El campamento: nuestros bungalows y nuestros dos coches |
Han pasado ya dos meses desde que volví del segundo muestreo en el Kruger, y desde que empecé la que sería la primera entrada de esta nueva serie, ¡anda que no me he liado con otras cosas entremedias!
Como os decía en aquella entrada, como estuvimos casi todo el tiempo anillando, pues apenas nos movimos por el Parque, de modo que la cantidad de bichos observados fue mucho menor que en julio. Por eso y porque, siendo ya primavera, la vegetación recupera sus hojas y se vuelve mucho más densa, y a nada que los bichos estén algo separados de la carretera pues resulta imposible verlos.
Llamaba la atención,la verdad, la (solo en apariencia) baja densidad de bichos. Y de gente también, lejos de las aglutinaciones del invierno/vuestro verano, en que todo el hemisferio norte viene aquí de vacaciones; esa tranquilidad en las carreteras y en los sitios de picnic, sí era muy de agradecer. Y verlo todo tan verde, tras el agostamiento invernal (recordad que aquí la estación de lluvias es el verano).
En la hierba verde de un campamento triscaba esta abubilla Upupa (epops) africana; pero no os preocupéis que no voy a empezar a torturaros con pájaros ya desde el principio. La pongo, antes de que se me olvide, para que la comparéis con la que os puse a primeros de mes fotografiada en Madrid, para que veáis que el color de las abubillas africanas es mucho más saturado que el de las europeas.
Pero ea, ya os pongo algo de pelo, para que no desesperéis: empiezo con un(a) kudu Tragelaphus strepsiceros, el antílope grande mas común del Kruger, que no solo forma parte del menú de los grandes depredadores locales, sino también del de muchos de los restaurantes, igual que la carne de ciervo empieza a abundar en las cartas cuanto más se desplaza uno hacia el sur de España...
Pero me pareció que, más que una foto del menú, os gustaría ver una foto del comensal: en realidad este leopardo Panthera pardus fue el único depredador que vimos en toda la semana (junto con un par de hienas manchadas), pero vaya, no me quejo: mucho más vistoso que los aburridos leones. Además que en ese momento íbamos en el coche solo Elise y yo, y a la chica le hizo una ilusión enorme verlo: es de familia afrikáner típica, de las que adoran la naturaleza y visitan con frecuencia este y otras muchas de las reservas del país; pero nunca habían tenido la suerte de cruzarse en directo con este bicho.
Más pienso para leones: un par de cebras comunes Equus quagga, que siempre lucen mucho...
... y un par de rinocerontes blancos Ceratotherium simum, que salían de entre los arbustos a pastar un día en que la caída del sol nos pilló aún dando vueltas con el coche, acelerando para llegar antes de que nos cerrasen las puertas. Los rinocerontes no tienen mucho que temer de los leones, la verdad, pero sí de los humanos: acaba de aparecer un estudio sobre el estado de conservación de las dos especies de rinoceronte africano en Sudáfrica que, entre otras cosas, muestra cómo entro del Parque el nivel de furtivismo iguala al de nacimientos, por lo que el crecimiento poblacional se mantiene estancado.
Y cierro ya esta entrada con el "regalo" que, en el trascurso del mismo recorrido, me hizo Elise por haber descubierto yo el leopardo: fue ella la que me señaló esta maravilla, el antílope africano que me parece más bonito y más ganas tenía de ver: un tremendo antílope sable Hippotragus niger. Otro animal que hace que los leones se lo piensen dos veces antes de atacar, pues aparentemente es de los antílopes más echados p'alante y que mejor saben usar sus cuernos como cimitarras, no solo en ataques frontales, sino también para ensartar al que lo ataque desde atrás, dando un cabezazo contra el lomo. Pero es en todo caso otro bicho que anda de capa caída, no por el furtivismo esta vez, sino porque aparentemente el hábitat del Parque se ha vuelto peor para ellos tras varias décadas de sequías recurrentes. Tanto más motivo para alegrarme de haberlo visto, vaya... aunque no tenga plumas.
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