sábado, 30 de junio de 2018

Elanio de tacharse muchas cosas

Pues nada: haya sido más o menos provechosa, que espero que para Maliki sí, terminó ayer con un atracón de laboratorio de última hora mi estancia en tierras pretorianas. Volviendo hoy en el autobús, por la misma ruta que desandaré dentro de cuatro semanas menos un día, iba mirando distraído por la ventana mientras repasaba los bichos que me había ido tachando a lo largo de la postdoc, que podrían haber sido más, pero que no han sido pocos; el examen de conciencia me dejó con buen sabor de boca. En todo caso, de mis ensoñaciones me sacaban a cada rato los elanios comunes Elanus caeruleus, que en España veo todavía lo suficientemente poco como para que me llamen la atención, pero que aquí, y hoy en concreto, son de lo más vulgar. Hay una regla ecológica, cuyo nombre no recuerdo, que dice que en general las especies, en los límites de sus áreas de distribución (como pueda ser España para el elanio), aparecen solo en zonas con hábitats muy propicios y concretos; mientras que en el núcleo de sus áreas se dejan ver con mayor frecuencia en un rango de hábitats más laxo. Así sucedía hoy con estos bichos tan bonitos, que estaban posados a pares en postes de verjas, tendidos eléctricos e incluso en cables entre casas; me arrepiento de no haberlos ido contando, pero fácilmente pasarían de treinta (¿tantos como en toda mi vida hasta hoy, tal vez?)... Y atento a los elanios iba cuando, de repente, un poste "raro" de una verja giró la cabeza para mirarme con sus ojos muy maquillados: fue solo un segundo, pero mi primer búho moro Asio capensis me supo a gloria. Bueno fue, que un sábado de junio más siguiese tachándome bichos, para no romper la tradición. Esta especie, que como su primo el búho campestre vive en zonas abiertas, cría en el suelo y es parcialmente diurna; me gusta especialmente porque, aunque relativamente común en África al sur del Sáhara, tiene una población relicta, de apenas unas decenas, en algunas lagunas contadas del norte de Marruecos (desde donde han llegado incluso divagantes a España). Aparece pues en las guías de aves del Paleártico occidental, pero solo en una esquinita del mapa, volviéndose así una presa codiciada por todos...

Cuando ya al irse poniendo el sol dejé de ver elanios posados para verlos en vuelo (el elanio es bastant crepuscular; uno de los intentos de las rapaces diurnas por comerle la tostada a las nocturnas), los carteles de la autopista empezaron a incluir Ciudad del Cabo, a unos tentadores 999 Km de Bloemfontein, como si estuviese la ciudad de oferta. Me queda una de las tres capitales del país por ver... y casi un mes por delante. A ver.

miércoles, 27 de junio de 2018

El tormento y el éxtasis

 O podría haberlo titulado Los gozos y las sombras. O Con pólvora e magnolias, tirando más pa casa. O dejar a un lado los títulos, y llamarlo "El yin y el yan", "la cara y la cruz", "una de cal y otra de arena", o incluso "Ciudadanos en las encuestas". En fin, lo que tiene el laboratorio: tras una semana de satisfactorias PCR de sexado como la de arriba, una banda: macho, dos: hembra; todas las bandas bien marcadas, el control negativo negativo, y el positivo positivo...

... pues nos da por empezar hoy con las PCRs de parásitos, lo que mola, lo que vine a hacer aquí a fin de cuentas; y el resultado es así como "meh": algunas banditas bien marcadas (bien), muchas que no se sabe ni lo que son y que seguramente al mandarlas a secuenciar no salga nada, el control positivo missing in action... y todo a dos días de irme de Pretoria, y a poco más de un mes de finalizar esta postdoc. En fin, mañana será otro día...

martes, 26 de junio de 2018

... y la otra

Enlazando con el tema de la entrada de ayer, aprovecho para enseñar este folleto que me encontré despistado por el laboratorio adelante...

Bueno, no hay mucho que decir, ¿no? Alguien vio una oportunidad de negocio, y decidió invertir en I+D+I para sacarle provecho. Si por lo demás, acostumbrados a que esta cirugía se realice más bien en niños, os sorprende que esta publicidad vaya dirigida a un público más talludito, os comentaré que Kenny, nuestro compañero de despacho, nos dijo que a los dieciocho años un día su padre entró a su habitación a decirle que "hijo, te voy a llevar al hospital...porque ya sabes, es tradición en nuestro pueblo, ya toca...". Pues eso. Que con Circumfort ©, no toca.

lunes, 25 de junio de 2018

La polluela...

