Una hembra de steenbok Raphicerus campestris, una de las muchas que vimos el fin de semana, mira al coche entre curiosa y alarmada. El raficero común es solo uno de los muchos y muy variados antílopes que vimos a lo largo del fin de semana, pues Mokala hizo honor a su fama de ser un lugar con gran diversidad de estos animales. Pero antes de meterme a saco con fotos de vacas y ovejas de estas, voy a enseñaros algunas panorámicas del aspecto general del parque:
Buena parte de la región noreste del mismo, la que nos quedaba más cerca del campamento, lucía tal que así, llana y herbosa: es el Highveld, el mismo tipo de hábitat que tenemos en Bloemfontein. A pesar de que ya os he hablado algunas veces en el blog de las tormentas con que empieza aquí la primavera, lo cierto es que el campo lucía aún mayormente seco, aunque a ras de suelo sí se notaba que la hierba empezaba a reverdecer.
Grupa con grupa, seguimos a estas tres cebras (algo... raras, tan marrones y tan poco rayadas, ya; ya os hablaré de ellas más adelante) hacia el este, donde como veis el hábitat cambia de forma radical. Mokala es un parque nacional muy reciente, instaurado hace apenas diez años, y que (aunque no lo parece) resulta ser de lo más artificial: resulta que antes había otras zonas protegidas cerca de Kimberley, pero cuando se descubrieron en ellas unas vetas diamantíferas muy apetitosas, el estado decidió desprotegerlas (.....), permutándolas por lo que ahora es Mokala. El ahora parque no tenía ninguna de las grandes especies que ahora se ven en él, que proceden todas de sueltas realizadas a lo largo de estos últimos años de animales procedentes de la antigua y otras reservas; pero sí resultó ser en cambio una zona de lo más atractiva en cuanto a conservación de hábitats, pues se juntan en él tres ambientes: la pradera ya mencionada...
... el Nama Karoo, un terreno arbustivo que se extiende desde aquí hacia el este y hacia el sur, volviéndose cada vez más abierto y desértico...
... y la sabana xérica del Kalahari, donde el suelo está más libre de arbustos y dominan varias especies de acacia de copa aparasolada; incluyendo la Vachellia erioloba, o "camelthorn", cuyo nombre en tswana sirvió para bautizar el parque. Según la zona en que uno se encuentre, el suelo cambia además entre arenoso o de arcillas muy, muy rojizas.
Salpicadas aquí y allá a lo largo del parque hay una serie de colinas, de vegetación escasa y cubiertas de bloques redondeados de lavas andesíticas y doleritas, rocas muy oscuras que les dan un aspecto característico.
Y bordeando el parque por el noreste pasa además el río Riet, al que se asomaban los bungalows de nuestro campamento, todos ellos mucho más lujosos que la mayoría de sitios en que nos alojamos al salir al campo en España. Pero no me voy a quejar precisamente de eso, que ya voy yendo viejo... aunque sí podrían por ejemplo ponerle silenciador a los babuinos que nos despertaban rayando el sol con sus melodiosos berridos.
Y con esta jirafa tan maja y tan típica* cierro ya esta entrada; la siguiente ya tendrá algo más de pelo, que estando el campo tan secote no saqué precisamente muchas más fotos de plantas...
* Digo lo de "típica" por la postura esa de alargar el cuello para comer de la acacia y tal, que haría que a Lamarck se le saltasen las lágrimas del gusto. Pero en realidad nos costó encontrar alguna jirafa así, pues la mayor parte de las acacias de Mokala son más bajas que las jirafas, y estas tenían que agachar el cuello, más que estirarlo, para poder comer. Acabará por salirles joroba y todo.
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