Pasamos nuestras dos semanas en Kruger viviendo en los alojamientos para investigadores de Skukuza, un pequeño complejo separado del campamento principal, el mas grande del Parque. Dado que el Kruger está en general vacío de gente, pues no hay poblaciones en el sentido típico del término como en los parques españoles, sino solo los campamentos, sorprende ver lo grande y complejo que es Skukuza: no solo tiene las instalaciones para turistas más grandes, sino además aeródromo propio, un centro de congresos, club de golf, spa... las oficinas centrales del parque y varios centros de investigación, una comisaría (con sus celdas), un par de pueblos donde viven muchos de los trabajadores del Parque, con su escuela primaria, iglesia, campos de deporte y demás... una especie de burbuja totalmente aislada de lo que es el día a día de Sudáfrica. Un mundo, en definitiva; donde la gente deja la puerta de casa sin cerrar porque nadie les va a robar, pero donde alguna vez los leopardos han dejado el pueblo con un niño de menos. Desde el campamento principal, las vistas sobre el río Sabie, con el puente de la antigua línea de ferrocarril al fondo (¡qué no daría yo por que siguiese activo, y poder ir en él!), forman una de las estampas más icónicas del Parque.
A base de recorrer carreteras y caminos para contar picabueyes e ir cambiando las tarjetas de memoria de las cámaras-trampa, acabamos conociendo bastante bien los alrededores de Skukuza; convalidando de algún modo nuestro trabajo con los safaris de los turistas. Un poco al norte de Skukuza crece este baobab Adansonia digitata, que tiene justa fama por ser el más meridional del mundo, creciendo como crece varias decenas de kilómetros más al sur que sus congéneres más próximos, al norte del Kruger. En la estación seca, cuando el árbol se queda sin hojas, se entiende mucho mejor el nombre inglés de upside-down tree: "árbol invertido", por el aspecto de raíces que tienen sus ramas.
Con no ser excesivamente grande, el de arriba no dejaba de ser un árbol impresionante, como el resto de los de su especie; demasiado grande como para que las jirafas ramoneen de su copa. Al ver la foto de la de arriba, me di cuenta de que en realidad parece que he fotografiado una jirafa que está muy lejos... a menos que alguno de vosotros, que sea más observador, se haya fijado en que la cabeza de la madre asoma a la derecha de la imagen...
Pues no era una foto de una jirafa lejana, sino de una jirafa bebé. Bastante mona, aunque sea un mamífero y no un pájaro.
Nah, las jirafas en general me gustan bastante, me parecen uns animales bien curiosos y bonitos. Y es que sí vimos muchos mamíferos que me gustaron, aunque no tenga fotos de todos. El que más, con diferencia, otro bicho con manchas, como las jirafas: una civeta africana Civettictis civetta que se nos cruzó anocheciendo en la carretera: una especie de cruce entre jineta y perro con cara de mapache que me sorprendió por lo grande que era, como cualquier chucho mediano. Me gustó no solo por lo bonito del bicho, sino también por lo todas sus historias asociadas: el legendario gato de algalia, el animal productor del café más caro del mundo...
Más bebés: compartiendo su charca con las jirafas y búfalos que acudían a beber, se veían aquí y allá los dorsos de los hipopótamos, concentrados en las charcas y embalses más grandes en esta época del año en que la mayor parte de los ríos del Parque son meros lechos de carrizo y arena. Alguno me ha preguntado "¿y los hipopótamos, y las jirafas... no son mucho más grandes que un leopardo o un león? ¿Por qué no están entre 'los cinco grandes' de los que hablabas en la entrada anterior?" Es porque el término, originado en la época de la exploración del continente negro, de los grandes safaris y expediciones y demás, hace referencia a las cinco especies cuya caza es más complicada y peligrosa. Las jirafas son unos pedazos de pan, y aunque cocodrilos e hipopótamos pueden ser muy peligrosos, su caza tiene la misma complicación que la de disparar a un tronco, pues permanecen ahí impasibles a la orilla del agua, ofreciendo un blanco fácil.
A la orilla del agua también estaban los pigargos vocingleros Haliaeetus vocifer, una de las voces más reconocibles de los documentales africanos, y también una de las aves favoritas de los turistas, por ser grande, conspicua y muy fácil de identificar. Por eso mismo, porque es demasiado mainstream, la pongo aquí en esta entrada de mamiferuchos, jeje, porque aunque bimbo para mí no me supo tan bien como otros...
Y cierro esta entrada con más crías, esta vez de hiena manchada Crocuta crocuta: una madre y sus dos retoños que habían decidido establecer su cubil en un albañal de la villa de personal del Parque, a apenas unos metros de la entrada del supermercado. Curiosos vecinos, los que ve esta gente al encaminarse a sus quehaceres diarios...
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