Al sureste de Dijon se extienden una serie de largas ondulaciones del terreno en sentido norte-sur, sobre cuyas laderas, las côtes, se cultivan los viñedos del vino de Borgoña. Côte, "costa" en castellano; me pregunto hasta qué punto "costa" se refiere únicamente al límite entre el mar y la tierra, o lleva implícito ese otro sentido de cuesta, de pendiente... sea como fuere, son estas côtes en otoño, con todos los viñedos virando del verde al amarillo, las que le dan al département ("provincia") del que Dijon es capital el nombre de Côte d'Or, "costa (¿o cuesta?) de oro".
Estas colinas de las que os hablo, sinclinales originados durante el pegamiento alpino (ya profundizaremos en esto en la próxima entrada) de origen calizo, son muy dados a erosionarse, y terminan dando lugar a toda una serie de relieves geográficos muy característicos, entre los que cabe destacar las combes y las cluses, pequeños valles erosivos que se distinguen según sigan la línea del pliegue principal (las primeras) y la crucen (las segundas). Tras comer en el jardín de la abadía, echamos el sábado por la tarde visitando uno de estos pequeños valles muy cerca ya de Dijon, la reserva de Combe Lavaux (que según me parece a mí no es una combe, sino una cluse "muerta", tras desaparecer el río que la originó). Un sendero circular recorre tanto la ladera sur (orientada al norte, siempre a la sombra) como la norte (lo contrario) del valle, y caminando por él terminamos el día.
Empezamos por el lado sur por suponer acertadamente que, con la tarde de caída, enseguida se quedaría demasiado a la sombra. El bosque no era muy distinto del de por la mañana, si acaso más joven, con muchos más tallos finos, y por ende tanto más tupido y sombrío.
Al frescor de los árboles mayores, muchas plantas de sotobosque, como este Geranium sanguineum, seguían floreciendo como si el final de la primavera no fuese con ellas...
Y pequeñas bestias de pesadilla mataban y morían en su microcosmos particular, entre la hojarasca húmeda. ¿No os habéis preguntado nunca cómo puede ser que "luciérnaga" se diga en inglés de dos formas tan distintas como son firefly ("mosca de fuego") y glow-worm ("gusano brillante")? Bueno, la explicación está en lo distintos que son ambos sexos en esta familia de escarabajos: mientras que los machos son escarabajos "normales", capaces de volar (y que vuelan de hecho, atraídos por la luz de las hembras), las hembras se hacen adultas manteniendo el aspecto que tenían cuando eran larvas ("pedomorfosis" se llama esto). El aspecto y el apetito: las luciérnagas comparten los gustos por lombrices y babosas del lución de la entrada de ayer, y aquí veis una trabada en desigual combate con una desaforada lombriz...
A mitad de recorrido, como os decía, se cruza la carretera y se regresa por el otro lado del valle, al sol, entre arbustos de boj y enebros...
... y otras tantas especies amantes de los espacios abiertos y soleados, como la Campanula persicifolia.
Un último y minúsculo vallecito muy encajado nos sumió momentáneamente en las tinieblas de nuevo: todas las ramas estaban alfombradas de un musgo que, tras las tormentas con que había amanecido el sábado, chorreaba todavía agua.
Pero salimos pronto de nuevo a la luz del atardecer, para volver ya luego a casa a reponer fuerzas antes de hacer un viaje un poco más largo al día siguiente. Os dejo de despedida con un detalle de las hojas del roble albar Quercus petraea, el más frecuente en esta zona, también distribuido escasamente por todo el tercio norte de España, para que os fijéis en el detalle que, cuando no tienen bellotas, mejor lo distingue del roble "por excelencia", el carballo Q. robur: las hojas del albar tienen un peciolo muy evidente, mientras que en las del carballo éste es muy cortito, y parecen brotar directamente de los tallos. Con las bellotas sucede justo lo contrario: mientras que el peciolo de las del albar es muy corto, las del carballo cuelgan de largos tallos. La de cosas que aprendéis en este blog...
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