa de bienvenida (la segunda; ya el viernes anterior habíamos hecho una en el patio del Departamento). Así que tras salir de la Facultad nos encontramos en una casa grande, con piscina y llena de estudiantes, pues los Heideman decidieron combatir el "síndrome del nido vacío" alquilando a chavales las antiguas habitaciones de sus hijos, y cuidándolos prácticamente como a tales, haciéndoles el desayuno y demás. Tras cenar tuvimos además concierto: el hombre resultó ser un apasionado de Carlos Santana, y nos regaló con canción tras canción interpretada a la guitarra eléctrica con pistas de acompañamiento por detrás, de modo que el efecto final era muy similar al de los músicos del metro en calidad y pesadez... Y soplamos además las velas de la primera de las dos fiestas de cumpleaños de Joaquín...

... que continuamos ayer con otra (otra barbacoa, cómo no), ya solo para la juventud, en casa de Charissa. Una fiesta bastante internacional: con españoles, escoceses, alemanes y chinos; a mayores de los locales. Las vueltas que da la vida, que nos va llevando de un lado a otro del mundo... en fin. En nada me tocará a mí también celebrar por vez primera mi cumpleaños en invierno. Otra cosa que me tacho.