La Isla de los Museos, al este del centro de Berlín, es uno de los lugares más visitados por todo hijo de vecino que viene a la capital alemana. Siendo esto así, también Andrea la había recorrido acompañada más de una vez; y por ahorrarle una nueva visita, la recorrí yo solo el lunes, tras visitar el acuario.
Las cornejas cenicientas Corvus cornix intentaron impedir que me culturizase: "¡No entres ahí! ¡No malgastes las pocas horas de luz que te quedan dentro de un edificio! ¡Mira que es posible que, a la vuelta de la esquina, te encuentres con un grupo de ampelis, o algún otro pajarillo encandilador..." Pero no les hice caso... que tenía bastante frío; y tras sacarles algunas fotos, a culturizarme que fui...
El nombre de la isla es tan poco original como acertado: cinco son los museos que, fachada con fachada, se pueden visitar si se tienen tiempo y ganas; los cinco dedicados en buena medida al arte antiguo. Como yo apenas tenía un par de horas libres, las pasé dentro del más conocido, el de Pérgamo.
El Museo de Pérgamo es justamente famoso por albergar muchas edificaciones antiguas, que forman parte de la propia estructura del edificio. Con todo, me quedé sin ver la más famosa de ellas: el Altar de Zeus de Pérgamo, que da nombre al edificio, y que estaba en restauración.
No me faltaron cosas que ver, sin embargo: desde las grandes estructuras como esta fachada de un mercado de la antigua Mileto, hasta los objetos decorativos más pequeños y delicados.
Muros, muchos muros de diversas épocas y estilos; pero muros levantados para levantar el ánimo de los ciudadanos y no para humillarlos, como el otro muro más famoso de esta ciudad. Con quedarme a miles de kilómetros y de años de distancia, la Puerta de Ishtar me dice más cosas que la East Side Gallery.
Me harté de sacar fotos en el museo de las cosas más variopintas; por fastidiar y completar el blog, ya que he dedicado varias entradas de la serie berlinesa al los "museos de los animales" (el de Ciencias Naturales, y el Acuario), pues os voy a enseñar aquí unos cuantos animales del museo, empezando por uno de los toros babilónicos de la puerta de arriba, fabricado como en un mosaico de ladrillos pintados y esmaltados.
O un mosaico "de verdad", de una villa romana norteafricana, con un bonito faisán. Espero que las guías de aves de los romanos no fuesen todas así, pues a ver quién era el guapo que se las llevaba al campo...
Dos de los cuatro leones de Sam'al, hititas, como Urías. Buena parte de la gracia que le vi a este museo fue la de ir pasando de uno a otro de los pueblos levantinos que van saliendo en el Antiguo Testamento, dándose de leches las más de las veces con los israelitas.
Nisroch, uno de los dioses asirios, con cabeza de águila y cresta punky, tiene toda la pinta de ser uno de los malos de las series de dibujos de los noventa, tipo Tortugas Ninja o similar.
Y termino ya con los animales con un ejercicio de metazoología de museo: un cuerno y caja de marfil, decorados a su vez con escenas de documental.
Muchas, muchas cosas había en el Museo, que como tantos otros terminé visitando un poco a la carrera por entretenerme demasiado al principio. Ya sólo me detuve al final, para ver el Salón de Alepo, y pensar entristecido en la guerra como destructora de belleza (no de "arte", no me entendáis mal: me importan mucho más los alepenses que los monumentos destruidos)
Salón decorado con tablas pintadas, perteneciente a un comerciante cristiano del S. XVII. En uno de los paneles, esta Virgen con niño de aire oriental me sirve para desearos de nuevo feliz Navidad y despedir la entrada, despedir la serie de entradas sobre Berlín, y despedir el año; todo a la vez. Nos vemos en 2017...
No hay comentarios:
Publicar un comentario