Olía a quemado hoy también, al salir de la facultad algo más tarde que de costumbre: las tormentas que están destrozando desde ayer la zona del Cabo aquí solo llegan en forma de relámpagos; rayos de esos pentecostales, dispuestos a traer fuego a la tierra... parece sin embargo que el domingo lloverá algo, curioso fenómeno en esta época. Salí algo más tarde, como digo, y el cielo crepuscular vibraba con los trinos de decenas de vencejos moros Apus affinis, retornando a pasar la noche a sus nidos tras pasar el día alimentándose sabe Dios dónde: trinos muy de pajarillo, y a la vez muy de vencejo; es difícil de explicar. Me había tachado estos bichos en España cuando todavía eran rareza, hace ya más de siente años; en un viaje de muestreo de mosquitos tan infructuoso científicamente como disfrutado en lo personal, gracias a la compañía de Sofi y Samu, y a lo mucho que me gusta la zona del Estrecho. Con ellos hablé justo hoy por Skype, a propósito de unos datos de la tesis de ella a los que a ver si damos salida, y allí estaban los cinco: dos gatos, un bebé, y papá y mamá. Que resulta que sí, que aunque no nos lo creíamos, sí hay vida después de la tesis...
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