Trascurrida una semana de mi llegada a Madrid, ya tocaba ponerse a trabajar... aunque con la calma. De entrada esta mañana, llaves en el bolsillo, vine ya a instalarme de forma definitiva en la facultad. Mi antiguo hueco en el despacho de Pepe y Álex estaba ahora ocupado, a mayores de por mi antiguo ordenador, por una Nespresso, que me temo daba menos la lata y más alegrías que yo a mis recuperados compañeros. Puse sin miramientos el ordenador viejo de cara a la pared, y amablemente pedí a la cafetera que me hiciese algo de hueco; y el resultado ya lo veis arriba: vuelvo a tener mi hueco hecho. Con un aire de provisionalidad mayor que antes, pero con todo y con eso con sabor de hogar. Y con una lista muy, muy larga de cosas que hacer a lo largo de las semanas que vienen, así que mejor os dejo ya... que además es la hora del café.
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