Qué color más extraño el de las fotos, ¿no? Es que he cambiado de móvil, a uno peor, pero al que espero que le dure bastante más la batería... en fin, al lío: están las mañanas cubiertas y frías (aunque después al sol templa bastante), invernales, y apetece bajarse hasta el agua, a ver qué movimiento hay de gaviotas y demás palmípedas.
En vez de seguir el recorrido habitual, entre Matadero y Príncipe Pío, fui esta vez río arriba desde allí, en una zona que también está siendo sujeto del plan de renaturalización del Manzanares, pero donde ni el paseo peatonal ni el río en sí lucen tanto como en el tramo inmediatamente posterior. El río no va aquí canalizado, sino que las orillas son un poco más naturales: solo un poco, de todas maneras, pues el borde está fijado y reforzado con escombros. Lo que han hecho aquí (además de suprimir las presas, y deshacer una especie de balconcitos de madera para los pescadores y unas casetas para los patos; ambos ya my maltratados por los años) ha sido simplemente recubrir las escolleras de tierra para que la vegetación ribereña tenga algún sitio donde arraigar.
Y va arraigando, poco a poco, y se ven renuevos de sauce y chopo que van poco a poco cogiendo altura. Sobre sus progenitores, en algunos árboles más antiguos situados a lo largo de las márgenes del Manzanares, cormoranes grandes y cotorras argentinas comparten posaderos; extraños compañeros de rama. De todas maneras, el ambiente algo más natural que tienen aquí las orillas contrasta con el cauce en sí, que desde Príncipe Pío y hasta el Puente de los Franceses (en la imagen, donde ya deja uno de poder pasear junto al Manzanares) es una extensión ininterrumpida de arena, sin rastro de las isletas con eneas y otras plantas que tanta gracia le dan al río aguas abajo. Ni idea de por qué es así, la verdad...
El río pues lucía bastante vacío; también de aves: solo en la base de este pequeño azud, donde el agua cubría algo más e imagino que habría peces retenidos en sus desplazamientos aguas arriba, se concentraban unos cuantos cormoranes y garzas. Aquí volveré en primavera, a ver agruparse los grandes barbos que migran río arriba para frezar; a verlos saltar la pequeña presa en cuanto lleve algo más de agua, con las lluvias y el deshielo. En unos meses: cuando vuelva el calor y le vuelvan al mundo las ganas de vivir...
PD. Hablando de frezas y remontes de ríos, está disponible de forma gratuita un corto documental muy chulo sobre los últimos salmones cantábricos; me ha gustado bastante.
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