 Aunque a tenor de las entradas de este mes pueda parecer que solo he salido a ver pájaros al Botánico, he ido también a más sitios... bueno, en concreto una vez: hace una semana fui al Austin Roberts Bird Sanctuary (sí, el mismo Austin Roberts). Como la información que encontraba por Internet era un tanto confusa, no sabía muy bien qué esperar del sitio. Resultó ser una zona vallada en torno a una laguna, en uno de los suburbios ricos de la ciudad, con muy buena pinta... pero para visitarla había que concertar cita, en grupos, con antelación. Bueno, qué le vamos a hacer... Había un observatorio de acceso libre, y allí eché un rato antes de irme a comer.

 No se veía mucha cosa, como se aprecia en la foto de arriba. Sobre todo nadaban por allí unos cuantos ánades picolimones y varias parejas de focha moruna Fulica cristata que, como veis, tenían a su cargo unos cuantos pollos pequeños.

 Un grupo de perezosos suiríes caribancos Dendrocigna viduata y un solitario ibis sagrado Threskiornis aethiopicus completaban el elenco, junto con algunas gallinetas y zampullines chicos.

Pero si habéis estado atentos a la entrada de ayer, y a las anteriores, habréis notado que dije que el ánade negro constituía mi décimo bimbo en Pretoria, mientras que según las entradas anteriores sería el noveno... bueno, es que se me había quedado pendiente contaros esta visita. Porque desde una de las esquinas del observatorio, que daba a una zona de vegetación bastante tupida donde por lo demás no vi nada interesante, pude ver nada más llegar cómo se escabullía una pequeña criatura entre las cañas. Y por su causa me quedé en el sitio hora y pico, en vez de diez minutos, intentando hacerle una foto para vosotros. No pudo ser, pues las otras veces que asomó el pico se movió muy deprisa, pero me fui con la satisfacción de haber visto mi segunda especie de polluela. Y aunque la polluela negra Zapornia flavirostris no sea (según la guía) tan esquiva como las polluelas que tenemos en Europa, pues su mérito tiene, digo yo. A ver cuándo cae la tercera especie...

domingo, 24 de junio de 2018

"Unobtrusive, nondescript..."

 Volví ayer sábado por cuarta, e imagino última vez, al Botánico de Pretoria, a que me diese el sol, que lo echo de menos bastante a lo largo de la semana; a ver cómo iba avanzando la floración de las distintas especies de áloe, y a marcarme cómo no un pavís pavós.

 Pero antes ¡mirad! Una cardera Vanessa cardui. Tras dedicarles la entrada anterior, me hizo bastante ilusión encontrarme varias mariposas de esta especie libando entre las flores de las crasuláceas (Crassula ovata, la de la foto), plantas carnosas a las que se ve que también les da por florecer en invierno.

 Un grupo de capuchinos broncíneos Spermestes cucullata, una de las especies agrupadas como "bimbos del Kruger", que no tenemos en Bloemfontein y con los que me he estado reencontrando a lo largo de este mes. Me los encontré bebiendo de una charca, pero además según parece también se alimentan de vez en cuando de esas algas que veis, de cianobacterias. A los que estéis metidos en la moda de los superalimentos seguramente os suene la espirulina, un suplemento fabricado a partir de cianobacterias. A los tarados como yo nos sonaba de antes, pues esas pastillas son el alimento ideal (por ser su alimento real en la naturaleza, vaya) para los cíclidos vegetarianos de los lagos africanos; para los Tropheus en concreto, que son peces de estómago muy delicado. Lo de "broncíneo" le viene por lo demás a los pajarillos estos porque, si os fijáis, cuando les da el sol en cabeza y hombros aparecen reflejos verdosos.

Pero vamos ya con lo que nos interesa, las dos especies nuevas, que intuyo que vais a odiar tanto como me gustaron a mí, porque no son precisamente de las más vistosas de la guía... más bien todo lo contrario. Pero entendedme: el día que vi, qué sé yo, mi primer secretario, me encantó, me preció un bicho espectacular. Pero ¿qué mérito tiene identificar un secretario? La gracia está en identificar, sin ningún género de dudas, las especies pequeñitas, marrones y huidizas; ahí está la divisoria entre aquel al que "le gustan los bichos" y el pro (y perdonad si quedo de sobradete).

