Trascurrió con normalidad ayer por la mañana el viaje entre una capital y otra. El minibús lleno de viejos afrikáners (los usuarios habituales de esta empresa) que de modo espontáneo rezaron juntos antes de arrancar, fue ascendiendo el leve desnivel de la meseta central sudafricana hasta llegar a Johannesburgo, para después descender en apenas 50 Km los mismos metros que le había llevado 400 alcanzar. Primera diferencia con Bloemfontein: Pretoria, como Vigo, tiene cuestas. Se desparrama alargada en sentido este-oeste por una serie de ondulaciones del Magaliesberg, la cordillera que sirve de escalón en esta zona entre el High- y el Lowveld. Nada mas llegar, Maliki fue a buscarme y me llevó de cabeza al centro de la ciudad (pues Pretoria es también una ciudad "de verdad", con un centro con edificios y calles con mucho tráfico) y al centro de trabajo: la escuela de Ciencias de la TUT, para hacerme una idea de cómo eran los laboratorios, y hacer tiempo hasta que pudiese ir a mi alojamiento durante este mes. La TUT es un centro de formación profesional, que al igual que en España tienen una consideración "menor", y si bien el sitio donde vamos a trabajar es suficiente, se nota un nivel de dejadez y abandono en las instalaciones bastante mayor que en la UFS. Al igual que en el centro en general, que de ser en tiempos imagino el motor de la villa, ha quedado ahora para los que no pueden pagarse un coche con el que permitirse vivir en una de las casas de los barrios altos; altos de estándar, y altos también físicamente, encaramados a las colinas. Y asomado a la ventana veo alla abajo, bastante cerca, pero con un muro invisible perfectamente visible a un lado y a otro de una calle, el hormiguear de los coches que salen del centro. Miro, y rumio.
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