Repartidas por el centro de Dijon hay una serie de placas numeradas como ésta, con la representación de una especie de búho ("chouette", que se corresponde en general con el "búho" español, pero no para todas las especies). Marcan las distintas paradas de un recorrido turístico autoguiado, que uno puede hacer o con la ayuda de los folletos de las oficinas de turismo, o de una aplicación descargable al móvil. Y como tan bueno es este recorrido como cualquier otro para enseñaros la ciudad pues voy a aprovecharlo, y a ver para cuántas entradas me da...
Y la placa de arriba, la primera parada del recorrido, nos lleva a conocer el Jardín Darcy, un pequeño parque en el extremo oeste del centro histórico. El oso de la imagen causa furor entre los dijoneses, o al menos esa es la impresión con que se queda uno, tras verlo en multitud de postales, figuritas y todo tipo de recuerdos. El caso es que ni siquiera es una escultura original, sino una copia del auténtico Oso Polar, que está en París, obra del barbudo escultor costadoriense que aparece en el pedestal de la misma.
El parque en sí es bonito, pero con sus fuentes secas y rotas y su césped sembrado de narcisos, pandilleros, nomeolvides y borrachos; tiene el aire de que ha conocido días mejores. De hecho este lunes lo cierran para empezar una reforma, así que menos mal que vine hoy a sacar las fotos...
El jardín resultó ser la parte de arriba de un gran depósito de agua, y Darcy el ingeniero que lo diseñó para abastecer de agua al Dijon decimonónico. En agradecimiento, sus paisanos decoraron el parque con este discreto monumento.
La primera parada chouetosa nos mostraba el orgullo de los dijoneses por sus ingenieros, y la segunda otra discreta joya local: un hotel, con relativo renombre por haber sido lugar de alojamiento de los visitantes distinguidos de la localidad. Qué queréis, Dijon no es París y los hitos locales dan hasta donde dan...
Cruzando la calle al otro lado del parque y del hotel, la plaza Darcy desemboca en la Puerta de Guillaume (San Guillermo de Volpiano), que sustituye a alguna puerta real en los muros del Dijon medieval y que, como aquella, da entrada al casco viejo.
El recorrido chouetoso en cambio da un rodeo para seguir visitando puntos de interés a caballo entre el S. XIX y el S. XX. La senda (marcada por estas flechas en el suelo) de hecho da más que un rodeo sospechoso, que yo intuyo que, como los recorridos de algunos comercios, el objetivo que tienen es hacer que el visitante se canse y se acabe distrayendo en los comercios o los bares, contribuyendo a la economía local.
Pero yo me debo a vosotros mis lectores, y seguí ruta sin detenerme hasta la siguiente parada, en la plaza Grangier. Donde se alza ahora el edificio de La Poste ("Correos") de Dijon estaba antes el "castillo de Dijon": una fortificación militar ordenada construir por Luis XI para mantener vigilados a sus recién incorporados a la corona francesa súbditos borgoñones; castillo cuyos descendientes se quitaron de en medio para dejar una plaza que descongestionase algo el acceso a la ciudad.
A pesar de su diferente aspecto, tanto el palacete de correos como este edificio, y como casi toda la plaza, estilo "Art Nouveau", fueron proyectados por el mismo arquitecto; ¡la de cosas inútiles que llega a aprender uno con la aplicación de la chouette!
La ruta hace una última parada, la quinta, antes de dejar la Edad Contemporánea y retroceder unos cuantos siglos en la historia de la ciudad, para que nos admiremos ante ¡la plaza de abastos! Pues muy bien, oye, muy pintona... nah, de hecho alguna vez sacaré fotos del mercado, que siempre resulta curiso ver qué come la gente en las diferentes regiones.
Y ya por fin en la sexta parada, en la plaza François Rude, el pisador de uvas de la fuente nos invita a conocer una serie de calles muy distintas a las anteriores. Pero para vosotros por hoy ya está bien, ¡seguiremos otro día!
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