 Y como pequeñito y marrón, el primeo de los bimbos, del tamaño de un mosquitero, se llevaba la palma. Para más inri, en la guía no solo destacan lo poca cosa que es, sino que le ponen el bendito adjetivo de unobtrusive, discreto; no solo es que sea imposible de ver, sino que como ni canta (bueno, en época de cría sí) ni se mueve mucho, tampoco hay forma de detectarlo, y toda posibilidad de tachárselo queda a la buen de Dios. Dice el libro, literalmente, que "puede ser común en una zona, y pasar años hasta que alguien lo detecta...". Ea, ¿y cómo no voy a disfrutar yo de tacharme un bicho así? Bicho que además, cuando lo detecté, se quedó bastante tranquilo; si la foto es mala es por culpa de la luz y de las ramas intermedias, no suya. ¿Os habéis fijado aun así en que solo se le ven dos dedos, porque los otros dos están hacia atrás? Es que pese a las pintas no es un paseriforme, sino un indicador (que son Piciformes): un indicador dorsipardo Prodotiscus regulus. Pero este no es de los que buscan la cera de las abejas, sino la de otros insectos: aunque come también otras cosas, se ha especializado, con su pico fino y ligeramente curvo, en consumir cochinillas, y sacarlas de entre las grietas de la corteza.

 Al otro bimbo del día, también nondescript (otro de los adjetivos temidos/estimulantes de las guías), me lo encontré picoteando flores de áloe, cosa que según la guía le gusta hacer. Pero también dice que el serín gris Crithagra gularis es un ave de jardín bastante frecuente allá donde vive, y tras llevar por lo tanto todo el mes intentando verla, y conseguirlo ayer de hecho justo antes de salir del Botánico, la sensación fue más de enfado, de "a buenas horas", que otra cosa.

 Los áloes... ¿quién no se dejará caer por los áloes en invierno en este país, me pregunto? Sigo enseñándoos más especies que disfrutan del néctar de estas plantas generosas: hoy es un bulbul naranjero Pycnonotus barbatus.

E incluso los que no se alimentan de las flores disfrutan tomando el sol encaramados a ellos. En un áloe especialmente cubierto de hojas secas me encontré una colonia floreciente de escincos Trachylepis punctatissima, como veis con pocas intenciones de interrumpir su siesta pese a que estuviese yo sacándoles fotos.

Y con herpetos acabé el día, por lo demás. O mejor dicho, con herpetólogos. Resulta que Gary, al que no contaba yo con volver a ver más, estaba de paso por Pretoria, y un amigo y él me invitaron a acompañarles a buscar Bitis caudalis (horned adder, una de las varias especies de víbora pigmea de este país) en un sitio al norte de la ciudad. Pero íbamos a quedar "por la tarde", y terminó siendo al final tan tarde que no daba tiempo de ir hasta el sitio aquel. Así que a cambio hicimos una cosa que los herpetólogos hacen mucho, y que me gusta mencionar cuando nos acusan a los pajareros de "ser raros": fuimos a un descampado a levantar basura y piedras. Literalmente. Pero oye, es una técnica que a veces da resultados espectaculares, pues muchos herpetos solo necesitan áreas abiertas en las que solearse, cosas bajo las que refugiarse, y comida; y en los vertederos sobran ratas, cucarachas y moscas. No se nos dio bien ayer, de todas maneras, y únicamente encontraron un bicho: una especie de escinco de ojos de serpiente (esto es, sin párpados), el Afroablepharus (o Panaspis) wahlbergi. Pero como para mí era nuevo, pues tan contento. Y como además en un arroyo que atravesaba el descampado levantamos un ánade negro Anas sparsa, también nuevo para mí, décimo pájaro nuevo en este mes pretoriano, pues ¿para qué quiero más? Hay sábados que se disfrutan de lo lindo...

viernes, 22 de junio de 2018

"Mueve esas carderas..."

Wikifoto
Hace unos días, cuando aún estaba en Bloemfontein, vi una mariposa cardera Vanessa cardui. Me gustó mucho reconocerla (de mariposas sé bastante poco), porque además es (creo) la única especie de la región compartida con Europa. Y es que a estas se las encuentra uno un poco por todas partes, porque son unas migradoras natas... Aunque no sea el aspecto de sus vidas más conocido, probablemente si leéis este blog de forma habitual ya seáis que hay muchas especies de insectos migradores, pues alguno ha salido ya. Y puede que recordéis que estas migraciones se desarrollan "por etapas": hay insectos adultos que migran al sur, y allí se reproducen, y mueren. Sus descendientes migran algo más al norte, se reproducen, mueren, sus descendientes migran algo más al norte... y así hasta que los del límite norte del área de distribución, migran de vuelta al sur antes de reproducirse. Esto es lo que sucede por ejemplo en la conocida migración de las mariposas monarca americanas. En Europa también, muchas especies de insectos migran, pero al llegar al sur ¿con qué se encuentran? Con el Sáhara. Y claro, cualquiera cruza eso... de modo que las migraciones de insectos en nuestra parte del mundo se suelen desarrollar entre el Magreb y el norte de Europa. Hasta que hace unos años, unos investigadores descubrieron que algunas mariposas carderas que aparecían al sur del Sáhara en otoño, venían de hecho desde Europa. Y no solo eso, sino que el mismo equipo acaba de descubrir que la siguiente generación se hace el viaje de vuelta a Europa. Lo han hecho a base de analizar la composición química de las alas de mariposas recolectadas en primavera en Europa, descubriendo así que, cuando oruguitas, se habían estado alimentando en torno al ecuador. Cómo se las apaña para cruzar el Sáhara un insecto que no tiene ni el vuelo potente de las aves, ni su capacidad para resistir el calor, ni dónde almacenar tantas reservas (que además muchas flores por el camino no hay); será la próxima pregunta a responder. Está bien eso de que nunca nos quedemos sin preguntas...

