domingo, 28 de octubre de 2018

Junto al río de áureas arenas

 No pintaba muy bien la previsión meteorológica ayer, ni en el entorno de Madrid ni en general en la Península. Pero tras pasar una semana en la ciudad, apetece siempre el fin de semana salir algo al campo, y fui ayer con Raquel y dos amigos suyos a explorar la zona en torno a La Puebla de Montalbán, a orillas del Tajo toledano.

 "Explorar" es decir tal vez demasiado, pues empezamos la jornada en un lugar que, al menos yo, tengo ya bastante visto: "Las Barrancas", en el embalse de Castrejón. Pero "bastante visto" no quiere decir que me aburra ni mucho menos, pues los días de tormentas y claros como el de ayer hacen que los juegos de luces sobre los cortados arcillosos resulten muy atractivos.

 El objetivo real del viaje, en todo caso, era más cultural que naturalístico: teníamos reservada una visita guiada a las ruinas de la fortaleza de Montalbán, que finalmente tuvo lugar a pesar de cancelaciones y bailes de hora de ultimísima hora debidos a las tormentas. Ya metidos en harina con el guía, reventó un aguacero que no me dejó hacer apenas fotografías de la visita hasta que ya a última hora se despejaron las nubes. No pasa nada: para ver muchas más imágenes de la fortaleza y conocer más sobre su historia, podéis ver por ejemplo esta bien documentada página. Un único comentario, concertar visitas guiadas (7€/persona, whatsapp al 627562921) es ahora obligatorio, pues toda la finca donde se encuentran las ruinas está ahora vallada.

 Nos acercamos también a la cercana ermita de Santa María de Melque (ver también en el enlace anterior), visigótica en origen y anterior a la propia fortaleza, aunque sus historias posteriores se entrelazan a lo largo de los siglos. Recorrimos la zona (visita libre) ya a última hora, y cuando al emprender el camino de vuelta quisimos para de nuevo en Las Barrancas a ver búhos reales ya la luz no se prestaba a ver nada, aunque sí los escuchamos cantar.

Colchicum montanum. Más, hace un año
 Pero aunque no viésemos búhos, el día estuvo muy bien en lo que a campo se refiere también. Al igual que el sábado anterior, escuchábamos de vez en cuando los trompeteos de las grullas, viniendo no se sabe muy bien de dónde en el cielo opaco. Las vimos también, comiendo en los sembrados, junto a avefrías, densas bandadas de estorninos y un inesperado grupo de combatientes, en medio del campo en vez de en el agua.

¿La mejor observación? Ver lejos del abrigo de la vegetación (que es lo raro) un par de rascones europeos Rallus aquaticus, justo aguas abajo del embalse, en un tramo del Tajo de aguas someras, lleno de espadañas, donde se podían ver además a la vez gallinetas, fochas y calamones: toda una introducción a los rállidos ibéricos de un solo vistazo. A ver qué nos espera ahí fuera la próxima vez que salgamos...

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