Tras una salida de Dijon más tardía y accidentada de lo que nos hubiera gustado (incluyendo que una de mis visitantes se abriese la cabeza en las escaleras de casa y tuviésemos que buscar una farmacia de guardia), conseguimos por fin ponernos en ruta hacia el este: dejamos atrás Borgoña, entramos en el Franco-Condado, y por fin pudimos empezar a llamar montañas a las colinas. Montañas que, por cierto, no estuvieron siempre ahí... la roca caliza sobre la que crece la mata de serpol serrano Thymus praecox de la foto, fue en su tiempo (en un tiempo muy concreto), antes de que la presión la transformara en roca, una capa de sedimentos del fondo del mar de Tetis.
Extinguidos ya los dinosaurios tiempo ha, el movimiento hacia el norte de las placas tectónicas sobre las que se encuentran África e India hizo que eventualmente terminasen colisionando con Eurasia: esta colisión originó la principal red de cordilleras que, en sentido oeste-este, recorren todo el Viejo Mundo, desde el Atlas hasta el Himalaya, incluyendo por supuesto a los Alpes, que dieron a este fenómeno el nombre de orogenia alpina. Secundariamente a estas grandes cordilleras, la tierra desplazada originó otras en sus contornos en sentido oblicuo, norte-sur, y sobre una de éstas nos encontrábamos: el macizo del Jura, fronterizo entre Francia y Suiza. Esta serie de colinas, de altura decreciente cuanto más al este (hasta acabar en las côtes de las que hablaba ayer), hicieron que el antiguo fondo marino que llevaba más de 150 millones de años soterrado aflorase a la superficie. Y por asociación con estos montes, el periodo geológico en que se formaron sus rocas recibió el conocido por todos nombre de Jurásico...
En el Jurásico más auténtico nos estábamos paseando pues, y yo en vez de sacar fotos de dinosaurios, pues me entretuve sacando fotos de flores que me sonaban o resultaban más o menos llamativas, como esta genciana amarilla Gentiana lutea...
... o esta orquídea verde Coeloglossum (= Dactylorhiza) viride.
El Jura alcanza unas alturas modestitas. Estábamos haciendo una ruta que, partiendo del Pic de l'Aigle, a poco menos de 1000 msnm, recorría una cresta caliza permitiéndonos ver varios lagos que había debajo. Esto de la foto es lo que se veía hacia el oeste; hacia el este, de no haber estado el día tan cubierto como estaba (aunque no llovió y la temperatura era muy agradable), sí se habrían visto los picos más notables de los Alpes, Montblac incluido.
El sendero, bastante breve, transcurría casi todo él bajo la cobertura arbolada, donde a mayores de las hayas y carpes del día anterior se unían a la fiesta arbórea piceas Picea abies y abetos Abies alba, permitiendo en directo ver las diferencias entre ambos géneros de "árboles de Navidad".
Un primer mirador, desde el que se veían dos de los cuatro lagos, invitaba a seguir hasta el último...
... pero el avance en realidad resultaba de lo más penoso, pues entre las lluvias y los camiones de los trabajos forestales, el camino estaba destrozado, y no erasino un barrizal por el que resultaba lentísimo avanzar.
Llegamos así ya bastante hartos hasta el último mirador, desde el que por fin se veían los cuatro lagos. Casi a la vez aparecieron por otro lado un montón de jubilados que, a la vista de sus andares y la limpieza de sus pies enchancletados, no podían venir de hacer un camino tan malo como el nuestro.
Siguiendo a la inversa el medrado reguero de viejos, descubrimos los autocares de los que habían bajado, y por ende que había una carretera que conectaba cómodamente el aparcamiento donde habíamos dejado el coche con el mirador. Así que por la carretera volvimos ya directos al coche, muertos de hambre...
... aunque no tan muertos que no me diesen ganas de sacar alguna foto más. Esto no sé qué es, pero era bonita. Mañana más.
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