jueves, 5 de enero de 2017

De la ría y del río

 Matas una vez un perro... la gente, como me ha visto que un par de veces que he ido a ver a Raúl hemos salido a dar una vuelta en la barca (una y dos), ya se piensa que cada vez que vuelvo por Galicia y me acerco a verlo salimos a navegar poco menos que en el yate de Amancio Ortega, a beber champán y pescar peces espada... ya nos gustaría. O bueno, tal vez no; que el Patarroxa I será modesto, pero salir en él nos pone muy contentos. El caso es que la barca estuvo en dique seco una buena temporada, y ni la pasada Navidad ni en verano habíamos salido a la ría. Pero ayer sí estaba funcional; y aunque al principio amenazaba lluvia, al final el cielo se portó bien, y nos dimos una vuelta la mar de agradable...

 ... viendo desde el mar los mismos paisajes de los que os he estado hablando en el blog durante estas vacaciones: los eucaliptales tasmanos...

 ... y las formaciones de granito. Y una novedad: las palmeras secas, devoradas hasta la médula por las larvas del picudo rojo, especie de gorgojo que se detectó por vez primera cerca de Vigo en 2013 y que se ha llevado ya por delante buena parte de las palmeras de la costa pontevedresa...

 Algo de bichos también tendré que enseñaros, ¿no? Un cormorán moñudo Phalacrocorax aristotelis en vez de un cormorán grande esta vez, muy pintón él en la esquina de una batea, con el moño que ya le empieza a asomar de cara a la estación de cría. No había mucho pájaro, por lo demás, pero ya cuando estaban empezando a sonarnos las tripas y pensábamos en volver...

 ... aparecieron unas cuantas aletas en la superficie: un grupo de delfines mulares Tursiops truncatus, un pequeño adelanto de la noche de Reyes.

 Un grupete majo de ¿siete ejemplares, creo recordar? Como no salían todos del agua a la vez era difícil estar seguros al 100%. Hicieron un poco el mono cerca de nosotros, aunque sin llegar a saltar y sin detenerse tampoco mucho, y continuaron luego singladura hacia la cola de la Ría.

 Remontando el Lérez fuimos también nosotros después de comer (después de perder más tiempo en buscar dónde comer que en comer, mejor dicho), por un sendero que remonta el río aguas arriba de la ciudad de Pontevedra.

 Una zona que no conocía y que me gustó mucho. El río en esta zona todavía sube y baja cada seis horas, al compás de las mareas, pero las orillas estaban cubiertas de un bosque denso y no demasiado estropeado por eucaliptos y mimosas, con el suelo cubierto de musgo y rezumando agua por todas partes, con una pinta tremenda para que hubiese salamandras rabilargas y un sinfín de bichos mas. Tengo ganas de hacer alguna vez una expedición anfibiera en Galicia...

Un anfibio sí vimos, aunque peludo: una simpática nutria paleártica Lutra lutra, con pinta de macho por el tamaño, una especie que, con no ser escasa en Galicia, tampoco es que se deje ver todos los días. Tengo ganas de acostarme ya, la verdad; si pese a haber sido tan malo en 2016 los Reyes ya se han adelantado con los delfines y la nutria, me pica bastante la curiosidad de saber qué me encontraré mañana...

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