¡Mal asunto tuvieron ayer mis compatriotas de adopción, para los fuegos artificiales del 14 de julio, con la tormenta que se fue cociendo a lo largo del día hasta terminar desbordando de la olla al caer la noche! Y siquiera si fuese una tormenta de las de los días de bochorno, de las que alivian... pero ¡cá! Era una tormenta de las de borrasca, de las de frío polar que baja del norte al encuentro de esa masa de aire sahariano que os achicharra a vosotros... Y os parecerá raro, pero desde mi primer año en Madrid, ese calor que golpea como un puñetazo del verano, y que aquí casi ni llegamos a oler, lo asocio ¡con anfibios! Con anfibios aguantando como pueden bajo las piedras, al amparo de la poca humedad que allí queda. Lo asocio con tardes en que, en un par de horas y de la manera más tonta, todavía era yo tan novato que podía tacharme un buen puñado de bichos. Allá arriba, en Torrelodones...
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