Antes de dividirse recurrentemente en los mil canales de su delta, el Ródano discurre aún de una pieza, poderos, atravesando la milenaria villa de Arlés, una ciudad muy bonita en la que me gustará echar alguna vez más tiempo.
Y a pesar del desgaste causado por el mismo, buena parte de los monumentos de la ciudad permanecen aún en uno: "Las arenas", el antiguo anfiteatro romano, es hoy en día la plaza de toros...
... y el teatro, teatro sigue siendo dos mil años más tarde; los carteles de las calles anunciaban una programación de lo más variada. Me resultó curioso ver, en general, cómo la cultura provenzal españoleaba bastante: en verano, cuando fuimos, los principales espadas toreaban en las plazas de la región, y muchos nombres del flamenco nacional actuaban también en teatros y salas de fiestas de hoteles.
Y, más cerca en el tiempo, la típica Place de la République de todos los pueblos franceses; esta con la catedral románica de San Trófimo; y el ayuntamiento, el obelisco y demás elementos necesarios para que una ciudad funcione adecuadamente...
Y con este robado de mis tres compañeros de viaje en el claustro de San Trófimo cierro esta entrada tan insulsa; la siguiente tendrá más bichos y más gracia...
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