sábado, 5 de noviembre de 2016

Talibanes gástricos

No sé si es algo bueno o malo, aunque tiendo a pensar que lo primero: con los años noto que cada vez soy más flexible cuando las cosas no son "como tienen que ser" y más comprensivo con los transgresores*; y noto que, por el contrario, los intransigentes de uno y otro signo me caen cada vez más gordos. Y por no meterme en disquisiciones más profundas, me voy a referir ahora a los talibales alimenticios, a los paladines del "esonoesunapaella" y demás ralea, de la que por veces he formado parte. ¿Que en Madrid os pone contento echarle aceite, sal y pimentón a algo, aunque sea a un yogur, y apellidarlo "a la gallega"? Pues tan amigos todos; que todos los males en el mundo sean ése...
Y todo esto para contaros que, anteayer, hice mi primera "empanada gallega" :-)

Y tan orgulloso que estoy de la misma. Lo que me hace gracia, y está en el origen de esta entrada, es que si me animé a meterme en harina fue precisamente por copiar la receta de Cefe, almeriense, que de más lejos de Galicia no puede ser; por copiar su receta de empanada de queso, bacon y dátiles, pero cambiando el relleno, que tampoco es que fuese muy rianxeiro que digamos, por algo más propio de la tierra (atún. Y aceitunas y huevo duro).
Ambas empanadas fueron sacrificadas a mayor gloria de sus cocineros en un cumpleaños becarial, el jueves por la noche; cumpleaños donde no escasearon los halagos. Y fue comentando la jugada a posteriori cuando otro francés nos dijo que a ver si hacíamos otro día un postre "típicamente español". "Español... como ¿el arroz con leche?" Pero el arroz con leche ya lo conocían aquí, como tantas otras cosas que se nos fueron ocurriendo. Por fin, dimos con el postre autóctono ideal: "¡unas torrijas!". Pero ¡ay amigo!, que resultó que en Francia también las tenían. Y seguro que también tienen su recua de talibanes torrijeros, defensores de una receta canónica de ingredientes y cantidades exactas... en resumen: que casi nunca está de más saber quitarse la boina y tener un poco de altura de miras, antes de enrocarse en una defensa numantina de las cualidades y exclusividad de la tortilla que hacía mi abuela... mi abuela metafórica, quiero decir. Como la tortilla.


* Pero ojo, que sea bueno transigir con el pecador no está reñido con llamar a las cosas por su nombre: las cosas claras, y el chocolate espeso.

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