miércoles, 20 de junio de 2018

TUT

Este bonito patio tipo corrala no es de una cárcel, no: es la Facultad de Ciencias de la Salud de la TUT. Os diría que está siendo mi segunda casa en las dos semanas largas que llevo en Pretoria, pero sabéis que sería mentira: que debido al postoperatorio de Maliki estoy pasando en realidad más tiempo en casa que fuera de ella. Pero ya esta semana parece que el hombre se encuentra lo suficientemente bien como para que echemos aquí la jornada completa.

 Llegar a un laboratorio nuevo me causa siempre algo de aprensión: es el hábitat idóneo para que, con la razón que les da (supongo...) el tener que evitar peligros derivados de reactivos peligrosos, o que las muestras de unos se mezclen con los de otros; aparezcan talibanes de todo pelo, a los que hay que procurar tener a la vez lejos y contentos. Igual que hay que tener vigilados a los que roan material, o a los que no limpian/reponen su parte después de trabajar... una fauna curiosa. Pero aquí no me he encontrado ese problema: no había laboratorio, sin más. Bueno, sí los hay, muchos, y algunos con una pinta horrible; pero a Maliki le han dejado instalarse de cero en unos almacenes medio vacíos, y allí hemos estado montando nuestra esquinita (no muy distinto de los inicios de nuestro laboratorio en la planta 9, vaya).

Y nos ha costado, vamos lentos,  no sé qué nos dará tiempo de hacer en los días que me quedan. Pero la cara de felicidad de Maliki al ver sus primeras bandas en un gel, tras hacer su primera PCR, es una visión bastante reconfortante. Sumado en mi caso al alivio de ver que sí, que pese a que algunas cosas las he organizado de forma un tanto precaria, con todo y con eso funcionan. Hoy nos hemos vuelto a casa bastante contentos, la verdad. Y que dure...

martes, 19 de junio de 2018

Tres perchas con tres perchados

Un área bastante abierta de la ladera norte del Botánico de Pretoria, donde moviéndose de áloe en áloe me encontré al tejedor de la entrada anterior. y donde a nada que uno se descuide asusta las pintadas (¿las veis, en la foto?), que salen volando y gritando, y espantando las aves en que uno está interesado. Y la arquitectura del Herbario Nacional (el edificio de la imagen) no es que sea tan entretenida... Pero si se quedan calladas puede uno acercarse con cautela a las otras aves lo suficiente como para sacarles fotografías medio decentes.

 Un alcaudón fiscal Lanius collaris. Me resulta extraño mezclar esta especie con lo de "con cautela" que he escrito arriba, pues en Bloemfontein estos alcaudones son de las aves de jardín menos temerosas. Pero encuentro los pajarillos comunes aquí en Pretoria mucho más huidizos que allá en el Free State, no sé por qué...

 El drongo ahorquillado Dicrurus adsimilis este no me dejó acercarme apenas, pero no sé si en Bloemfontein son menos miedosos... porque allí no los hay. O no los he visto, mejor dicho, que la guía sí lo menciona en casi toda Sudáfrica. Aunque sí es verdad que cuando los vemos en el Kruger suelen dejarse acercar bastante más... Hasta anillamos uno en noviembre y todo; me sorprendió que era la mar de ligero, todo pluma (muchos pájaros en mano resultan ser así, pero este especialmente), y que las patas vistas de cerca me parecieron palillitos enclenques.

Este en cambio no tenía nada de desconfiado, y le saqué varias fotos a nada y menos de distancia. Es un papamoscas fiscal Melaenornis silens, así llamado porque como veis (aunque los veis de frente a los dos, y no se aprecia demasiado bien) su plumaje es idéntico al del alcaudón. Supongo que debe de ser algún tipo de mimetismo batesiano; imagino que los alcaudones deben de ser agresivos si te acercas a su nido o intentas capturarlos, mientras que estos papamoscas son unos cachos de pan. Pero el colorido pío en realidad se lleva mucho entre las aves africanas, incluyendo, curiosamente, la especie de críalo que suele parasitar esta especie (y al alcaudón, de hecho): el críalo blanquinegro Clamator jacobinus. Uno que aún tengo pendiente, por cierto... vi "uno" en el Kruger en noviembre, pero no pude verlo lo suficientemente bien como para saber si era ese o su primo el críalo listado C. levaillantii... y los dos no volverán por aquí hasta el verano que viene. Vaya, me da que me pillará algo lejos...

lunes, 18 de junio de 2018

"Pavís, pavós..."

