¿Los veis entre la maleza, unos cuantos rinocerontes apenas a unos 20 m del coche? Los veis, claro que sí; pero una vez en el Parque sorprende lo cerca que pude tener uno un animal tan grande y ni sospechar que está ahí, incluso con estos bichos que no es que sean especialmente silenciosos. Debido pues a lo cerca que están los animales de la gente, y a que muchos de ellos son potencialmente mortales, está evidentemente prohibido descender de los coches en todo el Kruger salvo en los lugares específicamente delimitados: los campamentos, las zonas de picnic y pocos sitios más. Se puede sin embargo contratar y realizar recorridos a pie por el Parque en pequeños grupos acompañados de guardas armados, que dirigen los pasos del grupo e interpretan el comportamiento de los animales que salen al paso para saber si es seguro seguir caminando por un lado o no.
Para colocar las cámaras trampa también nosotros debíamos ir acompañados de un guarda, claro. Por suerte, Mdu está registrado como tal, de modo que uniformado y rifle en ristre estaba pendiente de nosotros cada vez que se abrían las puertas del coche. Yo por supuesto me fiaba de él (qué remedio), pero las primeras veces no dejaba de estar bastante angustiado, vaya, pensando en que de cualquier arbusto iba a salir un león con aviesas intenciones, sin darnos tiempo a reaccionar...
Porque antes de empezar estas dos semanas de trabajo de campo eran los leones lo que más miedo me daba (y ya, ya sé que en general en el monte soy un gallina, pero de un león me dejaréis que tenga miedo, ¿no?), pero esa percepción cambió ya el primer día. Resulta que los leones en general no gustan mucho de la compañía humana, y al ver a un peatón suelen poner tierra de por medio aun antes de dejarse ver. Y si les pica la curiosidad y se acercan, en general se les espanta fácilmente manteniendo una actitud dominante de cara a ellos (aunque quiera Dios que no me tenga que ver yo en un brete semejante)... Según mi jefe, los búfalos solitarios en cambio ya son otro cantar: aúnan cerrazón vacuna con desconfianza y son más de embestir primero y preguntar luego. Pero a estas alturas del año, en plena estación seca, los rebaños de búfalos no se apartaban apenas del cauce seco, pero verde, de los ríos, y no nos los encontramos en las cámaras ninguno de los días. Los elefantes, empero, ya son harina de otro costal: son grandes, son muchos, y están acostumbrados a que nadie les tosa. De modo que cuando el primer día llegamos a colocar la segunda cámara y nos encontramos el panorama de arriba: cinco morlacos pasando el rato junto a la charca, mientras un buen número de impalas esperaban respetuosamente su turno antes de acercarse a beber, creí que íbamos a comernos un buen rato de espera en el coche...
... pero, ¡infeliz de mí!, me equivocaba de cabo a rabo. Mi jefe dijo algo parecido a "nah... si ni siquiera están bebiendo ya, solo están ahí echando la tarde... vamos a echarlos", y dicho y hecho se bajó del coche y "hala, ¡venid!"...
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... claro, que nosotros confiamos en él, pero supongo que siempre existe la posibilidad de que la famosa enajenación mental transitoria de los juicios exista de verdad... En cualquier caso, ya fuera del coche nos daba casi más miedo estar lejos de él (del rifle) que cerca de los elefantes, así que con él que nos fuimos, y atónitos vimos cómo se ponía a batir palmas a medida que poco a poco se acercaba a las bestias. Y resultó que los elefantes, con todo lo grandes que tienen las orejas, no parecen gustar mucho del flamenco, y las cinco bestias se dieron la vuelta y se marcharon. Y llegamos, pusimos la cámara y volvimos al coche sin mayor contratiempo... no siendo los diez años de vida que me dejé por el camino.
jajajajaja lo de "enajenación mental transitoria" me ha parecido genial xDD.
ResponderEliminarMe están encantando tus entradas! qué ganas de ir allí *.*
Más ganas teng yo de que vengáis... los tres :3
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