lunes, 7 de agosto de 2017

Y todavía un poco más de todo (PNK, VII)

Rescato en la entrada de hoy unas cuantas fotos dispersas a lo largo y ancho de la carpeta, antes de comenzar una serie de entradas de temáticas particulares. Empiezo con este Paisaje con cebra, donde se ve una de las antiguas bombas de agua eólicas, que extraen agua de los pozos para alimentar los abrevaderos como en los que pusimos nosotros las cámaras. Los abrevaderos se instalaron en su día para facilitar el acceso al agua de los grandes herbívoros, y conseguir así que aumentasen sus números y que no se moviesen mucho por el Parque, para facilitar que los turistas puedan verlos. Pero la medida salió demasiado bien, de modo que la vegetación comenzó a estar esquilmada en torno a muchos de estos puntos de agua. Consiguientemente se eliminaron muchos de ellos, manteniéndose solo los situados cerca de fuentes de agua naturales.

 Hablaba antes de las "antiguas" bombas eólicas porque las modernas funcionan con paneles solares. Pero hay muchas cosas más antiguas aún en el Parque: abarcando desde pinturas rupestres prehistóricas hasta eventos de la historia reciente del Kruger, una red de 74 hitos marca lugares con un cierto (o a veces bastante incierto) interés histórico. Varios además incluyen una placa con el dibujo de un perro algo feúcho: es Jock of the Bushveld, el protagonista de una novela de viajes decimonónica en la que el autor habla de sus recuerdos como integrante de caravanas comerciales (talmente como en el Lejano Oeste) que atravesaban estas tierras de la antigua República del Transvaal. La novela (que tengo en la habitación, a la espera) se convirtió rápidamente en un clásico infantil sudafricano, aunque en las décadas recientes ha caído bastante en desgracia, debido a que la mentalidad colonial y abiertamente racista de la época no casa mucho con los valores de la Sudáfrica post apartheid.

 Más puntos de agua: este, natural, aunque pegado a una de los abrevaderos donde sí teníamos cámara a la que cambiar las pilas. Y entre la cámara y nosotros, varios grupos de elefantes sedientos. Pero como eran muchos, y además hembras con crías y no machos cobardes, pues no era cuestión de salir del coche dando palmas, y nos tocó esperar cerca de hora y media hasta que se dispersaron y pudimos bajar.

Estas pausas en realidad me gustaban mucho, pues me daban la oportunidad de poder tirar de cámara y prismáticos, para ir poco a poco sumando especies de aves a la lista. De estas, buena parte eran "pajarillos" sin más, en general pequeños y parduzcos, como los que le gustan a Raquel; y que como yo no tengo todavía en la cabeza, pues veía, identificaba y apuntaba, no sintiendo más que un placer moderado. Otras tantas especies eran aves comunes en todo el país que yo ya había visto en Bloemfontein, como esta tórtola senegalesa Spilopelia senegalensis...

 ... y por fin algunas eran especies lo suficientemente conocidas como para que me sonasen desde hace tiempo, alimentando así poco a poco en mi interior el ansia de verlas, y dándome mucha más alegría cuando por fin se me cruzaban por delante de las narices. Por qué si no os pondría aquí esta foto tan mala de un cucal de Burchell Centropus superciliaris burchelli, miembro de un grupo de cucos terrestres grandes como cornejas.

 Un francolín capirotado (jeje) Dendroperdix sephaena. Los francolines son un grupo muy diversificado de "seudoperdices", y al igual que sus parientes ibéricas uno se los encuentra aquí y allá en los bordes de los caminos, y los escucha reclamar. Cada especie tiene sus voces características (la del de la foto), que junto con las de las pintadas componen la melodía de fondo característica del crepúsculo en la sabana.

Un drongo ahorquillado Dicrurus adsimilis, otra de las aves que me hizo mucha ilusión tacharme. Los drongos, con pintas a medio camino entre córvido y golondrina, son una de las aves que más se dejan ver en el Parque. Capturan insectos al vuelo con gran maestría, y son justamente famosos de una por ser aves muy agresivas en época de cría, que no dudan en atacar a cualquier depredador que merodee por cerca de su nido; y de otra por ser consumadas imitadoras de otras especies, recurso que utilizan en ocasiones para hacerse con las presas que otros han cazado antes. Pero que os lo cuente él, mejor...

Y acabo con un par de alimoches sombríos Necrosyrtes monachus, que posados en unas ramas junto a una carretera esperaban a que unos cuantos leones se levantaran de la siesta que se estaban echando junto a los restos de un impala para bajar a dar buena cuenta de los restos; naturaleza de documental en estado puro...

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