Casi no me lo creo, la verdad, pero apenas sí me llevó horas poner en práctica la resolución tomada al final de la entrada anterior y empezar a trastear con las cosas del laboratorio. Haciendo además una de las tareas que más me gusta: ordenar muestras. Pasarlas de las cajas grandes e incómodas que usamos en el campo a cajas más pequeñas, y aprovechando para colocarlas ya según las vayamos a ir usando, y para revisar que los nombres y números de los bichos se corresponden entre el Excel donde se centraliza todo, las hojas de campo y los tubos de muestras. Un trabajo que me gusta porque los resultados "se ven": no es como cuando toca pensar y me paso el día sin que al final pueda realmente enseñar algo tangible; aquí el número de cajas ordenadas es algo bien contante y sonante, y eso me resulta muy satisfactorio. Lo he comentado más de una vez con amigos: tendría que verme puesto en harina, pero creo que trabajar de barrendero, o fregando platos, no sería ni de lejos el peor de los trabajos...
En fin, pero para que no me emocione demasiado con los avances de laboratorio, llega ya el fin de semana a romperme el ritmo. Porque además nos vamos fuera: nos llevamos a los veintipico alumnos de Ecología de la Conservación a Mokala. No sé muy bien aún a hacer qué (no sé si mi jefe lo sabrá, la verdad...); lo que sí sé es qué tengo que hacer yo, que tengo una guía con demasiados nombres que no se van a tachar solos... A ver qué tal se me da. Y si vuelven todos los que van.
No hay comentarios:
Publicar un comentario