En un rincón de La Camarga, y rodeada por pequeños canales, nos encontramos una fortificación que, de cerca, resultó ser bastante notable:
El baluarte de Aigues-Mortes, erigido en el S. XIII como primer puerto mediterráneo de una Francia de fronteras muy cambiantes, está hoy mucho más lejos de las aguas abiertas que entonces; pero es lo que tiene construir en un delta: que estos cambian de forma según el capricho del río que los alimenta con sus sedimentos, y lo que hoy es agua, mañana es tierra, y pasado Dios dirá...
Intramuros, la pequeña villa fortificada no conserva apenas nada de su pasado medieval, no siendo por algunas iglesias o construcciones defensivas anejas a las murallas, y luce como una "ville fleurie" cualquiera más.
Pero unas cuantas placas recordaban las fechas en que este pueblo pequeño, bonito, y del que me arrepiento de no haber hecho fotos que le hiciesen justicia; jugó su papel en la Historia: estaba muy engalanado porque llegamos en plena celebración de sus fiestas: el 25 de agosto, día de san Luis (IX), su fundador y general de las tropas que de allí salieron a la Séptima Cruzada 770 años atrás (y a la Octava, dos décadas después).
Una estatua del rey/santo más guapo, con otra placa dedicatoria que, visto el ambiente en que se mueve el mundo, no sé si resistiría con vida un envite revisionista...
... y otra placa de otra capilla, que igual inflama aún más los ánimos que las anteriores. Si Internet no miente, hace en hebreo (me quedaban dos semanas escasas para volar a Israel...) referencia a las palabras de Jacob al despertar del sueño de la escalera: "verdaderamente el Señor está en este lugar, y yo no me daba cuenta"; y ahonda en latín en la misma idea, diciendo (adaptación) que "¿No te crees que Dios esté presente aquí? No es extraño, pues nuestra inteligencia no Lo conoce. Pero entra, mira, y entonces sabrás"... Pues eso, que en nada es Navidad.
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