De Agustín Povedano |
No eran canarios los que anteayer hacían gorgoritos por detrás de la facultad de Químicas, no, sino abejarucos europeos Merops apiaster. Me costó un poco verlos, pues sus voces siempre me parece que tienen una cierta cualidad ventrílocua y parecen venir de muchas partes a la vez, pero los descubrí finalmente posados en las ramas de un árbol medio muerto, y alzando el vuelo luego. Aunque no hay taludes donde puedan criar en el campus, lo hacen ya en El Pardo, justo a las puertas de la ciudad; y sobre el campus se dejan caer de vez en cuando, sobre todo en primavera y en otoño, después de llegar y antes de volver a irse a África. En Sudáfrica puede que me los encuentre también, pues junto con varias especies de abejarucos sedentarios, todas bellísimas, los europeos también se dejan ver por allí en invierno. O, mejor dicho, en verano: en nuestro verano austral, que será cuando me los cruce por allí. Aunque los abejarucos europeos, junto con otras poquísimas especies (la cigüeña blanca, me viene ahora a la cabeza), han sido capaces en algún momento de "darse la vuelta": de pasar de criar en el norte e invernar en el sur, a invernar en el sur y criar... más al sur; en la zona del Cabo, en el extremo sur de África, en concreto, donde el clima es mucho más similar al que tenemos en la región mediterránea. La verdad es que, a mayores de todas las especies nuevas que vea, me haría bastante gracia encontrarme con estos "invertidos", como pronto lo estaré yo. Ya veremos...
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