He pasado un fin de semana la más de entretenido haciendo de anfitrión y cicerone: Adriaan, un sudafricano de sangre y marfil (que no de ébano), uno de los del grupo de Joaquín, ha venido a Europa por vez primera, a empezar esta semana que entra un curso de una semana en Barcelona; y ya que volaba a Madrid, pudo adelantar el viaje y pasar aquí el fin de semana, haciendo algo de turismo.
La ciudad le gustó mucho, y prácticamente todo le sorprendió mucho más; gastamos mucha suela yendo de un lado a otro y a todas horas del día, para que entendiese bien lo mucho que eché de menos yo allí el poder pasear con tranquilidad a cualquier hora (y el tener una ciudad pensada realmente para poder pasear). Como al chico le tiraba más el monte que entrar en cualquier museo, subimos además ayer sábado a patear la sierra de Hoyo: un lugar con muchas rutas al que se puede llegar fácilmente en autobús además.
El relieve característico del paisaje granítico no solo me recuerda a mí mucho a Galicia, como ya he dicho a menudo, sino que le recordaba a él poderosamente también su Nelspruit natal, bien cerquita del Kruger (del que hace ahora un año que me despedí ¿para siempre?), y echamos un día muy entretenido saltando entre las piedras, siempre cerca del agua que ahora en otoño ya vuelve a correr, visitando sitios donde yo ya había estado, y también otros nuevos.
Una zanja profunda en el granito, llena de agua: una mina de wolframio abandonada. Nos dedicamos con especial ahínco a examinar las zonas acuáticas porque lo que al chaval le pirran son los herpetos, y tenía en especial ganas de ver urodelos, que no tienen en África subsahariana; pero nos comimos bastante los mocos me temo. A ver si se le da mejor esta semana en el pueblecito de Barcelona donde tienen las clases...
En cualquier caso, el monte le gustó también mucho, tanto como la ciudad. La veíamos allá a lo lejos, al otro lado del embalse y monte de El Pardo. Pena que el día no estuviese más claro, que podríamos haber mucho más allá...
No se nos dio bien con los anfibios, y la falta de sol hizo que tampoco se le diese a las lagartijas por salir a broncearse por última vez este año, así que de reptiles también nos quedamos muy escasitos, aunque al menos no nos volvimos de vacío: a base de perseverar, encontró Adriaan varias salamanquesas husmeando en las grietas de las rocas...
... y esta culebrilla ciega Blanus cinereus bajo la última de varios cientos de piedras levantadas. Bueno: no es ni de lejos la especie más fácil de ver, así que ya le queda tachada para cuando vuelva a Europa...
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