Al llegar la primavera, la lluvia y el sol, que calienta todavía sin quemar, ayudan a que uno de los paisajes más ásperos de Madrid presente, por una vez, una cara bastante más amable. Hablo de los espartales, que se merecían que, ahora que están en su mejor momento, cuando los brotes tiernos y las flores hacen olvidar por un momento las espinas, les dedicase un artículo en EMNMM. Espero que os guste...
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