jueves, 29 de septiembre de 2016

"Tileopardo"

Al buscar ayer la entrada de las mandarinas que enlacé, me hizo gracia (pero no me sorprendió, que sé que soy bastante previsible) ver que casi cada año había escrito una entrada mencionándolas, con la excusa del cambio de fruta aparejado al devenir de las estaciones. Ligándolas a veces con los chopos, que junto con los castaños de Indias de que hablé el domingo son de los primeros árboles en empezar a perder el verde. Mirando los chopos del Botánico de Ciudad Universitaria desde la ventana del baño, cada día al lavarme los dientes, aprendí que los árboles en general tienden a amarillear "de fuera a dentro": esto es, que las hojas de las puntas (de la punta del árbol, y de la punta de las ramas intermedias) amarillean antes que las del interior; buscad, buscad un chopo lombardo cerca de vosotros al que controlar cada día, que con la forma columnar que tienen se ve mucho mejor. Por la calle en Dijon en cambio muchos chopos no hay, pero sí abundan en cambio los tilos, y me he dado cuenta de que, extravagantes ellos, no se amoldan a esa norma general, sino que se van poniendo amarillos "de forma aleatoria": ahora mismo se arrima uno a un tilo cualquiera y, entre el verdor general, hay toda una serie de ramitas que se han puesto amarillas por entero, mientras que las que tienen al lado no muestran ni las trazas. De modo que lucen ahora, vistos en perspectiva, como felinos exóticos y excéntricos: grandes animales verdes moteados de amarillo, bastante mal camuflados contra el fondo de edificios grises...

Madre mía, a ver si salgo al campo pronto.

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