Con la cosa de mi segundo "mesversario", recordé hoy que hace "dos meses" (una cosa es el día del mes, otra el día de la semana...), el domingo antes de coger al día siguiente el avión a Lyon, estuve despidiéndome de Marta comiendo caracoles en un bar de Cascorro. Y me acordé porque llueve, y los caracoles sacan sus cuernos al invisible sol. En realidad en Dijon no llueve tanto como yo me temía, o al menos no este año, y además suele hacerlo por la noche; pero la humedad ambiental es mucho mayor a la madrileña, en el aire y en el suelo, y entre otras mil cosas, eso se deja notar en la gran cantidad de caracoles que hay. Que no es que no los haya en Madrid, pero se ven mucho menos, y además suelen ser pequeñajos y discretos (salvo Rumina decollata, tan marciano él con su concha de natural rota y su gusto por la carne). Aquí hay muchos caracoles pequeñajos y discretos también, pero además los hay grandes y vistosos. Y ya que no he sacado ninguna foto de ellos, tiro de Internet...
... para enseñaros al grande, al Helix pomatia, cuyo nombre común de "caracol de Borgoña" viene además más que al caso. "de Borgoña" no porque sólo los haya aquí, sino porque sepultados en perejil y mantequilla son una tapa bastante apreciada en la zona. Es el caracol terrestre europeo más grande y no vive en España de forma natural, pero lo recordaba de visitas anteriores a Francia. Un "reencuentro" agradable pues.
... y para enseñaros al vistoso también. El Cepaea nemoralis sí lo tenemos en las zonas húmedas del norte ibérico, huerta de Vilar de Barrio incluida, pero no en Madrid. Aunque el diseño amarillo con una banda negra es bastante frecuente, esta especie es de lo más variada en lo que a coloración se refiere, por lo que no se aburre uno de mirarlos en las paredes, o mientras se deslizan con alegría suicida sobre las aceras.
Pues eso, que sin necesidad de salir de Dijon hay mucho campo que mirar. Caracoles incluidos.
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