El tiempo que me ha ido quedando libre entre entradas sobre Francia y reuniones familiares lo he dedicado en buena medida a pasear, como de costumbre. Si el año pasado tocó una Navidad tormentosa, pero de río bajo, este estamos teniendo una muy soleada (una vez despeja la niebla matutina) y templada, aunque con el río paradójicamente bastante alto y con mucha corriente. Total: los muros forrados de salamanquesas, y el Miño prácticamente vacío de porrones dentro, y de lúganos en las márgenes. La principal novedad ornitológica de este año la pone un halcón peregrino (¿o es una pareja?) al que de momento estoy viendo prácticamente a diario, ya sea posado en un edificio, ya volando sobre el espacio abierto del río, normalmente instantes antes o después de capturar una paloma. Intentar verle prepararse su menú de Navidad ya es bastante aliciente como para salir de casa, así que bienvenido sea...
No hay comentarios:
Publicar un comentario