lunes, 12 de febrero de 2018

En campo abierto

Verde, ¿eh? Da gusto verlo así, la verdad... Han tardado en agarrar las lluvias en el Free State, pero por fin parece que ya ahora, en el cenit del verano austral, el monte luce ya verde; no como cuando fuimos a Mokala, por ejemplo. O como cuando uno se acerca a un carrizal, que parece que siempre los pillas secos...

 Las fotos son de hace diez días: hartos de estar en la ciudad (y más yo, que había pasado los dos fines de semana anteriores en la facultad haciendo lo que no hice en Navidad), alquilamos un coche y nos llevamos al alemán y a la turca de paseo. A un sitio cada día, pero los dos muy similares: reservas en torno a un embalse con antílopes variados y otros bichos sueltos por allí adelante. Los dos parecían haber conocido tiempos mejores, mostrando signos de abandono y descalabro un poco por todas partes; pero probablemente gracias a eso apenas sí nos cruzamos con nadie, con lo que pasamos un fin de semana de lo más tranquilo.

 El sábado fuimos hasta la Willem Pretorius Game Reserve, que nos quedaba algo más retirada de casa: 160 Km al noreste. Es un parque al que vienen también nuestros alumnos de tercero en las prácticas de no sé qué asignatura.

 Llover llueve, pero según dicen los de aquí no tanto como debería; y por los demás este parece ser el primer año en que de verdad cae algo de agua tras tres años de El Niño que han dejado el país deshidratado (ejemplo; leedlo, que por lo demás merece la pena). Al embalse en sí no se lo veía muy boyante, la verdad sea dicha; y a pesar de que, como os digo, aquí tocamos a tormenta diaria, parece que estas tormentas son muy locales. Esta charca temporal de agua de lluvia estaba seca...

 ... y esta otra en cambio lucía de lo más refrescante, aunque en vano buscamos ranas en sus orillas. Se me están resistiendo mucho los batracios en este país, la verdad; creo que ya os lo he comentado en alguna otra entrada.

 Bueno, y todas estas fotos de paisajes abiertos están bien, pero empecemos ya con los bichos. O con sus rastros al menos: una huella pequeña con uñas (justo sobre la moneda de 50 céntimos de rand), que supongo de alguna mangosta, queda empequeñecida junto a las huellas bastante mayores de la nutria sin uñas Aonyx capensis, que usa sus manos casi como de persona para buscar cangrejos al tacto.

Pero dejemos los bichos peluditos y achuchables para otras entradas; cierro esta con un saltamontes espumoso Dictyophorus spumans, un bicho no volador, y tan llamativo como venenoso, que ya os enseñé aquí otro día. Que no se os parecerán mucho los bichos de ambas fotos, pero es que es un animal que viene en muchos colores distintos

En fin, y mañana más, espero. Perdón por la vagancia a la hora de actualizar, que por unas cosas o por otras al final siempre me dan las uvas...

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