El sábado vi los coipús atravesando Is-sur-Tille, en ruta entre la estación de tren del pueblo y el punto en el que, según el track de GPS que llevaba en el teléfono, empezaba la ruta que planeaba seguir a lo largo de la mañana. Por fin, tras demasiados fines de semana con mal tiempo y pocas ganas de hacer cosas, por fin digo se juntaron un sábado el sol y mi buen ánimo, y salí al campo por mi cuenta.
La ruta en sí, y salvo unos primeros metros de pradera, era un paseíllo por el bosque, sin más, a la vez agradable y anodino: tanto podría repetirlo mañana, como no volver y no echarlo de menos. Constreñido como estaba por los horarios de los trenes de vuelta, entre volver o demasiado pronto o demasiado tarde, opté por la segunda opción, forzándome a pararme con cualquier tontería que viese y a caminar despacio.
Me hacía ilusión tacharme algo con huesos, e iba buscando en concreto dar con alguna rana ágil, especie que se mueve en zonas boscosas y que cría en charcas entre los árboles como ésta. Y en la charca había renacuajos, pero a saber de qué sin cogerlos, y tan indeterminados se quedaron como poco determinado estaba yo a pasarme el día rebuscando en la hojarasca. Pocas sorpresas más me depararon los vertebrados, salvo algún carbonero palustre Poecile palustris que otro, especie que siempre me gusta ver, ya que aunque dentro de su área de distribución española no es raro, se ciñe tan estrictamente a la misma que yo, que no suelo ir mucho por el norte (Galicia aparte), lo veo bastante poco.
Así que, a falta de vertebrados, me dediqué a los bichejos. Y a desesperarme con el macro de la cámara, que me cuesta horrores conseguir que enfoque lo que quiero. Mal que bien, conseguí ir haciendo algunas fotos de mariposas y otras cosas. Que no es que me hagan especial ilusión, pero si llegado el caso sí lo hacen en el futuro, al menos podré sentarme, tirar de fotos, y tacharme unos cuantos bichos cómodamente sentado en casa. Ésta de arriba creo que es una Argynnis niobe, la más pequeñaja de un género de mariposas de tamaño bastante grande.
Este cerambícido con colores de avispa, que compartía umbela con multitud de minúsculos escarabajillos, es creo un Rutpela maculata. En el momento no tenía ni idea, pero a veces buscando en Google Imágenes cosas como "cerambycidae flor negro amarillo" acaba sonando la flauta...
Otra Argynnis, creo que A. paphia, ésta ya bastante grande y además muy numerosa el sábado, sobre todo visitando las flores de las zarzamoras.
También me extrañó encontrarme con muchos Calopteryx virgo posados en los arbustos a lo largo del camino, pues a estos caballitos del diablo los asocio con arroyos y otros cursos de agua, y por la zona la verdad no parecía haber ninguno cerca. En fin, vendrían del mismo sitio que las nubes de mosquitos que se me acercaban para comerme a besos cada vez que me detenía, a pesar del spray protector; y aún menos mal. Ésta de arriba es una hembra, verde...
... y aunque el color de la foto engaña algo, éste es un macho, azul y con las alas mucho más ahumadas.
Una barraca de cazadores. Por todo lo largo del recorrido me encontré con puestos de montería y carteles que anunciaban que fines de semana y festivos de octubre a febrero era mejor no pasearse por allí. También con sitios donde habían tirado maíz y trigo, imagino que para tener contentos a los jabalíes de la zona, alimento base de los franceses desde la antigüedad. Otra cosa que asocio con Francia, aunque supongo que las habrá en otras partes, es esto de las barracas de cazadores, donde los asociados suben a pasar el fin de semana pegando tiros y en general haciendo cosas de hombres (y me pregunto a qué episodio de Los Simpsons me recuerda esto...).
Falto de jabalíes, completé yo mis bocadillos con las fresas silvestres, que tan pequeñas eran que me imagino que agacharse a cogerlas y comerlas más adelgaza que engorda...
Mi comedor, en el borde del bosque. A ver dónde me lleva el tren el próximo fin de semana que me anime...
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