¡Gran alegría, ayer y hoy por la mañana, al venir a la Facultad! Alegría de ver que (¿todavía?) no habían metido la segadora en mi prado favorito, y de ver que, supongo gracias a la interminable lluvia de esta primavera, estaba todo mucho más crecido que en años anteriores. Crecido, pero ya en ese punto del año, en mayo, en que empieza a secarse y a pinchar ya casi todo lo verde, quedando sólo erguidas las malvas, manteniendo el tipo.
Bajar en tren de Orense a Madrid, ir atravesando la Península de norte a sur, permite en cierto modo viajar en el tiempo, ir viendo "distintas primaveras" según la latitud a la que esté uno, ir pintando sobre España distintas bioclinas que unan puntos donde está pasando lo mismo. Muchas "melojoclinas": ya verdes, pero no tanto como los carballos, al arrancar el tren y al llegar luego a la Sierra, pero aún casi sin hojas en las montañas de Orense y León. Una "jaraclina" y "lavandaclina" entrando en Zamora, junto a un embalse de Ricobayo que pocas veces recuerdo haber visto tan lleno. Una "amapolaclina" más al sur aún, por Medina del Campo, transformando las cunetas vallisoletanas en campos de Flandes. Y una breve explosión de abejarucos en Las Zorreras, ya en el Monte de El Pardo. Y un buitre negro en medio de un barbecho junto a la vía en Segovia, ¿por qué no...? A ver si esta tarde el viaje entre Lyon y Dijon resulta la mitad de entretenido...
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