El domingo 28 por la mañana pasamos de ver edificios de vuelta al lado silvestre, pero sin llegar a salir de la ciudad: fuimos al Jardín Botánico.
Sin ser especialmente grande, el botánico de Burdeos destaca por la relevancia que tienen en él las especies acuáticas: al borde de un gran estanque, una serie de cuadrículas delimitan espacios dedicados a las distintas especies.
Llaman enseguida la atención las muchas especies y variedades de nenúfar que hay, como esta Nymphaea odorata, americana, que efectivamente olía muy bien...
... pero a mayores hay otras muchas plantas que, aunque al gran vulgo le puedan parecer eso, vulgares, a uno que ha sido perro viejo en el mundo de los acuarios y demás le hace mucha ilusión ver y reconocer: como Marsilea quadrifolia, que ahí donde lo veis con toda su pinta de trébol de cuatro hojas es de hecho... ¡un helecho!, y uno de hecho extinguido en España además.
Además de los estanques de arriba había otros de hecho mucho más divertidos: toda una serie de rectángulos, como grandes acuarios vistos desde arriba, en los que había un poco de todo. No parecían de hecho estar sometidos a mucho mantenimiento: la cantidad de agua variaba mucho, estando algunos casi secos, y otros con plantas, otros sin ellas...
... pero todos rebosantes de esa profusión de vida diminuta de las charcas con la que muchos niños empezamos a alucinar con la biodiversidad antes incluso de que existiese esa palabra: "el mundo en una gota de agua", Teodoro Stefanides y demás. Los pequeños bultitos de la imagen son ostrácodos, unos crustáceos diminutos con pinta de pulga de agua dentro de una almeja, que deambulaban nerviosamente paciendo del tapiz de algas microscópicas, como ovejas cafeinómanas.
Un gran caracol de estanque Lymnaea stagnalis, abandonando el sustrato, se desliza sobre la superficie del agua alimentándose del biofilm: la película de organismos unicelulares que crece sustentada en la tensión superficial del líquido. Y nadando a su alrededor, como si fuese una enorme isla animada, se distinguen pulgas de agua y cíclopes.
Descansando apoyadas sobre una masa de utricularia, una planta carnívora subacuática, tres chinches barquero hacen tal vez la digestión, tras alimentarse de alguna criatura que hubiese caído al agua.
Pasando ya a criaturas algo mayores, en otros estanques eran peces mosquito Gambusia holbrooki los que se escabullían entre las plantas, en este caso una pluma de papagayo Myriophyllum sp. Resultaba de hecho bastante curioso e instructivo ver cómo en los estanques en que había estos pequeños pero muy voraces peces, el agua estaba mucho más transparente, desprovista de la bruma de criaturas planctónicas de los estanques sin ellos.
Y desprovistos también de renacuajos, a los que estos peces también se comen, quedando sólo las ranas adultas que ya son suficientemente grandes. Burdeos esta todavía demasiado al su biogeográficamente hablando y la especie de rana verde (y tan verde) que le corresponde es la ibérica, la Pelophylax perezi; algún día conseguiré tacharme alguna de las especies centroeuropeas...
Este jardín botánico destaca como os decía por sus colecciones de plantas acuáticas, pero también las había terrestres. Y junto a parterres de flores y grupos de árboles más habituales, nos sorprendió mucho encontrar en otra zona esta especie de islas de hormigón.
Y es una pena, porque estaban un tanto descuidados, pero resultaron ser algo bastante ingenioso: eran realmente como islas, como gigantescas macetas elevadas que contenían cada una lo que venía a ser un pedazo de hábitat representativo de alguno de los ambientes de Aquitania, con las especies silvestres más características, desde hierbas a árboles: plantas de zonas húmedas, plantas de dunas, bosques de pinos...
No era muy grande el jardín, pero ¡hay que ver el partido que le sacamos! Y qué ganas me entraron a cada paso, de tener acuarios otra vez...
Estoy releyendo esta entrada en 2021 y alucinando con la cantidad de veces que he escrito "de hecho".
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