Dentro
de mi proceso de integración en mi nuevo centro de trabajo, con lo que desde
luego no contaba yo era con que, recién comenzando, me tocase ya participar en
un Consejo de Departamento; pero así fue este pasado lunes. En Madrid el
Consejo era sinónimo de pérdida de tiempo, de larguísimas horas echadas en
votaciones eternas y escuchando la retórica rimbombante de unos y otros (los
habituales); pero también era sinónimo de jugosas anécdotas, de cotilleos que
se prolongaban luego por los pasillos, despachos y bares hasta el Consejo
siguiente… ¿y en Dijon? Pues exactamente lo mismo, salvo que ¡ay de mí!, como
no conozco ni la gente ni sus historias previas, y además me pierdo entre la
multitud de acrónimos que emplean los franceses para hablar de todo, pues me
tocó “disfrutar” únicamente de la pesadez del mismo. Pero sí me quedo con algo
bueno: antes de que pasásemos a las diatribas interminables sobre temas
administrativos, el primer punto del orden del día consistió en que los
estudiantes de máster recién incorporados al Departamento para hacer sus
proyectos, expusiesen las líneas generales de los mismos delante de todos,
exponiéndose (que no necesariamente tiene por qué ser negativo) a los
comentarios o críticas que pudieran surgir, que no fueron pocos. Y, más que
eso, me pareció una buena manera de que unos y otros viesen quién y por dónde
se movía en la investigación del Departamento. Cosas para pensar en
exportar/importar, cuando toque…
No hay comentarios:
Publicar un comentario