Un nido de algún tipo de termitas; no de las que cultivan hongos y a las que dediqué mis primeros esfuerzos investigadores en este país, que construyen nidos mucho mayores, sino de las que "simplemente" acumulan materia vegetal para alimentarse durante la estación seca. Entre unas y otras consumen en todo caso prácticamente tanta materia vegetal como los mamíferos herbívoros, si no más. Las de este nido, sin embargo, no acumularán ya nada más, pues como resulta evidente el nido está roto, despanzurrado lo más seguro por algún cerdo hormiguero durante una incursión nocturna, pues aunque no llegásemos a verlos según parece abundan mucho en Mokala. Normal, pues la verdad es que termiteros de estos con pinta de pequeños iglús se veían por doquier, allá donde uno mirase; comida no les falta pues ni a los oricteropos ni a los otros animales locales que se alimentan principalmente de termitas: el zorro orejudo que ya os enseñé en otra entrada y el proteles, una especie de hiena enana que me muero de ganas por ver.
Pero a mayores de los de termitas, eran los nidos de ave un elemento constante del paisaje de Mokala. Me volví en concreto muy contento del parque tras tacharme tres especies nuevas de tejedores, las tres casi exclusivas del sur de África, y las tres con curiosas costumbres reproductivas. Del tejedor-gorrión cejiblanco Plocepasser mahali en sí no tengo fotos, pero sí de sus colonias. Este bicho, de colores discretos, pero muy atractivo, forma grupos compuestos, como las manadas de lobos, de una pareja dominante, la única que se reproduce, y varios individuos subordinados, que colaboran en la crianza de los pollos de la primera. El grupo construye varios nidos, como masas de paja, colgando de las ramas de uno o varios árboles, en la cara contraria a la expuesta a los vientos dominantes. Los nidos empleados para criar tienen una única entrada, pero a mayores cada ave cuenta con un nido donde duerme a diario, y estos tienen dos accesos.
El diminuto tejedorcito escamoso Sporopipes squamifrons era una de las aves más abundantes del Parque, y sus nidos se veían por todas partes, en general a muy baja altura, a menos de un metro sobre el suelo. Son unas masas de aspecto desordenado, construidos con las briznas de hierba más finas, de modo que tienen un aspecto de lo más frágil y vaporoso. Muchas veces estos pájaros se limitan a añadir un techo de paja al nido abandonado de alguna otra especie de ave.
El nombre de "escamoso" le viene del aspecto de las plumas de la frente y de las alas: negras y bordeadas de blanco, que efectivamente le dan un aspecto de pescado. Junto con el pico rosa, los bigotes negros y el pequeño tamaño del bicho, hacen que sea muy fácil identificarlo.
Y pasamos de uno de los nidos de tejedores más endebles que hay, al que sin duda es el más masivo de todos; aunque en realidad el mérito le viene por ser un trabajo hecho en equipo: el tejedor republicano Philetairus socius construye nidos enormes, no my distintos de los de las cotorras argentinas, aunque mayores, y que albergan decenas de parejas, cada una con su pequeña cámara. Las aves, que utilizan el nido también como lugar de reposo a lo largo de todo el año, llegan a acumular varios metros cúbicos de ramas en la copa de los árboles, llegando en ocasiones a desgajarlos.
Este es el tejedor republicano, que veis en una foto tomada desde arriba, de un bicho que buscaba entre nuestros pies las migas que se nos caían al comer. También de aspecto muy "escamoso", pero bien distinto del de la especie anterior, y es además un pájaro mucho más robusto. Me hizo particular ilusión ver este bicho porque cerca de Mokala, en Kimberly, miembros de mi antiguo grupo de investigación en Dijon trabajan a menudo con estas aves, realizando multitud de estudios de fisiología y costes de reproducción en especies de vida social.
Tan sociables son estos tejedores, que sus nidos a menudo acogen multitud de parejas de otras especies: cigüeñas y grandes rapaces pueden utilizarlos como base sobre la que construir sus propios grandes nidos, y ocupando las cámaras vacías del mismo pueden encontrarse multitud de especies que anidan en cavidades, como diversos estríldidos, inseparables, carboneros... Algunos incluso, como el diminuto halconcito africano Polihierax semitorquatus, apenas mayor que un gorrión, utilizan los nidos del tejedor de forma casi obligada.
Acabo ya con un último nido, uno de golondrina cabecirrufa Cecropis cucullata, del que se sirven para criar los vencejos cafres Apus caffer en estas latitudes casi en exclusiva, si bien en otras latitudes ocupan los nidos de otras especies de golondrina. Me hizo gracia este nido porque se ve que, tras caerse el túnel de entrada que estaba mirando hacia un lado, la pareja de golondrinas decidió construirlo mirando hacia otro. Siempre está uno a tiempo de hacer reformas en casa...
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