2016, bien lo sabéis, ha sido un año de estrenar vida nueva, pero mucho me temo que el cambio radical de irme a vivir a Centroeuropa no se tradujo, como esperaba yo al principio de mi estancia en Dijon, en una cascada de bimbos de esas especies que no podría, o sería muy difícil, ver en España. El principal culpable soy yo, está claro: si no he salido más a bichear, y me he limitado prácticamente a los momentos en que he recibido visita, ha sido por pereza, comodidad, miedos tontos o o que queráis. Y se me acabará en dos meses justos el contrato en Francia y ya olvídate, pues ahora en invierno, como no me suene la flauta con algún pito cano o similar, poca cosa nueva voy a ver. En fin, a ver qué tal me lo monto esta año, a ver si con un poco más de seriedad y menos de quedarme a verlas venir... he empezado pisando fuerte al menos: el primer pájaro del año ha sido... la paloma. La doméstica; ni siquiera la torcaz. Podréis decirme que "uhuuu, ¡qué nivel!", pero yo prefiero verlo como un "a partir de aquí, sólo se puede mejorar"...
Pero echemos con algo más de detenimiento la vista atrás, a este año de la postverdad que casi nos deja el mundo vacío de famosos. Es verdad que sólo me he tachado un pájaro...
... pero también es verdad que era el que más ganas tenía de tacharme; al menos de las no-rarezas. Aunque en agosto no me apetecía mucho terminar las vacaciones y volver a Francia, la verdad es que hacer el viaje con Álex y Andrea fue uno de los mejores momentos del año. Reforzado, por supuesto, con el tachamiento en Le Teich de las pagazas piquirrojas Hydroprogne caspia.
Y hasta aquí con las observaciones reseñables de aves. Pero una cosa al menos que no le puedo reprochar a 2016 es que, al contrario que en 2015, sí hubo movimiento en mis listas de herpetos y mamíferos. A principios de verano, cuando vinieron a visitarme Raquel y Vero, disfruté enormemente tachándome en el Jura el sapo de vientre amarillo Bombina variegata. Que fue por cierto el último bimbo "canónico" del año...
... pues los tres que le siguieron fueron de especies introducidas. Bien establecidas, eso sí, pero claro, como que por mucha ilusión que me hagan, pues no es lo mismo que haberlas visto en su área original. De las tres, la que menos daba el cante era la lagartija de Madeira Teira dugesii que me taché en Angra do Heroísmo, durante el congreso de Biología Insular de julio. Y digo que daba bastante el pego porque el ambiente de Azores y el de Madeira no son tan diferentes, queráis que no...
... algo más parecidos, al menos, que lo que deben de parecerse los ambientes acuáticos del Cono Sur de donde vienen los coipos Myocastor coypus y los canales de Is-sur-Tille, el pueblo borgoñón donde me los taché.
Y me vais a perdonar la foto, porque las tengo mejores, y ¿mañana? os lo demostraré: el otro mamífero exótico que he visto este año en Francia fue hace tan poquito que, como tenía el tapón grande de fotos y entradas de Berlín que despachar antes, aún no os he hablado de ese día. Pero sí os adelanto que fue un bicho que, exótico o no, me hizo mucha ilusión...
... creo que, de hecho, más que una tercera especie de mamífero, autóctono de hecho, que sí me taché este año: el nóctulo de Azores Nyctalus azoreum. Pero a los murciélagos, como es prácticamente imposible identificarlos en el campo a no ser que pueda uno cogerlos, como que no les hago mucho caso. Tachados están, desde luego, pero me hizo bastante más gracia ver cualquiera otra de las (sub)especies propias de Azores o del conjunto de la Macaronesia que vi durante el Congreso. Me gustó "tacharme Azores", sin más, igual que me gustó mucho ir al Cabo de Gata en enero. Igual que me gustará (demasiado, me temo) volver al sur este año siempre que pueda, que serán menos veces que las que quiera. Mejor no darle vueltas a que, ¡ay!, ya deben de haberse abierto tiempo ha en el Estrecho y Sierra Morena los primeros narcisos...
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