lunes, 21 de mayo de 2018

El pecoso y el pecador


 Al norte de Bloemfontein está Woodland Hills, el área más lujosa de la ciudad, una especie de Sotogrande local totalmente aislado de la ciudad al pie de las colinas: toda una propiedad enorme con chalets de lujo, y luego campos de deporte, de golf, hípica y una zona de "reserva", con laguito, praderas, bosques de eucaliptos y diversos antílopes sueltos por ahí. Y por esa zona más o menos silvestre estuve dando una vuelta el sábado por la tarde, como parte de una de las actividades de BirdLife Free State.

 La tarde siempre suele rentar menos en términos de pajareo que la mañana, y a mayores el sábado fue un día nublado y fresco, bastante desabrido; todo esto unido a la compañía de varios vejestorios hablando despreocupadamente en voz alta hizo que costase ir viendo cosas. Durante buena parte del tiempo, caminando junto al lago, lo más reseñable (y ya veis) fue esta pareja de patos, híbridos entre los ánades picolimones locales y los azulones que alguien debió de soltar aquí alguna vez.

 Pero por suerte aún sigo siendo lo suficientemente neófito como para seguir tachándome cosas cada vez que salgo al campo. Nos alejamos del lago y nos internamos entre los arbustos, y terminé sumando dos pájaros nuevos y pico a la lista. Los dos pajarillos fueron el papamoscas duende Stenostira scita y el batis pririt Batis pririt: dos especies grises con marcas blancas y negras, de dos familias endémicas del África tropical, propias de zonas arbustivas. El "pico" fue un azor blanquinegro que alguien señaló, y que para mí fue solo una mota desapareciendo en la lejanía entre los eucaliptos y que no se dejó ver de nuevo. Demasiado como para tachármelo, hasta para mis amplias tragaderas.

 Os dije antes que había antílopes sueltos por la zona, sobre todo grupos de antílopes de agua. Lo gracioso vino cuando me aparté un poco del grupo y me arrimé a unas matas para hacer cosas que tenía que hacer, y vi en el peor momento lo que se ve en la foto tapado por una cortina de ramas mucho menos espesa de lo que parece... menos mal que el niala no se mostró muy interesado en interactuar conmigo.


Las tardes de fin de otoño terminan pronto aquí, y enseguida empezó a anochecer. De vuelta en los coches, algunos nos internamos entre los chalets, donde esperábamos sorprender en un punto concreto una especie de ave nocturna propia de terrenos rocosos que, según parece, en Sudáfrica sustituye con cierta frecuencia estos por zonas de urbanizaciones, con sus tejados y demás: el chotacabras pecoso Caprimulgus tristigma. Los chotacabras, no siendo en mano o cantando, se parecen todos demasiado, y esperábamos que los nuestros se delatasen por su voz, un cau-wau característico (la verdad es que los chotacabras en esto se portan bastante bien, y en una misma zona las distintas especies suelen tener cantos simples y muy distintos entre sí). El momento turbio del día vino cuando, tras esperar un rato que a la gente se le empezó a hacer largo, nuestro guía tiró de reclamo (de reproducir el canto del ave en su teléfono), y tras insistir un poco un individuo bastante alterado vino volando y se puso a cantar frenéticamente desde un tejado cercano. Y tachado quedó con todas las de la ley, pero con la sensación agridulce del que sabe que está haciendo trampas... y más de esto, más adelante esta semana. Que ha pasado algo que quiero comentar porque viene muy al pelo...

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