 Una Cussonia, Ramón, que sé que te gustan. Pero C. spicata, no paniculata como las que tenemos en el Free State; esta es incluso mayor, ya veis qué arbol m´s garboso llega a ser. Me hacen bastante gracia las cussonias a mí también porque son araliáceas, plantas de la misma familia que la hiedra. Y como en Europa las hiedras son las únicas araliáceas pues claro, yo pensaba que era una familia de plantas trepadoras, cuando eso resulta ser más la excepción que la regla, y repartidas por el mundo hay otras tantas araliáceas que son árboles o arbustos. Varias de las cuales se usan también como plantas de jardín o de interior, como las fatsias o las scheffleras...

 Ya os dije ayer que había vuelto al Botánico el sábado... y el día empezó con cabreo, la verdad: ¿veis las casetas, asomando la nariz entre el ramaje? Llegué al jardín y me encontré con la desagradable sorpresa de que se iba a celebrar durante todo el día la "Feria de la Cerveza": miles de personas, música a todo volumen y olor a cerveza y barbacoa ya desde las nueve de la mañana. No tengo nada contra el evento en sí, pero no entiendo por qué en este país (pues en Bloemfontein sucede lo mismo) utilizan los jardines botánicos, que deberían ser entiendo yo zonas protegidas y tranquilas, para estos saraos; como si no sobrasen plazas, parques o polideportivos en la ciudad...

 En fin. Como por suerte el jardín está organizado en una colina y la feria esta estaba en la ladera sur, pues pasé el día en la norte, la de vegetación más natural, a resguardo de la música y disfrutando del sol.

 Y viendo pájaros, claro. Estoy disfrutando bastante aquí en Pretoria viendo varias especies subtropicales que, aunque ya me las hubiese tachado en el Kruger, como no las tenemos en Bloemfontein pues siempre hace ilusión volverlas a ver. Aunque este de la foto sí lo tenemos, pero no había conseguido antes hacerle una foto decente. Es un barbudo crestado Trachyponus vaillantii, o como lo llamamos Joaquín y yo puka-puka, pues según la guía ese es el ruido que supuestamente hacen las hembras (mentira). Hay varias familias de barbudos por el mundo adelante, parte del orden de los Piciformes, diversificado sobre todo en Sudamérica, y cuyos miembros más conocidos son los pícidos, los pájaros carpinteros.

 Y un pájaro carpintero, el pito colidorado Campethera abingoni, fue precisamente el primero de mis bimbos del día. Uno que me hizo especial ilusión, pues mi lista sudafricana cojea mucho en esta parte de la guía, aunque no haya tampoco muchas especies de carpintero en el país...

Sí estoy más orgulloso de mi lista de tejedores, que suma ya a lo tonto trece especies, una más de la mitad de todas las que hay en el país. Ese de "la mitad más uno" fue precisamente el pajarete amarillo que veis ahí pequeño en la foto (aunque en realidad es un tejedor bastante robusto): un macho de tejedor de El Cabo Ploceus capensis, que estaba, cómo no, disfrutando de lo lindo del néctar de los áloes.

Y eso, "cada día dos"; cada vez que me acerco a este Botánico vuelvo con dos bimbos, no está mal... por cierto que el título de la entrada viene de una versión del cuento de "La princesa y la sal" que me contaba mi tía y que no encuentro por internet, que sumaba a la base del cuento (lo que os enlazo) una escena en la que la muchachuela tenía que cuidar de unos pavos que se le escapaban siempre, por lo que, enojada, les daba matarile, a un par cada día, recitando que "pavís, pavós/la hija de un rey/¿cuidando de vos?/¡Eso sí que no!/Cada día, ¡dos!"... tendré que buscar mejor, que la historia merecía la pena.

domingo, 17 de junio de 2018

Domingo botánico

Ez XVII, 22-24. "Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré (...); la plantare en la montaña más alta de Israel, para que eche brotes y dé fruto, y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas..."

