Así amanecimos ayer en Dijon, con la nieve haciéndonos una visita unas horas más larga que las anteriores de la misma semana. Tuvimos un día de "lejos" de Brueghel, o de cualquier otro de esos pintores que le gustan a Ángel: cielos grises, blancos con textura, árboles sin hojas que parecen hechos de humo o de vapor... y tres o cuatro cuervos (bueno, cornejas. Y grajas) suspendidos de las nubes de tela, como los ángeles en un belén. Hasta que, naturaleza en directo, una de las cornejas descubre un azor reposando en una rama y, graznando a rebato, se une con las demás para atosigarlo y echarlo lejos, sembrando de paso el pánico entre las palomas, que ven salir de entre las ramas a la serpiente antigua, que todavía desperezándose y perseguida por cinco o seis sombras coléricas a mayores de la propia, pasa volando a apenas unos metros de mi ventana, girando la cabeza para mirarme a los ojos mientras sacudo las sábanas...
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