martes, 2 de octubre de 2018

Tres vecinos

 Como por estar nublado todavía no apretaba el calor cuando volví a casa ayer tras la breve visita a la granja, resultó que había bastante movimiento de pajarillos por fuera del patio de mi casa, y mientras atendía al relato de la visita a Madrid de mi madre este fin de semana con el teléfono sujeto con el hombro (¿auriculares? De cobardes), me dediqué a sacar algunas fotos de mis vecinos, que se portaron razonablemente bien.

 Le hice varias a este papamoscas gris Muscicapa striata, especie que está resultando ser de las más abundantes en migración por esta zona (o al menos a lo largo de septiembre). Por España al contrario me da la impresión de que, sin ser escaso, los papamoscas cerrojillos se dejan ver mucho más que este... Al gris de todas maneras le tengo un cariño especial desde el año pasado, porque fue de las especies norteñas que vinieron a ponerme una sonrisa en la cara al "visitarme" en Sudáfrica; de hecho llegamos a anillas uno en el Kruger el pasado noviembre.

 Un colirrojo real Pheonicurus phoenicurus; un macho recién mudado y con el plumaje aún muy nuevo, de modo que luce mucho menos de lo que lo hará en primavera. Os decía ayer que parte de la gracia de la migración está en que cada día es distinto, en que las especies que ve uno un día pueden tener poco que ver con las de la jornada anterior; justo eso pasó ayer con esta especie, que vi por primera vez en Israel, pero que llegó a lo grande, porque estaba por todas partes...

Y acabo con un machito de suimanga palestino Cinnyris osea, la especie con la que me detuve la semana pasada. Ya veis que no luce mucho, así a parches, mudando en el dorso del irisado nupcial al pardo tipo hembra del invierno; pero aún así luce bastante. O será que me hace especial gracia, más bien... Ea, por hoy vais servidos. Otro día, otros tantos.

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