Venían hoy las lecturas de Misa cargadas de referencias a plantas y aves, desde la que encabeza esta entrada hasta la famosa planta de mostaza donde se cobijan las aves...; y me hizo pensar, claro, en que ayer, a falta de algún sitio mejor, volví al Botánico de Pretoria, con la buena fortuna de volver a tacharme dos pajaretes. Pero dejo eso para otro día, así como el sitio nuevo y el bimbo de hoy domingo; lo dejo para otro día porque me hizo gracia recibir esta foto en el móvil:

Un áloe florecido, como esos con los que os doy la turra en casi todas las entradas de este mes. Pero uno "nuestro", ni más ni menos: un Aloe vera que tenemos en la aldea, del que mi madre envió foto al grupo de wasap familiar porque le gustó verlo florido. Y me gustó verlo a mí, porque me dije "míralo qué majo, que aunque está en el hemisferio equivocado florece al mismo tiempo que sus parientes...".Y os iba a contar esto mismo, hoy y ahora, y al ir a enlazar la información que justificase mis palabras, me las he tenido que comer con patatas cual Presupuestos heredados del gobierno anterior: resulta que el Aloe vera no viene de aquí del sur de África sino del hemisferio norte. Del suroeste de la península Arábiga, según parece. Lógico, por otra parte, teniendo en cuenta que es una planta conocida desde antiguo. Y nada: se ve que casi todos los áloes sudafricanos florecen en invierno (y digo ya "casi" porque no quiero pillarme más los dedos), y al menos el A. vera en verano; pero unos y otros en las mismas fechas, a fin de cuentas. Ea, sabido os queda, igual que a mí.

viernes, 15 de junio de 2018

Durmiérdose por las ramas (del árbol filogenético)


 Ayer por la tarde fui a una charla en el museo de ciencias naturales de Pretoria; una de creo una serie de conferencias anuales en memoria de Austin Roberts, eminente zoólogo sudafricano de la primera mitad del S. XX. A las horas en que la charla tuvo lugar el museo ya estaba cerrado al público, de modo que no pude ver gran cosa de las colecciones. Pero lo poco que vi, me pareció que podría merecer la pena... si en lo que me queda aquí saco algún tiempo libre que no pueda dedicar a ver bichos en vivo y en directo, seguramente vuelva.

La charla: una científica local, directora del Centro de Zoonosis Víricas de la Universidad de Pretoria, nos habló de las investigaciones de su grupo en torno a las interacciones entre murciélagos y enfermedades trasmisibles al hombre. La charla estuvo muy bien, muy interesante; pero realmente lo que más me llamó la atención fue un detalle que ella mencionó de pasada: resulta que mi información sobre las relaciones de parentesco entre murciélagos estaba totalmente desfasada.


Fotos libres uno, dos y tres
Tradicionalmente, los murciélagos se han dividido en dos grandes grupos: microquirópteros (especies de medianas a muy pequeñas, generalmente insectívoras y con ecolocalización, como las de las dos primeras fotos) y macroquirópteros (los "zorros voladores, de medianos a muy grandes, frugívoros y sin ecolocalización; un grupo por lo demás de aspecto bastante homogéneo). Pero resulta... ¡que no! Al igual que cuando gracias a análisis filogenéticos exhaustivos descubrimos, entre otras cosas, que los halcones estaban mucho más cerca de los loros que de las otras rapaces diurnas, resulta que buena parte de los "murciélagos pequeños" están en realidad más cerca de los zorros voladores que de los otros microquirópteros. Especies por ejemplo como los murciélagos de herradura (en el centro), de las que tenemos unas cuantas en España), y que comparten por ejemplo con sus redescubiertos familiares la costumbre de descansar colgados cabeza abajo envolviéndose en las alas, en vez de usar posturas más cuadrúpedas, como los otros microquirópteros. Tantos años viéndolos colgar y sin darle la mayor importancia para que al final, mira, resulta que sí había ahí algo detrás. Algo más que sus divertidas cabezas, digo.

miércoles, 13 de junio de 2018

Verano festivo

Miércoles 13 de junio. Me di cuenta desde pequeño de que cada año una serie de eventos festivos que son o eran relevantes en mi familia tenían lugar en verano el mismo día de la semana: empezaban hoy, San Antonio de Padua, patrón menor de mi aldea, pero muy celebrado por ser el santo de mi abuelo y el del que esto escribe. Saltando cinco semanas, el mayor de los mencionados celebraba su cumpleaños el 18 de julio (y tocó omenajearlo por muchos años). Una semana más tarde, el 25, fiesta grande de Galicia y de mi barrio en Orense. Una más y el 1 de agosto era San Fiz, la fiesta grande de la aldea. Dos más y la Asunción, fiesta grande, a secas. Y dos semanas más tarde me tocaba a mí soplar velas, dando con eso conclusión un verano de celebraciones domésticas. Un verano saludado, como todos los veranos, por el canto repetitivo de las abubillas. Espero que os guste mi artículo y en general el número de junio de EMNMM...


