Como en buena parte de las mañanas (aunque hoy, como novedad, con helada por vez primera este año), me acompaña de camino a la facultad la cháchara de los minás comunes Acridotheres tristis, una especie india que los británicos introdujeron en buena parte de su imperio, como supuesta panacea contra las plagas de langostas que al final no lo fue tanto.
Un miná. Foto de aquí |
Los minás son así de las aves más introducidas a lo largo y ancho del mundo, y por ello son protagonistas de buena parte de la literatura científica sobre los efetos de las especies invasoras en los ecosistemas locales. El libro que estoy leyendo ahora habla por ejemplo de cómo, al erradicar los minás de algunas de las islas de Seychelles, las pequeñas especies de aves locales, cuyos nidos eran depredados por estos estorninos, pudieron prosperar de nuevo. Sin embargo, una revisión reciente quita bastante hierro a los problemas producidos por las aves invasoras sobre los ecosistemas a lo largo y ancho del mundo: salvo en ecosistemas muy cerrados y particulares (como las islas), las aves invasoras no parecen haber causado mayores problemas...
Esta revisión no miente, pero claro, se ciñe a lo publicado, a los datos que hay disponibles. Y aunque cada vez seamos más los que salimos al campo, en investigación ecológica la falta de datos básicos como censos, sobre todo a lo largo de series temporales largas, es el problema principal. Si no se hubiese dado la casualidad de que desde la EBD llevasen años investigando la colonia de nóctulos gigantes Nyctalus lasiopterus del parque de Mª Luisa, en Sevilla, nadie se habría dado cuenta del efecto que las cotorras de Kramer Psittacula krameri están teniendo sobre ellos. Son los murciélagos más grandes de Europa, y también de los más escasos; la colonia de cría de este parque, que alberga(ba) unas 500 hembras reproductoras en los huecos de sus árboles, es la mayor conocida. Las cotorras comenzaron a criar en Sevilla en los 90 a partir de ejemplares escapados de cautividad, y tras un periodo de latencia, la población pasó a crecer a buen ritmo, llegando a las 311 parejas el año pasado solo en ese parque. Cada pareja de cotorras ocupa un hueco en los árboles para anidar, y desgraciadamente les gustan el mismo tipo de huecos que a los murciélagos. Y siendo mayores y con un pico muy fuerte, las frágiles alas de los murciélagos llevan todas las de perder.
Imágenes del artículo |
Los investigadores de la EBD acaban de publicar un trabajo documentando no solo las agresiones directas de las cotorras sobre los murciélagos, sino cómo la población de estos en el parque se ha desplomado, y los que quedan intentan ocupar árboles lo más lejanos de los nidos de cotorra posibles.
Vuelvo al tema de fondo: problemas de estos, ¿cuántos habrá? Porque por muy grandes que sean los nóctulos, ¿cuántos sevillanos saben que existen*, o siquiera que hay más de una especie de "murciélagos"? Sin mucha investigación básica de base (de la que no "vende", de la que no se suele financiar) es imposible enterarse de todo esto...
* En cambio sí saben que existen las cotorras, que aunque sean ruidosas son bonitas y muy aparentes. De forma que, como cita también el artículo, cuando el Ayuntamiento de Sevilla intentó controlarlas, la presión ciudadana hizo que cejaran en el intento...
No hay comentarios:
Publicar un comentario