El cabo Machichaco hace unos días, visto desde lo alto. Un nombre que evoca muchos recuerdos de 5º de EGB: listas de cordilleras, de afluentes de ríos y de provincias de cada Comunidad. Algo de repoblación forestal entre nosotros y el cabo, pero al descender por un sendero, en los bordes del camino y en los claros entre los árboles, otras son las plantas que a Andrea, botánica de corazón, le hacen detenerse a cada rato:
¡Los brezos! Brezos que, junto con los tojos, forman el matorral característico de las laderas costeras del Atlántico europeo. A cada paso, además, parecía que nos encontrábamos con un brezo nuevo, y hasta cinco especies llegamos a sumar en apenas unos metros de terraplén.
Empezamos por las facilitas: Calluna vulgaris, con las hojas en forma de pequeñas escamas y espigas largas de flores...
...y Daboecia cantabrica, muy estilizada, de hojas sencillas y grandes flores solitarias.
Y tras una sesión de búsqueda por Internet, y sin tener la seguridad de no meter la pata, ataquemos ahora las tres especies de Erica que vimos, el género más característico de los brezos y que da nombre a la familia de las ericáceas. ¿Cuál es esta primera especie, de "hojas de pino" y flores de corola corta y "labios pintados"? Creo que E. vagans.
Y ya con ésta cambiamos radicalmente de forma de hoja, que ahora son grandes y anchas, y de borde ciliado. Y las pocas flores, grandes, se agolpan en el extremo del tallo. ¿Puede que sea E. ciliaris?
Cinco brezos como cinco soles, con los que ir llenando de horas y contenido un paseo que, a la gente que nos adelantaba, le llevaría apenas unos minutos: lo bueno y lo malo, según, del naturalista de campo. En cualquier caso era algo con patas en vez de flores lo que, además de un paisaje espectacular, esperábamos encontrar nosotros al final del sendero. Ya mañana os cuento si lo vimos o no.
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