martes, 12 de junio de 2018

Smog, y una mochila rota

Maliki iba hoy al hospital a hacerse curas de la operación de la semana pasada, de modo que me he quedado en casa, haciendo uso de la fantástica WiFi que hay aquí. Mirando por la ventana, me he dado cuenta de que en Pretoria hay una cosa que hacía mucho que no veía, pues no parece que la tengamos en Bloemfontein: contaminación. O por ser más precisos, una boina de humo de coches y calderas como la que es desgraciadamente famosa en Madrid. Bloem es pequeño, plano y muy ventoso; y como Pretoria viene siendo lo opuesto, pues ahí veis el humo amontonado en el fondo del valle, sobre el centro de la ciudad...

Más desgracias. Ayer cascó una de mis posesiones más preciadas: a mi mochila se le rompió, por puro desgaste, una de las asas. A la otra poco le falta también, la verdad es que la única duda estaba en saber si se rasgaría antes el lado derecho o el izquierdo, pues estaban los dos en las últimas. Me da pena, pues por lo demás esta mochila, que creo tengo desde 2009, pues me suena que la compré para llevar en ella el portátil a mi primera estancia en Sueca, estaba muy desgastada en el exterior, pero seguía aguantándome el trote de un lado a otro por la ciudad y el campo, pues raro es que vaya yo sin mochila. Os alegrará saber que ya no me quedan más excusas para usar en el campo la mochila que me regalasteis por la tesis, que no es que no me guste, que me gusta mucho, pero... es que esta me gustaba más.

domingo, 10 de junio de 2018

Y más Botánico aún...

 ... por si os habíais quedado con ganas. Ya sé que llevo tres entradas seguidas para describir una única visita al botánico de Pretoria el miércoles pasado, pero es que ayer se me cayeron algunos planes de pajareo más ambiciosos que tenía entre manos, y terminé por volver a darme una vuelta por el mismo sitio. Caminando mucho mas despacio y parándome en casi cualquier esquina, ahora que ya lo había visto y sabía a qué atenerme. Y tal vez por eso, y a pesar de, al ser sábado, haber mucha más gente, no solo vi de nuevo las dos especies que sumé el miércoles, sino que añadí a mayores dos más. Si es que en esto del campo la paciencia es la clave...

 Ea, vamos con algunos pajarillos, que de lo no emplumado no vi nada destacable. Os pongo esta foto de un bulbul naranjero Pycnonotus (barbatus) tricolor para tener en el blog fotos decentes de los tres miembros sudafricanos del género, y que veáis cómo cambia el color de los ojos (y un poco el del plumaje también).

 Sirva lo mismo para este zorzal de Kurrichane Turdus libonyanus, aunque en la provincia de Gauteng coinciden este y el del Karoo, del que se diferencia, si os fijáis en la foto de hace unas entradas, por tener vientre y pico más naranjas, y además un pequeño babero blanco y negro.

 Un alcaraván de El Cabo Burhinus capensis, al que su nombre inglés de "alcaraván punteado" (spotted thick-knee) le viene la mar de bien. Ya sé que lo he sacado más veces en el blog, pero es que ¡es un bicho que me gusta mucho! Por ser el primero, para empezar, y porque como en España veo alcaravanes de Pascuas en Ramos, se me hace muy raro (y como que haya que "estarles agradecido") verlos aquí como aves casi urbanas.

 Os dije arriba que me había bimbado dos especies, y esta es una de ellas: un ave-ratón común Colius striatus, con la que completo las tres especies de la guía del sur de África (esto del coleccionismo, ¡cómo es!). No la he pillado nada bien, ahí solo de medio cuerpo y entre el ramaje, pero aun gracias, porque del otro bicho nuevo solo tengo una foto horrorosa. Y me fastidia, porque era un bicho de lo más chulo: un busardo gavilán Kaupifalco monogrammicus, una rapaz a medio camino entre busardo y gavilán (je) que caza sobre todo lagartos. Lo pillé de casualidad al escuchar unos bulbules armando un escándalo considerable (como de costumbre) y ver que no se gritaban entre ellos, sino a algo: desde mi punto de vista su objetivo estaba posado justo al otro lado de una maraña inmensa de ramas, y me costó Dios y ayuda conseguir enfocarlo mínimamente como para saber qué era. Y encima al querer acercarme se echó a volar y desapareció...


 Bueno, me consolé con los áloes, en los que había más actividad que en días pasados. A mayores de las aves especializadas en alimentarse de néctar, visitan estas flores muchas otras aves que, poseyendo también un pico lo suficientemente largo y fino, pueden también llegar a rebañar algo. Aves como los anteojitos de El Cabo Zosterops virens, que no se dejaron fotografiar bien, o este estornino de El Cabo Lamprotornis nitens, con el que sí anduve más acertado. Y qué cansinas las guías, que solucionan el nombre de la mitad de los bichos metiéndole un "del Cabo" detrás...


