- Jueves Santo: me llamó la atención que, siendo una parroquia "cualquiera", cuatro adultos hiciesen la Primera Comunión, pero no fue eso lo que más me dio que pensar... Creo que alguna vez de pequeño vi en Orense en la Catedral una ceremonia de lavatorio de pies, pero la verdad es que no lo recuerdo apenas, y este Jueves es como si fuese mi primera vez. El gesto de ver al sacerdote, revestido con todos los ornamentos, la "figura importante", de rodillas y limpiando los pies de Fulanito, me resultó especialmente chocante: una imagen palpable de la novedad radical del mensaje del Evangelio, que contraponía el "sígueme para reinar sobre el mundo y que todos te sirvan, y serás feliz, tumbado mientras te abanican y te meten uvas en la boca" del demonio, con un "sígueme y te haré servidor de los demás, y aunque te parezca difícil de creer, es así y sólo así como conseguirás ser feliz"...
- Viernes Santo: durante la oración universal, al escuchar el "...que conceda volver a casa a emigrantes y desterrados, que proteja a
quienes están de viaje", me sorprendí de repente agradeciendo mentalmente a los demás que se estuviesen acordando de que estoy en Dijon más por necesidad que por gusto, y que estuviesen todos rezando por mí. Qué tonto, pensé luego, que millones de personas hay en el mundo mucho más "emigrantes y desterrados" que yo... pero es verdad: al igual que durante mis estancias en Lund y Edimburgo, al ir a Misa experimento el consuelo de, por un momento, estar en casa.
- Vigilia Pascual: ayer noche se bautizó Laurinne, una chica de veintitantos años; primer bautismo de adultos que veo (más Confirmación y Comunión, la chica no paró de tacharse sacramentos). Me puse a pensar en qué pasaría si fuese yo, en el apuro que me daría hacer públicamente algo tan radical, y me quedé sinceramente agradecido de que me bautizasen de pequeño. Por otra parte, fue todo un ejemplo: cuando un domingo cualquiera todos los fieles recitan el Credo es fácil estar pensando en cualquier cosa menos en lo que uno, y los demás, están diciendo. Pero ayer, al escuchar a Laurinne contestar "sí, creo", a cada una de las preguntas, uno se da cuenta de que oye, que sí, que lo está diciendo de verdad, que se lo cree; seguramente tras meses o años de pensarlo y darle vueltas. Y de repente uno se vuelve Laurinne y esas mismas preguntas se las están dirigiendo a él, para que las conteste, delante de la mirada escrutadora de todos los demás... que santa Virginia Crouchback nos asista.
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