viernes, 5 de febrero de 2016

Tartakovskyi

 La verdad es que, entre laboratorio y clases, estos últimos días tengo poco tiempo para aburrirme. Poco también para agobiarme pensando en lo que me espera, que no hay mal que por bien no venga. Ayer, en una de las relativamente habituales "medias jornadas (24/2 = 12 h) establecidas por mi todavía actual contrato, tocaban los dos: clase y labo. Este martes pasado terminé, con mucha más pena de la que supongo se me vería en la cara, las clases de Métodos en Biología, con un seminario sobre lagartijas que creo estuvo bastante entretenido (y además, ¡hubo caramelos!). Pero el mismo martes, ya en mi hora undécima, empecé una asignatura nueva: la última semana de clases de la asignatura de Parasitología del Máster Universitario en Zoología. Son apenas ocho, y ayer los tuve casi dos horas mirando por el microscopio a los pobres, y encima frotis que apenas tenían parásitos... pero alguno sí tenían, y cuando ellos se fueron y a mí me quedaba un buen rato de esperar a que terminase de correr un gel de electroforesis, encontré el entretenimiento perfecto:

¡Tacharme parásitos nuevos! Así de sonado estoy. Pero tened en cuenta que yo apenas sí he mirado frotis que no fuesen de curruca, cuyos parásitos tengo ya muy vistos, de modo que ayer me lo pasé pipa buscando parásitos de ésos que sólo conocía por los artículos. Parásitos como el Haemoproteus tartakovskyi de la foto de arriba: los frotis que miramos fueron los de los pájaros que cogimos el año pasado en La Herrería con este mismo fin; y este bicho en concreto, que tan bien se lo pasa desplazando lateralmente el núcleo del eritrocito que lo cobija, vivía en la sangre del picogordo de la foto de la entrada que enlazo. Pena de foto desenfocada. 

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