Esta mañana de camino a Misa escuché "chiurpar" a un verderón, y eso me hizo darme cuenta de que ya dentro de nada hace un año que estoy aquí... El típico invierno centroeuropeo en que parece que sólo los cuervos se han quedado a hacer compañía a los humanos se va pasando ya, y las aves sedentarias, que se habían mantenido estos meses de lo más calladitas (ya bastante tienen con sobrevivir cada día, como para ponerse a cantar), empiezan de nuevo a hacerse notar al compás que les dictan las hormonas: tórtolas turcas, carboneros y herrerillos... y un verderón hoy, el primero del año. Dado que, aunque mi contrato termina el 28 de este mes, en realidad me voy a quedar en Dijon hasta el 14 de marzo (ya tengo el billete de vuelta, no os preocupéis), me preguntaba yo esta mañana cuántas cosas me daría tiempo de "volver a ver". Repasando el blog, y siempre en función de lo que le dé por hacer al tiempo (llueve estos días, como cuando llegué; es un cambio agradable con respecto al sol helador de hace una semana), imagino que llegaré a ver florecer de nuevo los prunos, pero no los narcisos. Imagino que me iré antes de que canten de nuevo las currucas, pero espero que no sin haberme tachado el pito cano... a ver, ya Dios dirá. A ver cómo me lo monto para salir al campo más veces antes de despedirme de Borgoña...
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