 A quien sí pude pillar bien esta vez fue a la otra suimanga del parque, la pechiblanca Cinnyris talatala: una hembra en un áloe de flores rojas....

 ... y un macho en uno de flores amarillas.

Y un Antón, en un banco de madera. Sigo vivo, y espero que no muy cambiado...

sábado, 9 de junio de 2018

Botánico de Pretoria: por el suelo

 Hacer fotos de los bichos cuando están encaramados entre las ramas de un árbol es de lo más complicado, y ya ni hablemos de intentar sacarlos en vuelo... menos mal que voy siempre con la vista dislocada, como un camaleón, un ojo arriba y otro abajo, y que encuentro así sujetos que retratar que me dan menos quebraderos de cabeza. Las pintadas comunes Numida meleagris, que en Bloemfontein en el campus se muestran un tanto esquivas y salen corriendo en cuanto te paras a mirarlas, se pasean tranquilamente por todo el botánico de Pretoria, sin hacer mucho caso de la gente, mientras picotean aquí y allá bichejos o migas de bocadillos.

 Pero ¡ea!, descansemos por un momento de tanto pájaro (por un momento... mañana seguimos). Estaba el jardín lleno de mariposas de estas: pensamiento amarillo Junonia hierta, que lucían bastante más sanas que la que os enseñé en febrero. No sé ahora si son bichos con varias generaciones anuales, y/o si estarían migrando desde algún otro sitio. Con el invierno ya a las puertas no creo que les quede mucho, en todo caso...

 Se esconderán también los lagartos, supongo, aunque de momento en las horas centrales del día estos escincos que ya conocéis del Kruger, los Trachylepis varia, se movían por todos los sitios donde hubiese algo de roca.

 Bastante menos abundantes eran en cambio los T. punctatissima, la misma especie que tenemos en Bloemfontein.

 Pero vamos ya a lo jugoso: un nuevo mamífero, y uno que ya me estaba llevando demasiado tiempo tacharme: ¡un dassie! Que es como llaman en este país a los damanes de roca Procavia capensis. De "roca", y de árbol también, como veis (aunque hay otras especies de damán propiamente arborícolas). No voy a extenderme aquí contándoos vida y milagros de este animal que, pese a su pinta de cobaya, es junto con los manatíes el primo más cercano que les queda a los elefantes; ya mucho se ha escrito sobre ellos.

Los dassies son bastante populares en este país porque en parques de zonas urbanas se vuelven bastante mansos y se dejan ver muy bien, que no tocar (tampoco lo intenté, que tienen unos colmillos que no invitan a ello). y siendo como son algunos como un conejo grande, me pregunto si se dejarán también comer...

viernes, 8 de junio de 2018

Botánico de Pretoria: suculento néctar suculento

 Visitando la sección de plantas suculentas del botánico, me gustó bastante encontrarme en vivo y en directo con unas cuantas Alluaudia: esos chorizos espinosos gigantes por los que trepan los sifakas en los documentales de Sir David. Para que veáis que algo de caso a las plantas sí les hice...

 Pero es verdad que la sección de plantas suculentas me interesaba especialmente porque es ahora en invierno cuando florecen los áloes, y esperaba ponerme las botas viendo y fotografiando suimangas. Pero ¡gran decepción! La mayor parte de las especies estaba, sí, a punto de florecer, pero con las flores aún cerradas. Me salvó un poco la jugada un áloe arbóreo que allí había, que sí se había adelantado a las demás especies...

 ... y enseñoreándose entre sus espigas estaba este bonito macho de suimanga amatista Chalcomitra amethystina. Ya me lo había tachado en el Cabo oriental, pero no amarga verlo otra vez.

 Aquí de nuevo, un poco más desenfocado, pero con las iridescencias verde y violeta de la cabeza brillando al sol. Tenía bastante mala leche este personaje, y entre sorbo y sorbo de néctar se dedicaba a cantar en vuelo y desde los árboles adyacentes al áloe para dejar bien clarito a todo el mundo que aquella planta era suya. Apareció de hecho en un momento dado un bonito macho de suimanga pechiblanca (la única otra especie que vi en el jardín) y el muy desgraciado lo expulsó antes de que pudiese sacarle una foto.

Otro ejemplar de suimanga amatista, un joven ahora, alimentándose ahora en una cola de león, otro arbusto sudafricano de flores tubulares, bien adaptado para que lo polinicen estos pajaretes. Entre unas plantas y otras se las van apañando para que no les falte de ná a lo largo del año...