Al ducharme ayer después de correr, de repente me sentí transportado a... ¡Vilar de Barrio! ¿Por qué de repente, sin comerlo ni beberlo, me daba por pensar que estaba en la aldea? Ni siquiera pensarlo, sino que realmente sentía que estaba allí... Tardé un poco, pero me di cuenta al fin de lo que pasaba: el olfato, y sus manías evocatorias. Acababa de tirar una botella vacía de gel y de estrenar otra, de "extracto de germen de trigo" (¿por qué no? No penséis que le hago mucho caso a los distintos tipos de jabones, más bien me hace gracia irlos probando todos), y ese gel resultó ser el mismo, o al menos oler igual, que el que durante años (es lo que tiene, usarlo sólo un par de semanas al año) estuvo en mi baño en la casa de la aldea... Aldea donde hoy espero estarán celebrando a mi patrón, sacándolo en procesión con unas cuantas cerezas colgadas de la mano. Cerezas de las bicolores, que se suelen o solían ver por Galicia; o de las "normales", tanto me da. Van bastante caras aquí en el supermercado, pero ¡qué antojo me está entrando...!
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