Tuvimos a primeros de septiembre un par de semanas de "ola de calor" (que no parece tal si en la prensa no la llaman así), trascurridas las cuales las temperaturas máximas y mínimas descendieron diez grados, hasta los valores medios de la estación. Paralelamente, el cielo ha estado nublado cada vez con más frecuencia, y hemos tenido algunos rayos y algunas lloviznas. Pero no fue hasta ayer por la tarde y esta noche en que nos han caído tormentas "de verdad", de las de volver el día en noche y llover a mares. Una cosa que me resultaba atractiva de las latitudes tropicales es la de que las tormentas suelan descargar al caer el día: te pasas el día al sol tan tranquilo, llueve mientras cenas y te despiertas luego para disfrutar de otro día de sol; no ves llover y los embalses están llenos, para alegría de los viejos y mía, la situación ideal. Pero todo esto falla cuando la tormenta llega de madrugada y tus ventanas no tienen persianas, sino solo cortinas casi de papel (como el vidrio de las mismas, por otra parte), de modo que te despiertas a media noche con una mascletá dentro de la habitación... y hasta que pare.
Desvelado andaba yo en esas cuando me acordé de una foto impresionante que había visto ayer, de un jabirú africano Ephippiorynchus senegalensis ensartando una mangosta. Una foto muy atractiva, y además... ¿que disgusta, podríamos decir? Que (me) disgusta porque no "parece correcto": que una cigüeña se coma a un depredador, por mucho que la mangosta en cuestión no sea muy distinta en forma y tamaño de cualquier pescado que hubiese podido capturar el jabirú. Y al acordarme de la foto me vino a la cabeza una isla de bonito nombre, donde hasta hace nada (como en otras islas de todo el mundo) había ratas y lagartos gigantes y elefantes enanos...
Instalación del Museo de Ciencia y Naturaleza de Tokio. Foto de aquí |
... una isla donde una especie de marabú gigante compartió espacio con unas personitas a las que doblaba en tamaño, y que me pregunto yo si acabarían alguna vez como la mangosta de la foto de antes. Me dio qué pensar, igual que hace unos años... menos mal que me acabé durmiendo luego sin pesadillas que lamentar.
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